Cines, móviles y mala educación

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

PRADERO

Pensé que obligar al público a dejar el móvil en una taquilla al entrar quizá no sería tan mala idea

07 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cines de Marineda City. Preparado para ver Regreso al futuro cuarenta años después. Llevo a dos niños conmigo, a los que les pido que no hagan ruido y disfruten de la proyección. Pero nada más empezar, la mujer que tengo delante saca el teléfono y ¡se pone a grabar el inicio de la película! Sí, esa práctica típica de los conciertos, donde la estrella es recibida con una marea de pantallas, ha llegado también a las salas.

Recordé ese momento de extrema estupidez con la noticia que leí en este periódico: Ricardo Darín tuvo que detener una de las representaciones de Escenas de la vida conyugal, representada hace unos días en el Colón. Yo asistí a la primera función y, afortunadamente, no pasó eso. Solo había un señor que se molestaba desde el principio porque el público se reía. «Esta gente se ve que no es de teatro», refunfuñaba. Esperaba la sesudez sueca de Bergman y no se daba cuenta del giro cómico argentino al que había sido sometido, que derivaba en carcajadas. Pobre de ese espectador si, en un momento de tensión dramática, cuando el matrimonio se desmorona y los silencios escuecen, apareciese un fogonazo de luz de alguien que tiene que contestar un mensaje en plena butaca, sin importarle el efecto de su gesto en los demás.

Algo similar me ocurrió en el preestreno de Leo & Lou en los Cantones Village. Ni siquiera era un WhatsApp. Se trataba de una señora con el brillo de la pantalla al máximo que se puso a buscar cosas en Google durante unos minutos, ajena a la molestia que causaba. Después llegaron otros destellos. Y pensé que obligar al público a dejar el móvil en una taquilla al entrar quizá no sería tan mala idea. Porque, a estas alturas de la película, nunca mejor dicho, apelar a la educación me parece una quimera imposible.