Javier Fernández Mariño, director de Noite Bohemia: «La escenografía da igual cuando te rodea un muro de más de 2.000 años»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

ANGEL MANSO

Llevan el teatro a lugares singulares como el Castro de Elviña o San Antón

23 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquier excusa es buena para disfrutar de una charla con Javier Fernández Mariño ( A Coruña, 1979), director del grupo de Teatro Noite Bohemia. Irradia tanta pasión por lo suyo que termina contagiando. Pero si además presenta su ciclo de teatro en espacios emblemáticos de la ciudad como Azcárraga, San Antón o el castro de Elviña y una nueva edición de la Mostra Internacional Area de Teatro (MIAT), que volverá a tener como escenario la playa de San Amaro, la entrevista es obligatoria. El sábado estuvieron en la plazuela de las Bárbaras con La casa de Bernarda Alba; mañana estarán en Azcárraga con Los gemelos, de Plauto; el 13 de julio en el Castro de Elviña con Edipo Rey, de Sófocles y el 20 llevan de nuevo a Lorca a San Antón, pero en este caso Yerma. «Al Castro de Elviña le pones unas luces, sin más, y no sabes si estás en un castro celta o en unas ruinas griegas, pero estás en Tebas con Edipo. Hay que aprovechar esos espacios», reivindica.

—¿Cuesta trasladar estas obras a escenarios tan singulares?

—Nuestras escenografías están siempre adaptadas para interior y exterior, para poder ir a teatros romanos y griegos. Si algo aprendí actuando en Mérida es que da igual la escenografía cuando tienes a tu alrededor un muro y unas columnas de nueve metros de alto que llevan allí más de 2.000 años. Cualquier cosa que pongas al lado parecerá un chiste. Y eso pasa en estos lugares tan especiales. ¿Cómo voy yo a fabricar algo mejor que esas piedras?

—Y, de paso, sacan el teatro a la calle.

—Nuestra intención es la misma, salvando las distancias, que Lorca con La Barraca. Queremos acercar el teatro a la gente. Sigue habiendo cierto estigma sobre ir al teatro, parece que es algo de lo que solo pueden disfrutar ciertas clases sociales. Y no solo eso, también está el tema de la edad. No ves a chavales en el teatro. Así que nuestro papel es sacarlo a la calle, devolvérselo a la gente, que todo el mundo tenga acceso al arte.

—Las piedras históricas hacen un buen escenario, pero celebran la próxima semana en la playa de San Amaro la MIAT, y ahí más que piedras hay arena.

—Pero es una playa muy especial. Cumple unas condiciones idóneas para el teatro. Por un lado, la forma, que parece un teatro romano, con la grada y todo. Después tiene detrás el frontón que hace que rebote el sonido, con una acústica fantástica. El mar es calmo, no hay ruido de oleaje ni viento, solo la bahía iluminada por la noche. Y a todo eso súmale el servicio que nos da el Club del Mar, que pone allí su barra para poder tomarte algo y tienes los servicios cerca. ¿Dónde encuentras algo así?

—O sea, que la MIAT no es exportable a otros arenales.

— Muchas compañías me llamaron para preguntarme cómo lo hacemos, pero es complicado. Hay playas maravillosas, como Razo, que lo tiene todo para hacer surf, pero teatro... No lo veo.

—¿Qué podremos ver este año?

—Tenemos un espectáculo de improvisación el 4 de julio, Épica vulgaris, con Improversados; Ancoraxe Teatro traerá el 5 Novecento, basado en la obra de Baricco y Amorodio Teatro estará el 6 con una obra que se titula A nai.

—Noite Bohemia cumple 18 años. ¿Con qué salud llega a la mayoría de edad?

—Con una salud maravillosa. Y con mucha actividad. Este año actuamos en el Teatro Colón, en Mérida, Sagunto, Bilbao, Grecia, Portugal... Me hace gracia ver cómo os chavales ya consideran algo normal actuar en un teatro romano como el de Mérida. Es su día a día, rodeados de capiteles bimilenarios [ríe]. Tenemos tres categorías aparte de la compañía de Noite Bohemia: Noitiña, que son los pequeñitos; la intermedia que es Abrente y el grupo de mayores, Eclipse. En total unas 160 personas. Me llaman de agencias para preguntarme si tengo una actriz de determinadas características para un papel. ¡Yo lo que tengo es una fábrica! Son chavales que tienen 18 años y 12 de experiencia teatral. Actuar es algo natural para ellos. Con la experiencia de haber actuado ante 3.000 personas en Mérida, una entrevista de trabajo no les va a poner nerviosos.

«Atravesamos una crisis de valores que deriva del desprestigio de las letras y las artes»

Fernández Mariño hace un llamamiento a la sociedad para recuperar la relevancia de la formación humanística: «La cultura no se fomenta con la misma intensidad que, por ejemplo, el deporte. No se promueve la participación en las artes escénicas. ¿Cómo vas a saber así si tienes un Yeremay de la interpretación en la ciudad? Una de nuestras actrices acaba de entrar en el elenco de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La única gallega, y salió de Noite Bohemia. Aún me acuerdo de cuando empezó, con once años. Hemos hecho cantera. Lo que plantas, termina por florecer», explica.

—¿Por qué no se promueve más la cultura entre los jóvenes?

—Estamos en una crisis de las humanidades terrible. Llevamos años bombardeando a nuestros jóvenes con que las carreras de ciencias tienen salida, que son el futuro y que dan más dinero, menospreciando a la formación más humanística. Y eso pasa factura. Termina viéndose, por ejemplo, en el bajísimo nivel político que tenemos en todo el mundo. Hay una crisis de valores que deriva del desprestigio al que sometimos a las letras, el arte y la cultura. Es algo que viene de lejos.

—Explíqueme esa pasión suya por el teatro clásico

—Es que es terriblemente actual. Recuperamos Las Troyanas, de Eurípides, una obra de hace 2.500 años que tiene una vigencia absoluta: una guerra en la que no hay vencedores, solo víctimas que no tienen nada que ver con el conflicto. Un texto que lleva siendo actual desde la antigua Grecia, que sobrevivió incluso a la Edad Media. Creo que merece que le dediquemos un ratito al menos. Lo que no quita que también representemos a Lorca, al que le pasa lo mismo: Yerma es tan actual ahora como hace cien años.