
El regreso a A Coruña del clavecinista francés fue una experiencia memorable
26 jun 2025 . Actualizado a las 23:26 h.El regreso a A Coruña del clavecinista francés Pierre Hantaï (esta vez en las Capuchinas) fue una experiencia memorable que completó su extraordinario recital de hace año y medio en el Teatro Rosalía. Con programa consagrado a Bach, se benefició de una encantadora atmósfera decadente para dejar claro que es el líder del instrumento. Dejó la iglesia a oscuras con la única iluminación de candelabros (penumbra progresiva al caer la noche).
En la selección de preludios del libro para Wihelm Friedemann Bach se vio el gusto por los contrastes y la administración de las capas sonoras, superpuestas de forma que todo se escuchó en equilibrio y con nitidez. Tiene Hantaï técnica superlativa y dominio del estilo incontestable.
Siguió la Suite inglesa número 4, introducida por un coral. Más allá de una digitación clara y primorosa, en la lectura de Hantaï destacaron la matización, el sentido de la danza y el gusto por lo galante: acercamiento tremendamente flexible. La Sarabande sonó adecuadamente danzable; aunque siempre se distinguió cada línea melódica, en una oportuna deconstrucción de la música, como salió a la luz en la exposición estructural de los menuettos.
Faltaba la joya de la corona, con la Suite inglesa número 6 que abrió una versión del monumental Preludio y allegro de perfección catedralicia, en el que el sentido rítmico y dinámico de cada inflexión dio pleno sentido estético a lo que de otro modo podría parecer un mero ejercicio técnico. El aplauso espontáneo surgido después (no fue para menos) contrarió a un Hantaï que tuvo que recomponerse para continuar, mostrando que también los genios son humanos. Se recompuso para cuajar una exhibición de técnica, estilo y transparencia que, sumada al enclave espectacular, corroboró que si Bach es una de las mayores manifestaciones artísticas del ser humano, Hantaï parece su profeta en la tierra. Las ovaciones merecieron dos propinas y el concierto bordeó las dos horas: se recordará por el espacio y por ofrecer a Bach en su mejor versión. Escucharlo en toda su compleja sencillez es un regalo.