
«Lilo y Stitch» es la última película de dibujos animados readaptada con intérpretes reales. Se une así a una larga lista de clásicos infantiles
02 jul 2025 . Actualizado a las 09:41 h.Lilo y Stitch han se han convertido en los últimos en ser interpretados por actores de carne y hueso, pero no son los primeros ni los únicos. Este nuevo remake de Disney, que se estrenó a finales de mayo, es el más reciente de una larga lista repleta de clásicos, en la que también se encuentran algunos como Cenicienta, Scooby Doo o La bella y la bestia.
Y es que lo de rescatar viejas historias no es nada nuevo. Forma parte de lo que se conoce como live action, una técnica cinematográfica que consiste en realizar adaptaciones protagonizadas por personas reales basadas en películas de animación. Es decir, cambian la estética, la técnica y los efectos, pero la esencia de la historia se mantiene. Por eso, estos largometrajes, que toman como punto de partida clásicos de muchas infancias, afrontan un gran reto: hacer sentir al espectador lo mismo que experimentó con la animada. Parten de un listón muy alto que puede ser un arma de doble filo y, por este motivo, generan opiniones contrarias entre los más nostálgicos.
Pero empecemos por el principio. Todo comenzó en los años 90, con El libro de la selva (1994), primero, y 101 Dálmatas, poco después (1996). Si bien es cierto que estas versiones presentaban diferencias respecto a las originales —la de El libro de la selva, por ejemplo, era una adaptación más libre, que no seguía a rajatabla la historia original— estas ideas sirvieron para sentar las bases y abrir la espita de esta tendencia.
Disney es, precisamente, el reino del remake, la productora que más ha apostado por el live action. Da buena cuenta de ello Víctor López, fundador de la empresa de animación Krakatoa y creador de la serie Pocoyó: «Son expertos en transformar y evolucionar contenidos», sentencia. Y es que ese es, al fin y al cabo, el origen de su éxito: «Todas sus primeras películas ya están basadas en cuentos clásicos adaptados para las nueva audiencias: Blancanieves, Pinocho, Dumbo, Bambi, La Cenicienta y un sinfín de títulos», enumera Víctor López que es, además, profesor en el Master en Produción Xornalística e Audiovisual (MPXA) de la UDC, coorganizado por la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre y la Fundación Amancio Ortega.
Pero, ¿por qué lo hacen las productoras? ¿Por falta de creatividad? ¿Para intentar seguir sacando rédito de viejos éxitos? Víctor López habla de «creatividad industrial» a la hora de identificar el germen del live action: «A diferencia de otros movimientos generados en nuestra industria, este no tienen su origen en la creatividad más esencial», explica.
El público objetivo de estas películas no solo está en los más pequeños y las nuevas generaciones, sino que hay un nicho de mercado importante en aquellos que crecieron con estos clásicos. Es decir, si lloraste con Dumbo, eres carne de cañón para sentarte en una sala de cine y ver una de estas versiones. «Se trata de usar contenidos conocidos por el público apelando a los adultos que crecimos con un Disney que controlaba el entretenimiento audiovisual infantil», explica Víctor López. Esto, añade el experto, está directamente relacionado con una problemática que enfrenta el sector audiovisual: «En el fondo, nos preguntamos cómo podemos reducir el riesgo y, por tanto la inversión, de construir una marca nueva en un momento donde la audiencia está tan fragmentada», lamenta.
Lo que viene
Aunque no todos convencieron ni a público ni a crítica, algunos de estos remakes han quedado para la historia y han hecho honor a las historias originales en las que se inspiraron.
Uno de los que más recaudó fue el de El rey león (2019). Un cuarto de siglo después del estreno de la icónica versión original de los años 90, Simba volvía a rugir y el director Jon Favreau apostaba por una propuesta digital fotorrealista. El propio Favreau definía este remake como un «desafío», por el éxito que había cosechado la primera versión, pero consiguió 1.663 millones de dólares en taquilla, frente a los 968 millones que recaudó la original.
Otra de récord fue Barbie (2023). La película de Greta Gerwig, con Margot Robbie y Ryan Gosling como protagonistas e inspirada en la muñeca de plástico, se convirtió en un fenómeno mundial. Tanto fue así, que, con una recaudación de 1.447 millones de dólares, se convirtió en la película más taquillera de la historia de Warner Bros —superando incluso a las de la saga Harry Potter— y en la más lucrativa de la historia dirigida por una mujer en solitario.
Uno de los últimos que, sin embargo, no terminó de convencer fue el de La sirenita (2023). Volvía a contar la historia de Ariel que triunfó en 1989 y, por primera vez, lo hacía con una protagonista negra. Sin embargo, recaudó 569,6 millones de dólares a nivel mundial, lo que la sitúa muy por detrás de El rey león y Barbie.
Entonces, ¿cuál es la receta, si es que la hay, detrás de casos como estos? ¿Cómo se puede lograr un doble éxito de tramas ya contadas? El experto en animación Víctor López cree que la fórmula para estos casos no dista demasiado de la necesaria para que un producto nuevo funcione: «Las claves son las mismas de siempre y son aplicables a cualquier contenido. El director y el productor ejecutivo, es decir, los responsables creativos del proyecto, tienen que procurar que la historia funcione, que tenga alma, que sea creíble visualmente, que conmueva y que sorprenda», argumenta.
Y esto no para. Si es que será por películas icónicas de dibujos a las que se les puede dar una nueva vida con actores de carne y hueso. Próximamente, está previsto que se estrenen las adaptaciones de títulos como Vaiana, Bambi, Merlín, Hércules o Los aristogatos; así como las segundas partes de Cruella o Aladdín.
En cuanto a lo que queda por hacer, los expertos tienen sus propias apuestas. Víctor López se decanta por dos propuestas. La primera, Samurái de ojos azules, una serie original de animación de Netflix; la segunda, es un proyecto más personal: «Se llama Holmes & Houdini y es un cómic que está pensado para ser serie de animación, pero podría hacerse en imagen real», concluye.