Cristina Sánchez: «Mi máxima desde el principio es: "ingenioso y poco ostentoso"»

A CORUÑA

Arquitecta de formación, defiende el valor de los talleres locales de joyería
01 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Para Cristina Sánchez (A Coruña, 1985), la joyería empezó como un juego. Sus primeras piezas fueron los anillos de plata que regaló a sus amigas cuando cumplieron 25. Pero aquello que no veía como «algo serio del todo» se ha convertido en una firma consolidada que, desde el centro de la ciudad, está presente en todo el mundo a través del comercio online, puntos de venta en varios países y, desde hace tres años, su tienda en la calle Juana de Vega. A finales de este 2025 espera abrir otro local en Madrid.
—¿Cómo nació Sansoeurs?
—En el último año de Arquitectura solo tenía el trabajo de fin de carrera, necesitaba algo que me diese un poco de alegría. Y empecé, con mi hermana, haciendo composiciones con objetos que tenía en casa. Eso plantó una semillita en mi cabeza. Empecé a imaginar todo lo que había alrededor de las joyas, no solo el objeto que haríamos sino cómo me gustaría contarlo, qué estética tendría la marca, cómo se llamaría... Cada rato libre que tenía me dedicaba a ello. Lo primero que hice en el 2010 fue montar una web. Me empecé a fijar mucho en el sector, intentando averiguar cuáles eran las vías de crecimiento, de convertir Sansoeurs en un proyecto serio. Pero siempre sin presión.
—Y seguía trabajando. Se marcha al extranjero, y luego llega a Inditex.
—Tuve la oportunidad de trabajar en Inditex un año como diseñadora de complementos por haber montado la marca. Esa experiencia me cambió la forma de ver este sector y decidí intentarlo el cien por cien de mi tiempo. Y de eso hace diez años.
—La joyería es un sector muy clásico. ¿Buscaba hacer algo que conectase con gente a la que igual no le apetece ponerse las perlas de su madre?
—Desde que empecé, mi máxima siempre es: «ingenioso y poco ostentoso». Empezamos con pendientes de efecto múltiple, anillos y collares muy finitos, efectos ópticos que no sabes cómo se sostiene el pendiente. Hace diez años había muy poquito de esto. Casi todas las joyerías vendían piezas de las de siempre, importantes. Mi intención era hacer algo de joyería como objeto valioso por su valor intrínseco y por poder meter algo de ingenio en el diseño. Que yo, que no me gustaba nada, lo pudiese llevar todos los días y no sentirme disfrazada. Objetos que pudieran ir contigo.
—Es además joyería artesanal, hecha a mano en talleres locales.
—Para mí es muy importante. Hace años existía en A Coruña una tradición joyera muy fuerte, que yo ya no conocí. Pero los artesanos que quedan, que han sabido adaptarse a todo este cambio, es gente que lleva trabajando en banco de taller desde los 16, han pasado por todas las fases de la producción de joyería. Para mí es un aprendizaje increíble trabajar mano a mano con ellos.
—Tras tantos años en el mundo digital o con puntos de venta en otros establecimientos, ¿por qué decidió abrir una tienda en la ciudad?
—En la pandemia, en vez de comunicarle a la gente «el mundo se va a acabar, compra joyas», decidimos hacer un proyecto que se llama Let's Spread Beauty, transmitir belleza a través del trabajo de gente que admiramos. Era una vía de escape, nos inspiraba cuando no había nada inspirador y manteníamos con nosotros a los clientes a través de algo bonito. Esos tiempos eran tan convulsos, que quería volver al trato humano. La idea me rondaba la cabeza pero nunca parecía el momento correcto. Vi este local, estaba muy cerca de nuestro estudio y me pareció que tenía muchas posibilidades por la doble fachada a dos calles. Y fue lo mejor que podíamos haber hecho.
«No comulgo con el modelo de colaboración con “influencers”»
—Con las redes sociales, ¿el alcance se multiplica?
—Mira, una cosa que no hacemos bien, pero por decisión propia, es que no colaboramos con el sistema de influencers para publicitar las marcas. En todos estos años me han insistido muchísimo desde la parte de márketing, pero yo no consigo comulgar con esa forma de vivir. No quiero formar parte.
—¿Hay excepciones? Por ejemplo, ha diseñado el anillo de compromiso de Gala González.
—Para mí Gala es una persona con muchísimo talento, fue una de las pioneras. No la considero una influencer como el resto. Es una comunicadora muy importante para las marcas. Nos une una amistad personal y me pidió si le podía ayudar porque tenía unas piedras que había comprado en un viaje con su pareja y tenían un valor sentimental importante y quería que pensáramos cómo transformar esas piedras en un anillo de compromiso.
—Imagino que precisamente los anillos de compromiso son una de las estrellas de la marca.
—Tenemos un público concreto de anillos de pedida, alianzas, regalos especiales. Al final es oro de 18 quilates y diamantes, no hacemos una joyería asequible. Vienen cuando quieren hacer un regalo bueno o necesitan una pieza buena.
—¿Hay mercado entonces para este tipo de joyería? ¿En A Coruña también?
—Sí, sí. A Coruña es un caso particular porque tiene un montón de gente sensible al diseño, con un criterio estético muy fuerte, gracias a toda la industria de moda. No sé si es la única razón, pero no creo porque tenemos público de todas las edades. A mí lo que más me gusta es el público masculino, que viene no aleccionado pero sí un poco dirigido. Siempre se dan situaciones tiernas.
Cosas de hermanas: La marca juega con las primeras letras de su apellido y soeurs, hermanas en francés. Y es que su hermana Estefanía es «mi otra mitad. Es la persona a la que recurro siempre, somos muy afines. Ella no está implicada directamente en el proyecto, pero sí le consulto todo».