Arabia irrumpe en el Miño con la compra del palacio más codiciado del norte luso

Monica Torres
Mónica Torres MONÇAO

SALVATERRA DE MIÑO

camara de Monçao

El suntuoso conjunto de Breijoeira, con viñedos, teatro y capilla, es del siglo XIX y estaba a la venta por 25 millones de euros

02 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El Palacio da Brejoeira, una de las joyas arquitectónicas más admiradas del norte de Portugal, ya tiene nuevos dueños. Situado en Monção, a apenas seis kilómetros del centro de Salvaterra do Miño, este imponente conjunto neoclásico del siglo XIX —conocido como el Versalles portugués— ha sido adquirido por inversores saudíes o estrechamente vinculados al entorno económico de Arabia Saudí. La operación fue confirmada al diario portugués Público por Emilio Magalhães, accionista mayoritario con un 55?% de la sociedad propietaria. Aunque no han trascendido ni el precio final ni la identidad de los compradores, debido a una cláusula de confidencialidad, el inmueble llevaba más de siete años en venta y el último valor público estimado rondaba los 25 millones de euros.

Más allá de su valor simbólico y arquitectónico, la venta marca un hito inédito, ya que sería la primera vez que capital vinculado a Arabia Saudí invierte en un negocio vitivinícola en Portugal. Sin embargo, diversas fuentes apuntan a que el verdadero interés podría estar en el potencial hotelero del conjunto.

En 2021, la publicación de un reportaje en la revista Forbes generó un pico de interés internacional. La revista estadounidense lo presentó como una joya inmobiliaria con potencial turístico y enológico. Desde entonces, las ofertas se multiplicaron. No le han faltado pretendientes: desde grandes bodegas de Oporto hasta inversores europeos.

Al parecer, la operación ya está cerrada, aunque los detalles permanecen bajo reserva. Lo que sí está claro es que el futuro de Brejoeira abre una nueva etapa. Todo apunta a que sus nuevos propietarios explorarán su conversión en hotel boutique o destino turístico exclusivo.

La historia del palacio está inseparablemente unida a la figura de María Hermínia d'Oliveira Paes, quien lo heredó en 1937 y vivió allí hasta su muerte en 2015, a los 97 años. Su padre, un empresario de Oporto, le regaló la propiedad cuando cumplió 18. «Este palacio es un cuento de hadas. Ella nunca quiso venderlo, pese a que tuvo muchos pretendientes», recordaba Magalhães. Fue Hermínia quien impulsó la marca vitivinícola Palácio da Brejoeira en 1976, centrada en la producción de albariño, y quien decidió abrir sus puertas al público en 2011.

Desde entonces, más de 300.000 personas han disfrutado de visitas guiadas por sus estancias históricas, jardines, bodega y capilla. La experiencia ofrece un recorrido inmersivo por la vida aristocrática de época y por el proceso de elaboración del emblemático albariño de la casa.

El edificio principal, construido entre 1806 y 1834 por el arquitecto Carlos Amarante, se organiza en forma de L y cuenta con tres torreones. Entre sus espacios más notables se encuentran una biblioteca, un jardín de invierno, varios salones de estilo imperio y oriental, un teatro privado y una capilla, todos decorados con piezas originales.

La finca que lo rodea es mucho más que un viñedo. Con 30 hectáreas de extensión, incluye uno de los jardines históricos más cuidados del norte luso, donde destacan árboles centenarios y una colección de camelias de más de doscientos años, organizadas en un espacio específico dentro del parque: un verdadero santuario botánico que florece cada invierno.

Entre las construcciones auxiliares se encuentra también un teatro privado, de pequeñas dimensiones pero con una atmósfera singular, concebido para acoger veladas culturales y representaciones íntimas. A este se suma un invernadero de época, varias fuentes ornamentales y un lago artificial que rodea un elemento muy apreciado por los visitantes: la Ilha dos Amores, una pequeña isla romántica a la que se accede por un puente o en barca, y que forma parte del legado paisajístico diseñado por Jacinto Matos, el jardinero mayor de la Casa Real portuguesa.

La disposición de los espacios sigue la lógica del paisajismo romántico del siglo XIX, con recorridos curvos, perspectivas cambiantes y sorpresas visuales: desde grutas artificiales a bancos escondidos entre camelias. No es casual que este entorno haya sido escenario de encuentros diplomáticos y discretas estancias de personalidades, incluyendo —según se dice— una reunión entre Franco y Salazar en los años cincuenta.

Hoy, todo ese conjunto —que mezcla arquitectura, historia, vino y paisaje— queda a la espera de su próximo capítulo, uno que podría convertirlo en un destino internacional, pero que sigue profundamente anclado en el Miño.