Piden que la terminal de Vialia abra las 24 horas como cobijo durante las noches de temporal
01 feb 2025 . Actualizado a las 12:18 h.El tren de borrascas, primero Herminia, luego Éowyn y después Ivo, que azotó la ciudad de Vigo durante la última semana, fue muy duro para los más vulnerables que durmieron en la calle con lluvia, granizo y frío. El porche de la nueva estación de autobuses de Urzaiz, propiedad de la Xunta y situada en un lateral del centro comercial Vialia, sirve de improvisado refugio en las tormentas. «La lluvia me mojó los cartones, no se puede vivir así», se queja un joven que, desde hace semanas, se cobija en la estación junto con un colega.
Algunos se han mudado de la estación vieja porque los echaron. Los sin hogar proponen que la terminal nueva de Urzaiz esté abierta las 24 horas para que ellos puedan refugiarse en el interior bajo techo toda la noche: «Los de arriba no hacen bien las cosas».
En el suelo del porche, a lo largo de la puerta principal, se acomodan una decena de sintecho que duermen en sacos sobre cartones, junto a sus enseres y maletas.
Fermín, pensionista de casi 40 años, se mudó aquí «por consejo del segurata». Prefería la antigua estación de buses de A Doblada pero el Concello de Vigo «quiere echarnos de allí, era el único refugio decente para la gente de la calle». No le admiten en el albergue municipal «porque cobro una paga de 900 y pico» y tampoco puede alquilar casa porque «no aceptan pensionistas, piensan que vas a dejar de pagarles».
Ricardo, de unos 60 años, cuenta que sufrió dos infartos de corazón pero «me dieron el alta y me declararon apto para trabajar, yo no valgo para trabajar. Puedo ir a sitios a comer pero no tengo manera de pagar una vivienda, una casa o una habitación. Nadie nos ofreció nada, no me gusta estar aquí. Tuve casa propia, empleados y ahora estoy aquí tirado». Le acompaña su tía, que vigila que nadie les quite los cartones.
Descartan cobijarse en el albergue municipal porque, según Ricardo, «fui una vez y me robaron las cosas, son muy conflictivos, no sabes quién te puede tocar en la habitación». Él y su tía agradecen a Médicos del Mundo que les cediese un par de sacos de dormir y unos cartones durante los días de temporal «y estamos aquí metidos, nos está quitando del frío».
Un vigués de 19 años dice que entró en un centro de menores y «acabé en la calle porque las cosas no se hicieron bien». Pide «a los de arriba» que «sean buenas personas» y abran de noche esta estación en Urzaiz. «Con la lluvia que hace ya no tengo casi cartones, los ha mojado, podían abrir esto y meternos dentro para estar calentitos», ruega. Su colega añade: «Esto no es estado para que esté una persona, llevo tres años fuera de casa y así no se puede vivir».
Su único lujo es el café «calentito» de la máquina expendedora de la estación y sentarse en un banco de hormigón frente a la puerta principal pero, hace dos semanas, lo precintaron.
«El personal no nos deja tumbarnos en los bancos, dicen que los asientos son para los usuarios»
Al fondo del porche de la estación de bus descansan un anciano de origen africano y su pareja, que callan. Otro residente es un portugués con sombrero de vaquero: «Estoy esperando a que me llegue dinero desde Lisboa».
Durante el día, los sin hogar se sientan en los bancos del público, dentro de las instalaciones con calefacción y a resguardo de las inclemencias, pero a medianoche son desalojados por el personal porque la estación cierra hasta las cuatro o las cuatro y media de la madrugada, cuando reabre para que embarquen los viajeros del autobús de Vigo a Oporto.
A esa hora llegan más sintecho que se refugian en las instalaciones y se acomodan en los bancos de la sala de espera. «El personal no nos deja tumbarnos en los bancos, dicen que está prohibido, que tenemos que dormir sentados, que los asientos son para los usuarios», se queja un sintecho.
«¿Por qué en otras estaciones no las cierran y duerme la gente?», se preguntan los dos jóvenes. «No se están haciendo las cosas bien. Vas al comedor social y te tratan como a un perro, aquí somos mierda y no nos dejan entrar, no nos respetan», lamenta el chico. Ambos jóvenes tienen miedo a la inseguridad si duermen a la intemperie en la estación de Vialia: «Te pueden robar el móvil, te pueden apuñalar que no pasa nada, no le importamos a nadie».
Cuando reabre la terminal, a partir de las cuatro y media de la madrugada, las personas sin hogar pueden entrar en calor con un café de las máquinas expendedoras mientras esperan a que amanezca pero ellos también han sufrido la inflación: «Antes valía un euro y nos lo han subido veinte céntimos».