La república independiente de Olmo: la urbanización obrera de Pontedeume
PONTEDEUME

Hace ya más de 45 años que la Cooperativa de Viviendas de San Valentín levantó nueve bloques con 162 pisos, que compraron otros tantos trabajadores de Astano
20 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Vine de cría, hace 44 años, y tengo 62, hasta por el habla se sabe que soy de Olmo», dice Pilar Martínez, la propietaria del moderno salón de peluquería y barbería, de dos plantas, que lleva su nombre en esta urbanización. «Hemos tenido mucha suerte, aguantamos el tirón y una vez que te conocen... con las redes sociales tenemos gente de aquí y de Pontedeume (aunque les costó) y mucha de fuera. El aparcamiento es una de nuestras fortalezas», subraya esta hija de un trabajador de Astano, igual que María, una de sus cinco empleadas.
Casi todos los bajos de la urbanización promovida por la Cooperativa de Viviendas de San Valentín están vacíos. Merchi vive en Cabanas y resiste en una pequeña tienda de barrio, que salvó al vecindario durante la pandemia. Su madre, octogenaria, regentó una carnicería, cerrada, igual que otros dos supermercados, dos mercerías, una librería, una marquetería o el bar de Álex. Los negocios han ido a menos, pero algo del espíritu de camaradería de los inicios de la urbanización todavía pervive, aunque los operarios del astillero de Fene que tenían veintitantos años cuando se construyó, hoy rondan o sobrepasan los 70 y están jubilados, algunos desde hace años.

Víctor Lamas tiene 80, lleva la boina con estilo y ostenta el título de abuelo de Olmo. «Era o encargado de levar aos nenos ao fútbol, aos campamentos, de excursión... todos o querían, era o avó de todos e un dos mellores chavistas que había. E vai asar as castañas aos magostos de case todos os colexios de Pontedeume, coa máquina que compramos feita con dous bombos de lavadora», elogia José Salceda, Pepín, que presidió durante 17 años (en dos períodos) la Unidad Vecinal de Olmo, la asociación deportiva, cultural y vecinal que constituyeron en 1981, un año después de que les entregaran las llaves de las 162 viviendas de la urbanización, en nueve bloques idénticos.
La misma cooperativa de trabajadores de Astano que erigió viviendas en San Valentín y Perlío (Fene), y en Esteiro y Caranza (Ferrol), promovió inmuebles en Limodre (Fene) y en Vilar (Pontedeume). El nombre de Olmo responde a una de las fincas que compró para poder edificar, en una ladera soleada y ventosa, que mira al valle y a la autopista (que llegó más tarde y se llevó por delante la pista polideportiva que habían montado los vecinos en un terreno cedido por la antigua Caixa de Aforros). «Os que viñemos vivir aquí tivemos que pagar as vivendas e as rúas, a iluminación, as zonas verdes, o saneamento, a instalación da auga...», recuerda Salceda. Y ocuparse del mantenimiento, hasta que a finales de los 80 asumió el Concello de Pontedeume la gestión de los servicios.
Abonaron entre 2,5 y 2,8 millones de pesetas, con hipotecas a veinte años y cuotas de unas 17.000, en algún caso más de la mitad del salario. «Agora din que está complicado o da vivenda, pero ninguén se priva de coche, teléfono móbil... e algo hai que sacrificar», apunta este sindicalista que formó parte del comité de empresa del astillero de Fene durante tres décadas. Hace una semana que dejó la presidencia de la Unidad Vecinal, después de 15 años consecutivos. «Liberado», al fin, desea «moita sorte» a la nueva directiva.

Curtido en el movimiento asambleario, igual que la mayoría de sus vecinos de entonces —«temos ido a pé a Ferrol», evoca Lamas, durante las durísimas movilizaciones de la reconversión—, tenía claro que «había que organizarse para facer algo». «Empezamos a demandar cousas, beirarrúas ata Pontedeume e alumeado, un repetidor de televisión (puxérono no castelo de Andrade)... Daquela gobernaba o PP, e o alcalde, Celestino Sardiña dicía: ‘xa sei que non ides votar por min, pero por se acaso'. Tíñannos algo de respecto, e fomos conseguindo cousas. Quedou sen facer o paso elevado para atravesar a estrada». Ahora tienen el compromiso del gobierno local para mejorar el acceso a la urbanización desde la carretera nacional y habilitar 30 plazas de aparcamiento. Siempre han tenido claro que la política no puede afectar al funcionamiento de la asociación ni a la convivencia en el barrio.
Aunque con la venta de los bajos conseguían reducir el precio de sus viviendas, los vecinos decidieron dejar cinco para usos comunitarios. En uno montaron el local social (con ambigú), que sigue operativo; y en el resto, gimnasio, cocina (para formación), uno «de obra» (donde guardan materiales o herramientas) y uno que durante años funcionó como parvulario, cuando no existían las escuelas infantiles. «Preparámolos nós, uns coa carpintería, outras coa fontanería...», cuentan.
A Salceda le apena no haber logrado que esos cinco locales, que ahora pertenecen a los 162 vecinos que compraron en 1981 (aunque algunos ya han vendido sus pisos o están en manos de los herederos), pasen a pertenecer a la asociación, aunque ya se conoce la fórmula legal para hacerlo, un expediente de dominio. «Se fora da Unidade Veciñal poderíanse pedir axudas para reparacións ou equipamento», dice.

La ubicación, alejada del centro del pueblo, y la escasa oferta cultural y deportiva por parte del Ayuntamiento, sumado a la cantidad de niños y gente joven que vivían en aquellos primeros años en la urbanización, les llevaron a impulsar iniciativas pioneras, como una media maratón o una semana entera de actividades por las Letras Galegas (con artesanos), excursiones a toda Galicia y media España, cursos de natación en la piscina de Narón o celebraciones que conservan como el magosto, la sardiñada de San Pedro, la fiesta de Reyes...
En los tiempos de más bullicio, de Olmo partían buses de Astano cargados de obreros en los distintos turnos del astillero —«en Fene eramos máis de seis mil, sen as auxiliares, e agora, 140 ou 150, e moitos traballan en Ferrol; todos vivimos de Astano e dános pena», lamentan—. Los vecinos velaban por la seguridad de la urbanización, «chea de vida», e incluso por el cumplimiento del canon estético de pisos y edificios, en cuanto a materiales o color de la pintura. «Había moita xuventude e os grandes coidaban dos pequenos», señala Francisco Vieites, que evoca el viaje a Sálvora: «Dos que fomos xa faltan seis». Provenían de distintos lugares y en Olmo forjaron su «patria chica», la «república independiente» de la que se enorgullecen.