Orzáez y Domingos, la máxima expresión de la familia parrula: «Cuando quieres a la gente que tienes al lado, influye muchísimo en el juego»

Elba de la Barrera Agulló
Elba de la Barrera FERROL / LA VOZ

DEPORTES

Rubén Orzáez y Domingos, compañeros en O Parrulo y cuñados fuera de la pista.
Rubén Orzáez y Domingos, compañeros en O Parrulo y cuñados fuera de la pista. CESAR TOIMIL

Cuñados fuera de la pista y parte de la piña en el vestuario ferrolano, ambos defienden que parte del éxito del curso, que podría culminar mañana en ascenso,  radica en el buen ambiente

12 jun 2025 . Actualizado a las 18:47 h.

Sus compañeros bromean sobre la entrevista conjunta y, de fondo, se escucha el ya tan característico ‘cuñaaaaao’, pero chascarrillos fáciles aparte Rubén Orzaéz (Vallecas, 1993) y Domingos Xabier Pintos (Praia, 2000) son la máxima expresión de la familia que se ha fraguado en el vestuario de O Parrulo Ferrol, que mañana se juega el regreso a Primera frente al Málaga Ciudad Redonda (20.00 horas, RFEF TV).

Compañeros desde hace ya tres años y cuñados más allá de la pista—confiesa Orzáez que, aunque hay vacile al respecto, es él mismo el primero en reírse de la situación—, ambos tienen claro que buena parte de lo que sucedió en la segunda vuelta sobre la pista es fruto de la buena sintonía en el vestuario.

«Son diez meses, que en muchos momentos se hacen largos, pero ya desde el primer viaje jugamos a las cartas, nos reíamos y seguimos igual. Estamos acostumbrados a que compañeros salgan y vengan nuevos, pero cuando el ambiente es tan bueno da un poco de pena», destaca Rubén sobre una temporada que podrían culminar con un ascenso de mañana.

«Las temporadas anteriores fueron bastante duras y sufrí bastantes lesiones y en esta el grupo es una pasada. Echaré de menos los viajes con esta gente, que somos una banda de personajes increíble», coincide Domingos.

Y es que, subrayan ambos, quizás lo más duro que les haya tocado vivir en estos años juntos en el club ferrolano fue el pasado curso. «La segunda vuelta del año pasado fue muy dura a nivel mental. El vestuario no funcionó, no funcionó el cuerpo técnico e incluso diría que con la directiva no funcionó. Después de las lesiones, es lo peor para un deportista. Pasas más tiempo con tus compañeros que con tu familia y pasarlo con gente con la que no terminas de sentirte cómodo... es duro», reflexiona Rubén. «Todo el mundo esperaba ascender, pero los cambios que hubo afectaron muchísimo al equipo», apostilla Domingos.

La travesía, no obstante, les ha llevado a estar viviendo ahora un momento de lo más dulce. «Yo no había sentido una felicidad tan plena aquí, en mis tres años en Ferrol», aprecia Rubén mientras Domingos se queda ya con lo vivido desde el partido del Levante, que les valió el billete a la promoción de ascenso.

Algo con lo que, en un arranque de liga complicado, no contaba Domingos ni en sus mejores sueños: «Sinceramente, no. La plantilla era nueva prácticamente, quedamos cuatro jugadores del año pasado y las temporadas anteriores teníamos buenos equipos y nos quedamos ahí y esta temporada es el reflejo de la confianza en los compañeros. Viajes, quedadas fueras de horario y todo eso es lo que nos hace crecer», destaca.

Pero, ¿dónde está la clave del cambio de dinámica? «Un poco todo, pero el hambre. Del vestuario y el cuerpo técnico. Esa mezcla de veteranía y juventud, creo que es clave. Tenemos hambre ya no de ascender, sino de cada día ser mejor. Eso te va haciendo escalar puestos y estás a cuarenta minutos de un posible ascenso», detalla Orzáez.

Oportunidad única

CESAR TOIMIL

Domingos sopló, coincidiendo con el primer partido frente al Málaga, 25 velas. Rubén, en cambio, suma ya 32 primaveras. No obstante, no quiere ver el de Vallecas este play off como un último tren para volver a Primera.

«Nunca se sabe. Como mínimo habría otro tren el martes, pero es muy difícil conseguir lo que estamos haciendo. Solo ascienden dos cada temporada y para volver a esta situación hay que pasar por mucho. En el deporte nunca se sabe y no lo tomo como una última oportunidad, pero sí quiero aprovecharla», detalla antes de explicar los motivos de acabar hecho un mar de lágrimas tras ganar el primer partido.

«En nuestra profesión, aunque es muy bonita, hay veces que tenemos que dejar muchas cosas de lado. Es nuestra pasión. La vivimos a tope, pero abandonas momentos de tu familia, tu pareja y tus amigos. Lo haces por el amor a la ‘pelotita’, pero casi nunca suele entrar y si para los buenos cuesta... para los que somos mortales, como yo digo, ni te cuento», confiesa.

Los parrulos, además de sellar su vínculo con un ascenso, también planean tatuarse todos un pato para no olvidar el momento y esa cara amable del deporte de élite, según indica esta dupla que ya es el máximo exponente de esta familia parrula de Primera.