«Empecé a consumir cocaína a los 15 años, fue mi ruina, pero ahora por fin veo luz al final del túnel»
FERROL
Iván Castelo, coruñés de 36 años, es uno de los usuarios de la comunidad terapéutica de Asfedro, en Ferrol, donde se acaba de poner en marcha un nuevo de modelo de atención con un enfoque «holístico»
16 may 2025 . Actualizado a las 13:03 h.Tras más de tres décadas de andadura, la comunidad terapéutica de O Confurco, gestionada por Asfedro y rebautizada con el nombre del ya fallecido y queridísimo Tito Pena —su principal impulsor—, está experimentando una profunda metamorfosis. El edificio se somete desde el pasado mes de abril a una rehabilitación integral para renovar y reorganizar espacios. Pero, además, desde enero se está probando también —y con muy buenos resultados— un nuevo modelo de atención con un enfoque holístico, más personalizado, con terapia grupal abierta y en el que el ejercicio físico es «una pieza fundamental» del tratamiento, según explica Sabela Míguez, directora y psicóloga del centro.
Iván Castelo Pepe, coruñés de 36 años, es uno de los usuarios que está recibiendo terapia en base a este nuevo modelo. Lleva en O Confurco tres meses y tres semanas y dentro otra más debería concluir su paso por la comunidad, pero alargará la estancia otros 15 días más para «consolidar» su recuperación. «Empecé a consumir cocaína con solo 15 años, toqué fondo, fue mi ruina, pero ahora por fin empiezo a ver la luz al final del túnel», dice esperanzado Iván a pocos días de abandonar el centro ubicado en la parroquia ferrolana de Doniños.
Como sucede en otros casos, su primer contacto con las drogas surgió como una forma de evadirse de los problemas que tenía en casa. «Mi madre era alcohólica en aquella época, yo pasaba mucho tiempo en la calle, empecé a juntarme con gente mayor.... Y una cosa llevó a la otra», rememora. De aquello hace ya veinte años y en todo este tiempo Iván ha intentado liberarse de la condena de la cocaína varias veces. Cuenta que ingresó en la comunidad de ACLAD en A Coruña dos veces, en el 2021 y en el 2023, pero, tras las salidas, llegaron las recaídas. «La primera vez tardé un mes y medio en volver a consumir, y la segunda, un año y medio», detalla Iván.
En O Confurco va ahora a por el tercer intento y asegura que esta vez se ve con fuerzas para mantenerse alejado de la cocaína cuando le toque regresar al «mundo real». «En ACLAD el aislamiento era total, mientras que aquí se nos permiten algunas salidas y creo que eso me está ayudando mucho, porque es una forma de ponerme prueba, ver en lo que fallo durante esas salidas y comprobar cómo me afecta encontrarme con personas que consumen, los miedos y temores que me generan esas situaciones, para luego, al regresar a la comunidad, trabajar todo eso con Sabela», explica Iván, que es muy consciente de que la cocaína le arruinó la vida.
«Es un círculo de autodestrucción que te destroza a ti y a las personas que te quieren», resume. La droga, de hecho, lo alejó de su madre; de su primera mujer y su hija mayor —«tiene 13 años y no la conozco»—; y también de su actual pareja y su hija pequeña, de dos años y medio. «Llegué a verme sin casa, durmiendo en un albergue y ahí decidí que tenía que ingresar en O Confurco», anota Iván.
Ahora, tras casi cuatro meses de terapia, su familia está dispuesta a arroparlo. Y él, a cuidarse para no recaer: «Me he dado cuenta de que soy un enfermo crónico, como un diabético, y si no quiero ponerme mal, tengo claro que, una vez vuelva a casa, debo cuidarme y acudir a las sesiones con mi psicóloga Maite y mi psiquiatra Jacobo. Es algo que les debo a las tres mujeres de mi vida: mi madre, que es mi gran ejemplo porque lleva años sin probar el alcohol; mi pareja, que a pesar de todo me apoya; y mi niña pequeña, que es el trampolín que me impulsa a querer disfrutar de la vida de una forma sana».
SABELA MÍGUEZ, DIRECTORA DE LA COMUNIDAD TERAPÉUTICA TITO PENA DE FERROL
«El tratamiento se ha reducido de cinco a cuatro meses, es más corto, pero más personalizado»

Ni cannabis, ni ansiolíticos, ni heroína. Aunque el centro de O Confurco acoge a veces a algunos usuarios con trastornos causados por el uso de estas sustancias, la principal causa de ingreso en la comunidad de Asfedro es un policonsumo de cocaína y alcohol. Lo explica Sabela Míguez, titulada en Enfermería, Podología y Psicología y directora del centro desde el pasado mes de enero, donde ya trabajaba desde hacía nueve años.
Bajo su mando se está orquestando el cambio de modelo asistencial en el centro, que se diferencia del anterior por su visión «holística», pero también por el tiempo de duración del tratamiento, que ha pasado de cinco a cuatro meses, con resultados muy positivos. «El tiempo se ha reducido, pero la atención que reciben es más intensa e individualizada. Además, al acortar el tiempo de estancia, ha aumentado la rotación de usuarios y se ha reducido la lista de espera», explica Míguez.
Con todo, esa lista de espera de momento no se podrá acortar más, porque las obras de rehabilitación interior afectan a todo el edificio y en breve tiempo conllevarán traslados y obligarán a reducir las plazas a la mitad hasta que los trabajos lleguen a su fin, en marzo del 2026. «Pero la comunidad no cerrará en ningún momento y se mantendrá la atención», recalca Míguez.

Con esta reforma, las oficinas se trasladarán a la planta baja, y en la planta superior, las habitaciones cuádruples sin baño se cambiarán por otras dobles y algunas individuales con servicios. Los trabajos conllevan una inversión de 390.000 euros, de los que la Diputación de A Coruña aporta 298.000; la Mancomunidad de Concellos de la Comarca de Ferrol, 60.000; mientras que el resto Asfedro prevé poder financiarlo con una subvención del Sergas de libre concurrencia.
Clara Alberto Ucha, vicepresidenta en la junta directiva de Asfedro, explica que los usuarios de la comunidad terapéutica, además de asistir a las distintas actividades educativas y psicoterapéuticas, también se encargan de todos los trabajos de mantenimiento: cocinan, limpian, cuidan del huerto y del jardín y también lavan la ropa en la lavandería. «Estas rutinas nos ayudan mucho, tenemos todo el día ocupado desde la mañana hasta la noche», confirma Iván.
La comunidad está atendida actualmente por una plantilla de quince personas: un psicóloga, una enfermera, un psiquiatra, una trabajadora social, una auxiliar administrativa y diez educadores o auxiliares educativos.
Para poder ingresar en el centro, las personas interesadas deben hacerlo por propia voluntad y llevar al menos entre diez y quince días sin consumir, porque O Confurco no es una unidad de desintoxicación hospitalaria, sino una comunidad terapéutica.