Elon Musk y Donald Trump: cronología de un matrimonio de conveniencia que terminó en divorcio

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Nathan Howard | REUTERS

El magnate multimillonario abandona su puesto en el Gobierno y rompe con el presidente, tras un fugaz idilio político

01 jun 2025 . Actualizado a las 10:00 h.

El pasado febrero, la portada de la revista Time —que siempre se ha considerado un símbolo de estatus— mostraba a Elon Musk sentado tras el escritorio del despacho oval de la Casa Blanca. Una imagen potente que simbolizaba el poder en la sombra del magnate. La fotografía era mucho más que un montaje: era la manifestación gráfica de una alianza que durante meses ha protagonizado buena parte de la agenda política estadounidense. Ahora, la asociación entre Donald Trump y el hombre más rico del mundo ha terminado. Musk abandonó esta semana su puesto en el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE según sus siglas en inglés) tras semanas de desencuentros y crecientes fricciones por la política económica del Ejecutivo, especialmente por la imposición de aranceles a medio planeta.

Los inicios

Lo cierto es que su historia común empezó hace años, durante la primera presidencia de Donald Trump. Fue en el 2016 cuando el entonces mandatario convocó a Musk —junto a otros líderes de Silicon Valley— para formar parte de un consejo asesor empresarial. El dueño de Tesla y Space X aceptó, pero no tardó en medir los riesgos de su cercanía al político. Apenas unos meses después, abandonó el foro tras la decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París. «El cambio climático es real», escribió entonces en Twitter. «Salir de París no es bueno para América ni para el mundo», añadió. Paradójicamente, Musk había sido un donante y simpatizante de candidatos demócratas en el pasado: apoyó a Barack Obama en el 2008 y el 2012. «Una vez esperé horas y horas para estrecharle la mano», confesó en una entrevista. Votó a Hillary Clinton en el 2016 y, cuatro años más tarde, en plena polarización política, declaró su preferencia por Andrew Yang —un empresario demócrata postulado a la presidencia— debido a su defensa de la renta básica universal. 

La pandemia, un punto de inflexión

En mayo del 2020, el magnate desobedeció las órdenes de confinamiento del estado de California y reabrió la planta de Tesla en Fremont. Se presentaba como defensor de la libertad empresarial frente a una supuesta sobrerregulación estatal. Trump lo respaldó públicamente: «California debería dejar que Elon y Tesla abran la planta, ¡ahora!». En el 2021, cuando Joe Biden llegó a la Casa Blanca, organizó un evento para celebrar el avance de los vehículos eléctricos y no invitó a Tesla. Un desaire que Musk ya no perdonó: «Biden es un títere de los sindicatos», dijo. A partir de entonces, el multimillonario comenzó a amplificar mensajes críticos con los demócratas, sumándose a la narrativa de una supuesta «cultura de la cancelación» promovida desde la izquierda.

Viraje a la derecha

En mayo del 2022 anunció públicamente su giro político: «En el pasado voté por los demócratas porque era el partido de la buena voluntad. Pero se han convertido en el partido de la división y el odio así que no puedo apoyarlos y votaré por los republicanos», dijo de cara las elecciones de medio mandato, las llamadas midterms. Para entonces, Musk ya era dueño de Twitter —rebautizado como X— y lo había convertido en un espacio ideológico a su medida: menos moderación, más ruido, y un algoritmo que favorecía la visibilidad de discursos alineados con la nueva derecha. Restauró el perfil de Trump en la red social, que había sido suspendido después del asalto al Capitolio del 6 de enero del 2021. La decisión llegó tras una encuesta en la que más de 15 millones de usuarios votaron a favor del retorno del expresidente. «El pueblo ha hablado», escribió Musk, como si la moderación de contenidos pudiera decidirse por referendo.

La relación entre ambos volvió a afianzarse en esos meses. Trump lo citaba con admiración en sus mítines, lo llamaba «un tipo brillante» y sugería que Musk tenía «grandes ideas» para el futuro de Estados Unidos. Por su parte, el magnate, sin formalizar nunca un apoyo directo, criticaba a los «burócratas» de Washington y sugería que prefería «cualquier opción que no sea Biden».

