Roi Pereira, un acróbata multideportivo

M. V. F. VIGO / LA VOZ

VIGO

CEDIDA

Entrenador de gimnasia y taekuondo, saltó de un deporte a otro de niño hasta enfocarse en esos dos

12 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El deporte ha sido una constante en la vida de Roi Pereira (Vigo, 1988), que no viene de familia de deportistas, pero que desde niño practicó varias disciplina, se formó académicamente en este ámbito y ha acabado dedicándose profesionalmente a ser entrenador de gimnasia acrobática en el Flic Flac vigués. Empezó con natación y tenis, para luego adentrarse en el mundo del remo y de ahí, pasar al taekuondo, que sigue practicando hoy en día.

Su incursión en la gimnasia acrobática fue algo improvisado, que no veía venir. «Un muy buen amigo mío, Aarón Castro, estaba metido y me dijo que hacía falta gente y que si me apetecía probar», rememora. Relata que llegó casi «como invitado» cuando tenía 25 años, pero fue para quedarse. «Sabía que existía ese deporte, sobre todo por mi amigo, pero no sabía nada de él, estaba en blanco», reconoce.

Sus inicios fueron «haciendo prácticas». Le fueron «enseñando lo básico» mientras él terminaba la carrera; a continuación, fue sacando los títulos de los diferentes niveles de entrenador, a uno por año, hasta tenerlos todos en el 2016. «Me gustó empezar a trabajar con niños, hacer acrobacias que llaman la atención, lo típico que de niño juegas en la playa o en los muelles al saltar al agua», responde sobre qué encontró en este deporte.

Pereira, que completa su labor en el club con el rol de tesorero, lleva a los niños más pequeños, entre los tres y los seis años, más un grupo de competición con gimnastas ente nueve y diez, entre ellos, algunos «con buenas aptitudes» y que están intentando que «salgan hacia la vía internacional». No oculta la dificultad en el sentido de que se aprenden «habilidades motrices complejas», pero a la vez, sostiene que no se excluye a nadie. «Pedirle a un niño de diez años que salte desde los brazos de un compañero, se ponga a tres metros de altura, haga un doble mortal y caiga al suelo de pie requiere mucho trabajo, pero todo el mundo puede», subraya.

Cuenta que es un deporte de roles, con el del ágil, que normalmente es el más pequeño que lanza o es mantenido en las figuras de equilibrio, o el rol de base, el deportista que soporta al más pequeño. «Unos tardan más que otros en llegar, dependiendo, sorbe todo, de la motivación», sostiene. Al contrario de lo que se pueda pensar, asegura que las caídas no son habituales, su trabajo incide en ello: «Entrenamos para que no pase, para que sean conscientes y no fallen. Siempre puede haber un accidente, un despiste», pero evitarlo es prioritario.

En su rol de entrenador, Pereira lleva a rajatabla e «ir paso a paso, una progresión de menos a más» que marcan los propios gimnastas. «Intentamos que sean ellos los que pidan el siguiente paso cuando están seguros y confiados de seguir avanzando», cuenta. Pero no siempre es así: «Dependiendo del niño, a veces tienes que motivarlos tú, hacerles ver que ya están listos para seguir adelante», desgrana.

Se sincera al explicar que hasta hace un par de años, lo que más disfrutaba de su rol de técnico era que seleccionaran a niñas —son mayoría en el club— que estaban con él para avanzar de grupo. «Era mi mayor satisfacción, pero hoy lo es que sean capaces de lograr ciertas dificultades en los elementos complicados que trabajan, porque cuesta lograrlo y es un premio», reflexiona. En el lado opuesto, confiesa que lo más duro es lidiar con algunos padres. «Para ellos, su hijo es su mundo, solo está él y no son conscientes de que nosotros tenemos que mirar por 100 más que son igual de importantes».

Encantado con la faceta de técnico, no ha abandonado la práctica del taekuondo. «Me gusta competir, soy de las personas que entrenan para eso, con un objetivo en mente», mientras que como entrenador, «es compartida, con un proyecto común». «Les acompañas en el proceso. Y haber sido y ser deportista me ayuda a comprenderlos, tener paciencia, saber que hay días mejores y peores», señala.

Su experiencia incluye haber sido preparador físico en el Vagalume de patinaje, haber ayudado a compañeros de taekuondo y dar clases en colegios de forma puntual, ya que tiene el título. En el Flic Flac, complementa su trabajo con labores de tesorero e incluso de secretario. «Implica preparar las cuotas, gastos de viaje, enviar mensajes, pedir la instalación del pabellón...», cuestiones que saca adelante «con gusto».

No sabe si queda algún deporte más por llegar a su vida en el futuro, pero a la acrobática tiene mucho que agradecerle mientras viva. «Estoy conociendo mundo y personas, incluidos entrenadores muy importantes, y aprendiendo muchas cosas del deporte y de otras culturas. Es lo más gratificante».