
Los ganadores del Masters de Augusta, una vez que consiguen la chaqueta verde, pueden participar todas las ediciones que quieran. Allí acaba de estar Chema Olazábal. El logotipo de la NBA es una silueta del mítico escolta de los Lakers Jerry West. La NBA siempre ha sido y es muy cuidadosa con sus grandes emblemas y con su historia. Al fútbol le cuesta algo más mimar sus mitos.
Sea como fuere, hay una máxima que se cumple siempre: lo más importante del deporte son sus deportistas y el legado que dejan. En algunos casos, como el de Teresa Portela, una herencia a la que todavía le quedan páginas por escribir, a pesar de que en su currículo figuran siete participaciones olímpicas. Son muy pocos los ejemplos, en cualquier disciplina, de una carrera tan larga y tan en primera línea. Por eso sorprende la escasa consideración que tiene la Federación Española para con la deportista de Aldán. No se trata de regalarle nada en atención a los servicios prestados, porque tienen que mandar las mejores marcas en las clasificaciones. Tendrá que seguir ganándose sus oportunidades como lo ha hecho siempre. Pero sin trabas adicionales, sin obstáculos sin sentido que le cierren puertas. Sin generar problemas donde no los hay.
Los mejores dirigentes suelen ser los más anónimos, los que conocen el terreno que pisan y saben qué teclas tienen que tocar para facilitar la práctica deportiva en las mejores condiciones. Los peores, los que se creen más importantes que quienes compiten, que son los que realmente escriben la historia. En el caso de la Federación Española de Piragüismo sorprende más la polémica que ha suscitado porque al frente figura alguien, Javier Hernanz, que sabe de primera mano lo que cuesta llegar a la élite.
La palabra reconocimiento tiene dos acepciones, como comprobación y como gratitud. Y no son incompatibles.