
Los dos bloques políticos se acusan de fomentar la polarización, pero evitan frenarla
13 sep 2025 . Actualizado a las 21:39 h.La chispa que saltó por el asesinato del activista pro-Trump Charlie Kirk, el miércoles pasado en Utah, ha cruzado el Atlántico —más de 5.500 kilómetros— y ha incendiado la política española. «El silencio ante la barbarie es lo que prende la llama de la crispación y la polarización», dijo el viernes la mano derecha de Alberto Núñez Feijoo, Miguel Tellado. El número dos de los populares criticaba que el Gobierno no se hubiese pronunciado dos días después del asesinato. Y también lanzaba al tejado del PSOE la responsabilidad por la crispación en las calles, cuando él mismo instó el pasado fin de semana a «cavar una fosa para un Gobierno que nunca debió haber existido».
Robles ataca a Trump
La ministra de Defensa, Margarita Robles, se adelantó el mismo viernes a esas críticas y rompió el silencio del Ejecutivo sobre el disparo a Kirk. Pero ella no empezó apuntando a los populares, sino a Trump. «No está legitimado» para condenar la violencia política porque «permite lo que hacen Putin y Netanyahu», apuntó Robles. Además, como Tellado, consideró que «ningún tipo de violencia es aceptable».
Establecidas ambas visiones y el punto en común, este sábado empezó el choque. Dio la salida el ministro de Transformación Digital, Óscar López, cuando llamó a «rechazar el odio» de la «derecha malhumorada y cabreada» que «envenena la sociedad». «Luego nos lamentamos», auguró, queriendo tal vez insinuar que, de seguir por este camino, algo similar podría suceder en España. Y, por si acaso, ya fue echando la culpa a los populares —y a Vox—.
La pelota volvió así al tejado genovés, con el remate de Rebeca Torró, la nueva secretaria de organización del PSOE: «Llamar hijo de puta al presidente, convertirlo en una broma insidiosa y repetirla hasta la saciedad, alimentando la crispación, es también ser partícipe de la violencia».
Entre el fuego cruzado, como de costumbre, asomó la cabeza Santiago Abascal. Mientras otros populares, como Ester Muñoz, criticaban los «comentarios justificativos» sobre el asesinato, el ultra denunció que la «izquierda totalitaria manipula» los mensajes de la derecha. Vio la chispa y la avivó, igual que Génova y Ferraz. A nadie se le ocurrió sacar los batelumes. Y arde España por aquella chispa a 5.500 kilómetros.