
Con una plantilla sin figuras deslumbrantes, el asturiano hace pleno de títulos en sus once finales con clubes y le da al PSG su ansiada Champions
31 may 2025 . Actualizado a las 23:37 h.«No quiero jugadores que se crean especiales. Si alguno se lo cree, se está engañando. El día que se retire lo sabrá». Con la salida de Kylian Mbappé, Luis Enrique Martínez (Gijón, 1970) se convirtió en la estrella principal de una plantilla sin estrellas. Antes de la final, reiteró su eslogan. «Tenemos una mentalidad de equipo, aquí no se juega solo». El fondo catarí que gobierna el PSG siguió derramando inversión a raudales, en la procura de su ansiada primera Champions. 225 millones de euros esta temporada para traerse a João Neves, Willian Pacho, Kvaratskhelia y Desiré Doué. Cuatro futbolistas que no venden entradas. Soldados para Lucho, que se ganó para la causa a Ousmane Dembélé cuando su rendimiento iba en picado. Le buscó un nuevo hábitat como falso 9 lejos de la banda. El resultado ha sido su mejor campaña. 34 goles y 13 asistencias en 49 partidos. Candidato al Balón de Oro.
«Hemos conseguido superar las dificultades entre todos, aunque Dembélé ha sido clave, ha dado el ejemplo para los demás. Me alegro de haber confiado en él», le regaló el técnico horas antes de medirse al Inter. «Ha cambiado muchas cosas aquí, nos ha convertido en un equipo campeón», le devolvió el Mosquito. La de Múnich ha sido para Luis Enrique su undécima final como entrenador de clubes. Las ha ganado todas. Siete con el Barça y cuatro con el PSG. Sus dos Champions, ante equipos italianos.

Allí, en Roma, tras su periplo en el filial del Barcelona como sustituto de Guardiola, había comenzado su carrera como técnico de élite. Quedó séptimo y renunció al año de contrato que tenía pendiente. Cogió entonces su bicicleta y ascendió a algunos de los puertos más duros de los Dolomitas. Le gusta mantenerse en forma. Ya como técnico se apuntó a maratones —es capaz de correr una en menos de tres horas— y compitió en el Ironman de Frankfurt. A la vuelta del Mortirolo, lo llamó el Celta como víspera profesional a su regreso al Barça. En A Madroa pidió que se le instalase una zona en altura para seguir los entrenamientos. Allí estrenó su luego memorable andamio.
Habitualmente distante con los medios de comunicación desde su etapa como futbolista, y reacio a las entrevistas, Luis Enrique accedió a exhibir su parcela más personal primero en unas sorprendentes comparecencias con los aficionados en la plataforma Twitch, mientras dirigía a España en el Mundial de Catar, y posteriormente en un documental que se hizo llamar «No tenéis ni puta idea» y del que se viralizó el momento en el que habló por primera vez de algo tan íntimo como la muerte de su hija Xana.
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— Fútbol en Movistar Plus+ (@MovistarFutbol) May 31, 2025
Junto a las imágenes de la pequeña, cuando plantó una bandera del Barça en el terreno de juego con la Orejona del 2015, Luis Enrique expresó su deseo: «Espero que pueda hacer lo mismo con el PSG». Horas antes de la final, su otra hija Sira compartió una fotografía. La de un veterano aficionado entre la multitud antes del partido. En su espalda, un 9 y el nombre de Xana. La única estrella que Lucho quería encendida.