Las elecciones

Con ese enemigo en común, el empresario —cuyo patrimonio ronda los 264.000 millones de dólares— hizo su aportación al ciclo electoral del 2024 donando 260 millones a un comité de acción política vinculado al candidato republicano, según publicó el diario The New York Times. Era el último paso de un camino que le había llevado también a acercarse a otros líderes que comparten el espacio político de Trump: el brasileño Jair Bolsonaro, el argentino Javier Milei o la italiana Giorgia Meloni.

La victoria del expresidente en noviembre supuso el inicio de una nueva fase en su relación con Musk. «El futuro empieza ahora», escribió en X El magnate tecnológico pasó a ocupar un lugar visible en la arquitectura de su nuevo poder. En los días siguientes, fue fotografiado entrando y saliendo de edificios clave en Washington: primero una reunión informal con senadores republicanos, luego un almuerzo privado con Jared Kushner en Florida, y finalmente una larga estancia en la mansión Mar-a-Lago. Poco después, Trump le ofreció un encargo a medida: desmantelar la Administración desde dentro, en un departamento de nueva creación, el DOGE.

Elon Musk, en una imagen reciente que reza. «Trump tenía razón sobre todo».
Elon Musk, en una imagen reciente que reza. «Trump tenía razón sobre todo». Carlos Barria | REUTERS

Miles de despidos

En febrero, ya convertido en gestor político, Musk ordenó a todos los empleados federales justificar su existencia, si no querían ser despedidos. Todos recibieron un correo que decía: «¿Qué hiciste la semana pasada?». Tenían 48 horas para responder Miles de ellos se quedaron en paro. «¿Hay alguien que no esté contento con Elon? Si es así, lo echaremos de aquí», bromeó entonces el presidente, respaldando por completo las políticas del billonario.

Llegada la primavera, el empresario vio caer las acciones de Tesla un 41 % con respecto al inicio de su incursión política. Pero la relación entre ambos todavía resistía: «Voy a comprar mañana por la mañana un nuevo Tesla para mostrar confianza y apoyo a Elon», prometió el presidente, que montó una especie de concesionario de Tesla en la propia Casa Blanca

Elon Musk y Donald Trump con varios modelos de Tesla en la Casa Blanca.
Elon Musk y Donald Trump con varios modelos de Tesla en la Casa Blanca. SAMUEL CORUM / POOL | EFE

Los desencuentros

Sin embargo, ese gesto de apoyo no fue suficiente para evitar que las tensiones comenzaran a aflorar. La agresiva política arancelaria del Gobierno perjudicó directamente las operaciones internacionales de Tesla. Musk se desmarcó abiertamente diciendo que no creía que el resto de países «estuviesen estafando» a Estados Unidos. Pete Navarro, asesor de Comercio de Trump y principal ideólogo de la guerra comercial, no tardó en responderle sin mucha diplomacia: «Lo que creo que es importante entender sobre Elon es que vende vehículos. A eso se dedica», dijo. Musk contraatacó con insultos llamándole «imbécil» y «más tonto que un saco de ladrillos». La Casa Blanca trató de restar importancia al enfrentamiento pero el distanciamiento ya era patente.

El mes pasado, el magnate sudafricano anunció a los accionistas de Tesla que reduciría significativamente su actividad política para dedicar más tiempo a la compañía, tras registrar una caída del 71 % de los beneficios. El desencanto se completó esta semana, con el rechazo de Musk al megaproyecto fiscal y presupuestario del Gobierno —que incluye grandes rebajas de impuestos y recortes en sanidad y ayudas— tildándolo de «decepcionante».

Y aunque el multimillonario se va, algunos de los suyos se quedan dentro. Sean P. Duffy, secretario de Transporte, anunció que revisará las multas de seguridad por valor de 633.000 dólares impuestas a SpaceX. Y Brett Shumate, alto funcionario del Departamento de Justicia, presentó hace unas semanas un documento para desestimar una denuncia contra la compañía, acusada de discriminar a inmigrantes. Elon Musk se va, pero su firma espacial ya es uno de los mayores contratistas de la NASA.