
El australiano Plapp gana escapado en Castelraimondo en una etapa en la que descansaron los favoritos, especialmente, Ayuso y Roglic
17 may 2025 . Actualizado a las 20:03 h.Unos metros más adelante de la línea de meta de Castelraimondo, en La Marca, han formado un conciliábulo entre Ulissi, Fortunato, algunos auxiliares de su equipo y un par de periodistas de la vieja escuela, con muchos Giros a la espalda, y que todavía utilizan esos trasnochados chalecos de fotógrafo, con muchos bolsillos para guardar los carretes que hace décadas que no se utilizan.
Ninguno de ellos estás atento a la maniobra de Juan Ayuso, que en cabeza del pelotón, ha pegado un latigazo en los últimos 500 metros, en ligera subida, y ha sorprendido a Roglic, para rebañarle apenas un segundo y tal vez un poco más de moral. Está en forma el corredor español, exuberante, aunque el esloveno calcula y reprograma sus fuerzas cada día.
La reunión improvisada de los corredores del Astana, se realiza en torno a un cronómetro. Cuando restan los tiempos del pelotón a los que han conseguido ellos, que llegaron unos minutos antes, estallan de alegría porque Diego Ulissi ha conseguido arrebatarle la maglia rosa a Primoz Roglic, que no parece muy contrariado por ello, y para un ciclista italiano, vestirse con el jersey de líder del Giro es una cosa muy grande, que consigue a los 35 años, después de ocho victorias de etapa, pero que nunca acarrearon un premio tan extraordinario.
No se recuerda ningún caso en la historia en el que algún ciclista de su país renunciara a tal honor, acaso Alfredo Binda, que después de ganar cuatro de las cinco ediciones entre 1925 y 1929, fue persuadido por los organizadores para que no corriera en 1930. Temían perder audiencia, aburrir a los espectadores y vender menos ejemplares de La Gazzetta. Hicieron cálculos y le ofrecieron dinero por no tomar la salida, Binda hizo los suyos: pidió el dinero que iba a embolsarse por ganar y también los premios de las etapas que preveía llevarse. Calculó que serían seis. Cambió el honor de vestirse de rosa por 22.500 liras.
Así que la alegría de Ulissi en la meta era genuino. Se vestirá de rosa este domingo, camino de Siena, en la etapa de los tramos de tierra, por parte del recorrido de la Strade Bianche, una de las más temidas. Fue una concesión gratuita de Roglic, el líder, y el resto de los favoritos del Giro, que decidieron levantar el pie y permitir la guerra de guerrillas entre quienes intentaban hacer fortuna con una escapada.
Por una vez, el pelotón descansó. Sin tomárselo en broma, el UAE y el Bora, los equipos de los dos hombres que parecen destinados a jugarse la victoria, se tomaron un respiro. Y hubo varios afortunados entre quienes salieron a pelear. El más beneficiado fue Ulissi, con ese jersey rosa, pero también su compañero Fortunato, que al margen de que ahora es segundo en la general, se afianza con la maglia azzurra, que identifica al líder de la clasificación de la montaña. Y claro, el ganador de la etapa, el australiano Luke Plapp, es también uno de los que más sonreían en la línea de llegada. «Llevábamos semanas marcando esta etapa como objetivo. Por la mañana en el autobús estábamos muy ilusionados», confiesa antes de desvelar el operativo, que tiene que ser perfecto para que funcione.
«La lucha por la escapada fue increíblemente dura. Arriesgué y se formó un grupo enorme. Al final, valió la pena». Consciente de algunas de sus limitaciones, Plapp hizo lo correcto. «Ataqué en solitario a 45 kilómetros de la meta porque sabía que no podía ganar a ninguno en un esprint». El primero en moverse siempre tiene una ventaja. «Pensé que valía la pena intentarlo».
También Igor Arrieta, lugarteniente de Juan Ayuso, chico para todo del fenómeno español, como lo fue su padre —también en el Giro—, de Miguel Indurain, que se lanzó a buscarlo en los últimos kilómetros, distanciando a quien sería líder después, Ulissi, y a Kelderman, en un vano intento por alcanzar al australiano, que no se dejó, para llegar en solitario a la meta y vivir la gloria de una victoria de etapa. Grita «¡Crazy, crazy!», qué locura, cuando se encuentra con la auxiliar, que le abraza con fuerza antes de darle el botellín de una bebida energética. Igor acaba cuarto, después de estrellarse en Gaglione, la última pared entre los montes Sibilinos, y después de dar por hecho que Plapp era inalcanzable y asumir que Ulissi y Kelderman, más veteranos, más expertos, habían calculado mejor sus energías para relegarlo al cuarto lugar de la etapa. En Siena será otra cosa, por los tramos de tierra apisonada que pueden provocar pinchazos y averías, y distanciar a cualquiera de los favoritos de su objetivo.
O en la cuesta de Santa Catalina, que conduce a la plaza del Campo, donde se sitúa la meta, una subida que, en caso de que los inconvenientes no lleguen por el camino, servirá otra vez de termómetro para conocer la diferencia de temperatura entre Roglic y Ayuso.