Pedro del Castillo, de padre primerizo a estrella de TikTok: «Si tu baja de paternidad fueron unas vacaciones, a lo mejor no has vivido la baja de paternidad»
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«Como hombre, a la mínima que haces algo con tu hijo, te llevas el premio al padre del año», admite este periodista que vivió un flechazo de anuncio con su mujer y una boda que amenazó con dejarle sin derbi Real Madrid-Barça. Su hija Lola llegó con venaza artística... y un gran cambio bajo el brazo. Hoy Pedro golea en redes con sus «píldoras» familiares...
29 ene 2025 . Actualizado a las 21:29 h.Todo empezó para él, si nos atenemos al amor, hace diez años en una cafetería. Esa fue la primera semilla del éxito, que en su diccionario particular es sinónimo de 'familia'. 2 de diciembre en el centro de Madrid. Había que grabar un anuncio de Navidad que su empresa le había encargado dirigir, guionizar y montar a él. Si quería actores, debía tirar de amigos, y se acordó de «una chica espectacular» que le hizo creer, por primera vez, en el amor a primera vista. Pedro quedó con Bea en la Puerta del Sol y le dio el papel de prota del spot, y a sí mismo (por la cara) el de chico enamorado. «No por un tema de protagonismo, fue algo estratégico en términos de amor». Así ha contado en redes y así escribe en Diario de un padre primerizo Pedro del Castillo el comienzo de su peliculera historia de amor con Bea, «la chica del spot». Y después llegaron una pandemia, un embarazo, un ingreso en la uci de neonatos, un permiso de 16 semanas, un nuevo flechazo y un gran salto profesional. Desde esa empresa en que le dijeron «cambiar pañales y eso de la conciliación no va con nosotros» a sostener su proyecto en la red.
—¿Sientes, como padre primerizo que triunfa en TikTok, que estás inaugurando un modelo de paternidad que está en pañales?
—Me da mucha responsabilidad, e incluso pudor, decir que yo estoy inaugurando otro concepto de padre. Sí que creo que ahora hay un movimiento, una manera de entender la paternidad, más consciente. Yo lo vengo viendo desde hace años. Tengo amigos por delante, que me sacan años y que tuvieron hijos antes que yo, en los que veía esa inquietud por conciliar, por estar presentes en casa. Y eso está en boca de todos desde hace cinco años o así. ¿Qué ha pasado, cuál es la gran diferencia? El permiso por paternidad.
—¿Qué supone este permiso?
—Nos ha dado a los padres no solo tiempo, sino la oportunidad de enamorarnos de la paternidad. Yo esta conversación la he tenido con mi padre, de una generación distinta. Cuando mi madre dio a luz, él tuvo que incorporarse al trabajo al día siguiente, o a los dos días. La realidad que mi padre se encontró es que llegaba cansado del trabajo a las seis y se encontraba a un niño que lloraba, al que había que cambiarle el pañal. Y al día siguiente, vuelta. Yo, como pude coger de permiso cuatro meses desde el principio, me encontré con todos esos llantos, los pañales y el cansancio de madrugar tras levantarte mil veces en la madrugada...; pero también los paseos por el parque, los ratitos de tener al bebé en brazos con tranquilidad, el comer tranquilo con Bea, mi mujer. Disfruté de un conjunto más completo de lo que es la paternidad. Esto lo cambia todo.
—Y la mucha información que hay...
—Sí. Hoy hay muchos conocimientos y mucha información. Sobreinformación incluso. Eso tiene sus pegas. Nos hemos dado cuenta de que el papel de un padre es muy importante, ser un padre presente. Antes era «ya la madre se encarga». Hoy nosotros no tenemos que traer solo el dinero, sino que debemos y podemos aportar mucho a nuestros hijos a nivel psicológico, emocional, de cuidado, de juego...
«La paternidad se asemeja, guardando las distancias, a una montaña rusa, a una atracción llamada El Abismo, a la que subí en Madrid hace cosa de diez años con un amigo...»
—Hemos visto una evolución de los padres, de apenas comunicarse con sus hijos a ser los encargados de llevarlos al partido. En esas tareas más pequeñas, como ordenar la ropa de los niños o calmarles en el llanto, últimamente ha habido una evolución. ¿La paternidad tiene una parte de dolor que debes asumir para disfrutarla?
—Hay un capítulo del libro sobre una conversación que tuve con Bea, en que le digo que después de un tiempo veo que la paternidad se asemeja, guardando las distancias, a una montaña rusa. A una atracción llamada El Abismo, a la que subí en Madrid hace cosa de diez años con un amigo. Dices: «Impone, pero venga, ¡me lanzo!». Y luego, estando en la cola, te empiezan a temblar las piernas: «A ver si me voy a marear...». Algo parecido sentí al ser padre. Te lanzas y no hay vuelta atrás. Cuando nace tu bebé, ese día es pura adrenalina, y dices: «¡Pa’ lante!». Pero, cuando vas subiendo, hay momentos en los que te quieres bajar, en los que dices: «Esto no era para mí». Otros momentos en los que lo disfrutas. Otros en los que se mezcla todo: miedo, alegría, pánico... Un cóctel molotov. ¿Cuál fue mi sensación al bajar de El Abismo? Le dije a mi amigo: «Aquí he vivido de todo, pero me quiero volver a subir. He tenido momentos de cansancio, de lágrimas, de crisis con mi pareja... Parece que si algo es muy cansado, no puedes ser feliz. Yo creo que puede darse ese equilibrio. No todo son flores, pero en conjunto a mí me parece una aventura maravillosa.
