Las aves, un problema para la hostelería: «Hay zonas completamente cubiertas por las heces de las palomas»

A CORUÑA

Los locales del centro de A Coruña tienen que hacer frente a la suciedad y los desperfectos que provoca la fauna aérea en plena temporada de terrazas
12 jun 2025 . Actualizado a las 19:17 h.No es un problema nuevo, pero sí un problema grande. Los hosteleros de A Coruña están siendo asediados por los pájaros, como en una versión —menos tétrica, eso sí—, de aquella película de Hitchcock. En las horas de mayor revoloteo no duran los restos de alimentos en las mesas ni un minuto. Enseguida hacen acto batiente de presencia las palomas o (peor aún) las gaviotas. «Nos llegó a pasar que le servimos a un cliente el cruasán del desayuno y, antes de que pudiera hundir el tenedor, ya se lo había llevado una gaviota», cuenta Alberto Boquete, del bar 1783 de La Marina.
Es precisamente esta una de las zonas más afectadas por su proximidad a la costa y la gran extensión de sus terrazas. Pero el hurto de aperitivos no es el único incordio. Los animalillos también tienen la costumbre de aliviarse los vientres en la calzada o sobre las mesas y sillas de los bares. Y el rastro que queda no es ni fácil ni agradable de eliminar. «Limpiamos regularmente la zona con lejía para desinfectar, pero sirve de poco porque en nada se vuelve a llenar todo de suciedad. Nos gustaría que se planteara la idea de intensificar un poco la limpieza municipal en la zona», prosigue Bosquete.
Algunos establecimientos tienen la suerte de tener un ambiente exterior guarecido casi completamente por los soportales. Es el caso del Quai Café, donde se respira una sensación general de tregua —no exenta, no obstante, de ciertos percances y episodios pasados—. «Es cierto que lo notamos menos que otros bares, pero aun así sigue habiendo palomas que se suben a las mesas», apunta la camarera del local Jessica Delgado. En su memoria está grabado un animalillo alado de tendencias marcadamente kamikazes. «En una ocasión, una paloma entró directa por la puerta y se nos coló dentro del bar».
El callejón de la Estacada es como un campo de batalla bombardeado por restos de blanco y marrón. Uno de los puntos calientes del centro. De los retretes preferidos por las aves locales. Se ve esto en los adoquines del suelo, en las paredes y hasta en los tejados. Hay en el lugar una valla completamente cubierta de evacuaciones. Si se levanta un poco la vista se descubren, mimetizadas con el gris de las fachadas, bandadas enteras de palomas que miran y descansan y hacen suyos los recovecos de este rincón de la ciudad.
Los hosteleros de La Marina, que están en continua comunicación para hacer frente unido cuando surgen las contingencias, preparan ahora un informe para notificar al Ayuntamiento los problemas de salubridad que sufre el área. La cosa va más allá de la fauna aérea. En las noches de fiesta son también habituales las micciones humanas.
«Tenemos que pedir cuatro veces más vasos por los destrozos»

«Estamos notando mucho los destrozos de las gaviotas y las palomas en el número de vasos que se rompen. Se posan en las mesas y lo tiran todo. Ahora tenemos que pedir muchas más cajas de copas para reemplazar». Es el relato de Victoria Ramos, de la cafetería Tortoni, justo enfrente de la iglesia de San Nicolás. Creen que la situación ha ido a peor en los últimos tiempos. Al menos, esa es su percepción. «Sí parece que ahora hay más palomas y gaviotas. Antes era más fácil que vinieran a retirar nidos. Se posan en las mesas, aunque haya gente, para recoger las migas y las sobras de comida, y el problema es que hay muchas personas que aún les dan comer y las atrae», añade Ramos, exasperada por una contingencia que, en realidad, es muy difícil de controlar. «Cuando vamos a limpiar están las mesas llenas de heces».
«Hacemos mucho hincapié en que los clientes no den de comer a las palomas»

Cada vez son más los coruñeses y turistas familiarizados con el Breen's Tavern y su ubicación privilegiada. En plena plaza de María Pita. Pero esto también tiene su (llevadero) revés. Parte de la terraza está expuesta a las escurridizas digestiones de los pobladores del aire. En ocasiones, son los propios clientes los que propician las invasiones indeseadas. «Nosotros hacemos mucho hincapié en que los clientes no den de comer a las palomas ni a las gaviotas, porque corren el peligro de que les tiren las copas o de que defequen encima de las mesas», explica Daniel Vázquez, encargado del céntrico local. Pero también son conscientes de que hay una parte contra la que no se puede luchar. «Es la naturaleza», se resigna.