—En tu «Diario» hay momentos críticos, que no eluden los bajones. ¿Hacer lo que hacen las madres ayuda a valorar que dar el pecho o cambiar el pañal son hacer mucho?
—Total. Sí. Y en esa línea, siendo padre también empiezo a ser consciente de lo que han hecho mi padre y mi madre por mí en un momento en que los padres no se involucraban tanto. Veo los esfuerzos de mi padre por educarme con amor.
—¿Una anécdota que cuentas, que parece ir dirigida contra el método Estivill, en que tu madre desistió de dejarte llorar y menos mal, es real? No acabo de hacer el «spoiler»...
—Sí, es real. Es una anécdota que mis padres me han recordado alguna vez como para comprobar que no había generado un trauma. Y yo les decía a mis padres: «Por supuesto que no». Tal como lo cuento ahí, es mala suerte...
—Muchas veces nos han hecho desconfiar del instinto maternal.
—Sí, y es un instinto que siempre tiene que ser escuchado. Muchas veces parece que se intenta acallar ese instinto. Hay un instinto general, y también uno muy particular de cada madre con su niño. Una madre puede saber si su bebé está llorando por miedo, por hambre... Y ese instinto te puede ayudar a adaptarte a tus necesidades y a las de tu hijo.
«A veces me he sentido culpable, me he equivocado y he llorado (por haber perdido los nervios, por no haber estado más atento con los niños o con mi mujer), pero al día siguiente no sigo diciéndome 'qué mal padre soy'... La culpa no es constructiva»
—Quizá la culpa no es un sentimiento exclusivo de las mujeres. También puede aparecer en hombres que están en la paternidad. En una entrevista, el periodista Adrián Cordellat se reconocía como un padre perseguido por la culpa. ¿Te identificas?
—Te diría que Bea es más preocupona y muchas veo que asume más culpa o responsabilidad que yo. En mis tres años de paternidad sí te puedo decir que ha habido momentos en que no he sabido gestionar cosas que hecho, lo que básicamente tiene que ver con la culpa. También he de decirte que vengo de una familia en que mis padres y mis hermanas estudiaron Psicología. La culpa, en términos generales, no es buena si no es constructiva. Si hago una cosa mal, me planteo que no vuelva a ocurrir o intento tomar medidas oportunas para que eso no se dé. Pero acusarse o decirse «soy una mala madre», «no estoy a la altura de lo que se merecen mis hijos», no es constructivo, deshace la autoestima. Yo a veces me he sentido culpable, me he equivocado y he llorado (por haber perdido los nervios, por no haber estado más atento con los niños o con mi mujer), pero al día siguiente no sigo diciéndome «qué mal padre soy, qué mal esposo».
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—Socialmente, la culpa se achaca mucho más a las madres...
—Lo que veo es que si Bea comete un error (como que se le pasa un día la merienda) socialmente la culpa va para ella. Si a Bea le ven dando la merienda al niño es normal. Si yo estoy con mi hijo jugando, ¡soy alabado!
«Una persona me dijo: '¡Hombre, yo he vivido la paternidad y sí son vacaciones!'. Y yo pensé: 'A lo mejor lo que tú has vivido no es la baja de paternidad'»
—En tu libro mencionas esa visión que hay del padre que coge la baja paternal como «un vago en el trabajo» o la idea del permiso como «unas vacaciones». ¿Aún se ve así, aún cuesta valorar el trabajo cotidiano en casa?
—Todo lo que cuento me pasó y es de hace dos años. No es «un amigo me ha dicho que en la empresa le han dicho esto o le han puesto estas pegas». Yo lo viví, y son comentarios que a veces se dicen en broma, pero ebn broma la verdad asoma... A mí una persona me decía: «Hombre, yo he vivido la paternidad y sí son vacaciones». Y yo pensé: «A lo mejor lo que tú has vivido no es la baja de paternidad». Yo antes de la baja me hice una lista de películas que ver, libros que leer... Y cuando llevaba mes y medio, le decía a Bea: «No he hecho nada». El bebé duerme mucho, pero ese es tiempo de avanzar con la casa, poner lavadoras, compra... Las empresas no pierden con la paternidad. Yo no le cuesto a la empresa. En mi caso, sí rompía la agenda. Creo que las empresas deben dar esas facilidades y veo que hoy ya hay muchas que apuestan por las familias, por la conciliación. Y esos son trabajadores más felices, más implicados, que se sienten más parte de la empresa porque los cuida.
—¿Referentes?
—Carlos González. También Álvaro Bilbao, Lucía mi Pediatra, Mar López. Son expertos. Yo simplemente soy papá y voy contando mi experiencia, pero no me atrevo a dar grandes consejos.
—¿Cómo es convertirse de la noche a la mañana en estrella del TikTok?
—Un día compartes un vídeo y al día siguiente ese vídeo, no sabes por qué, ha llegado a millones de personas. El crecimiento en redes fue impresionante. Y me volqué en compartir más contenido, también por aprender de algo tan maravilloso como es la paternidad. Cada día hay una pequeña lección de vida en la paternidad. Ser primerizo te permite ver la vida con sorpresa y perdonarte ciertos errores. El haber sacado tanto al principio a mi hija Lola no fue un acierto. Eso lo cambiaría, por todos los peligros que hay. Bea y yo queríamos seguir compartiendo la alegría de la familia, pero sin sacar a nuestros hijos.