
La decisión de RTVE de abandonar el certamen si se presenta la candidatura hebrea culmina un proceso gradual, desde la tibieza inicial a pesar de las decenas de miles de víctimas en Gaza, a los mensajes contundentes contra el genocidio
16 sep 2025 . Actualizado a las 22:16 h.Tras años de tensión cada vez más irrespirable en el festival de Eurovisión por la presencia de Israel, España, junto a varios países más, eleva la presión sobre la UER. Ya son cinco los entes de radiodifusión que prometen eliminar su presencia en el evento musical en el caso de que se le siga permitiendo su participación a la candidatura hebrea. Nuestro país lo hace, además, con la carta extra de formar parte del Big Five, esos cinco países que más aportan económicamente al ente de radiodifusión europeo.
RTVE apuesta ahora por el boicot activo como medida expresa para impedir que se utilicen las competiciones internacionales como blanqueamiento de los graves hechos que están sucediendo en Gaza. Pero, ¿qué es lo que ha cambiado con respecto a las anteriores ediciones, cuando los muertos en territorio palestino ya se contaban por decenas de miles? Recorremos el camino del Gobierno y de la cadena pública desde que empezó la polémica desde las primeras posturas críticas hasta la presión activa.
Malmö 2024: RTVE se pone de perfil
El Festival de Eurovisión del 2024, el primero tras los ataques de Hamás del 7 de octubre del año anterior, estuvo ya marcado por las primeras polémicas derivadas de la participación de Israel, en gran medida por la intención inequívocamente propagandística del tema presentado, Hurricane, interpretado por Eden Golan y cuya letra inicial hacía referencia explícita a la situación política del país, que el ente de radiodifusión hebreo aceptó cambiar los versos ante la amenaza por parte de la UER de descalificarlos.
Pedro Sánchez había manifestado ya entonces su preocupación por la «posible vulneración de los derechos humanos en Gaza» por parte de Israel. «El número de muertos palestinos es insoportable», le dijo en persona a Netanyahu en noviembre del 2023, que llevó a Tel Aviv a acusarlo de apoyar el terrorismo.
En cambio, RTVE no movió ficha de cara al siguiente Festival de Eurovisión, y se mostró mucho más tibia, sin pedir todavía entonces la salida de Israel de la competición. La posición de los representantes de ese año, el dúo Nebulossa, también fue ponerse de perfil, y no se sumaron entonces a la firma de un manifiesto de 10 de los 26 artistas europeos que pedían un alto el fuego inmediato.
Mucho más explícita fue la presentadora del Benidorm Fest de ese año, Inés Hernand, que en rueda de prensa calificó que lo que sucedía en Palestina era «una masacre, un genocidio», y se mostró contraria a la participación de Israel, poniendo como ejemplo el rápido veto a Rusia tras la invasión a Ucrania.
Las víctimas mortales en Gaza ascendían, según las estimaciones de entonces, a más de 20.000 fallecidos. También algunos grupos políticos, como Sumar o Podemos, reclamaban abandonar el festival, que a esas alturas conllevaría una cuantiosa multa económica.
El festival celebrado en la ciudad sueca de Malmö se vivió en un clima de máxima tensión, instigada exclusivamente por la presencia de Israel. La incomodidad entre participantes, periodistas y asistentes de público fue una constante en el ambiente del evento. Una crispación latente que acabó estallando por un incidente del candidato neerlandés, Joost Klein, muy beligerante en contra de Israel, con una miembro del equipo de producción del festival, que terminó expulsado fulminantemente de la competición.
Los presentadores de La 1, Tony Aguilar y Julia Varela, presentaron la canción de Israel en tono aséptico. Mencionaron las diferentes versiones del tema Hurricane, alertaron sobre el debate de la participación de Israel ante el «grave conflicto internacional» y recordaron que el festival «prohíbe las consignas políticas». «No podíamos decir que no pasaba nada porque sí está pasando, y estamos muy en contra de que este país participase, por lo que nos limitamos a transmitir eso precisamente de una manera más profesional posible», dijo Varela en declaraciones posteriores sobre el que consideraron la «edición más convulsa» hasta ese momento.
Esto fue el 11 de mayo. Apenas una semana después, el 22, Pedro Sánchez anunciaba en el Congreso de los Diputados el reconocimiento del Estado de Palestina por parte del Gobierno español. El día 28 lo hizo oficial con una declaración institucional desde Moncloa.
Basilea 2025: Petición de veto y mensajes directos
La relación entre Tel Aviv y La Moncloa por el reconocimiento español al Estado palestino se recrudeció. El número de muertos en Gaza no paraba de aumentar, estimada ya entonces en más de 40.000 víctimas mortales. Pedro Sánchez elevó el tono contra Israel en los siguientes meses e intentó conseguir una posición única de la UE con respecto a la denuncia conflicto. Aunque la determinación del presidente del Gobierno no se tradujo, en principio, en un cambio sustancial en la posición de RTVE, que siguió adelante con la participación en el Festival de Eurovisión.
Es cierto que eran tiempos convulsos en el ente público, todavía marcado por las controversias desatadas tras el cese del director de Contenidos Generales de RTVE José Pablo López, por el tema de La revuelta que acabó motivando la destitución de la presidenta interina Elena Sánchez. Meses después, y tras su regreso, López fue elegido presidente de la Corporación en diciembre del 2024. Y ahí todo cambió.
Era ya tarde para bajarse de Eurovisión sin enfrentarse a cuantiosas multas por parte de la UER. Ese plazo, para retirarse del concurso, había acabado en octubre. La nueva dirección intentó presionar a través de una carta que también llegó ya a deshora. El 11 de abril del 2025, apenas un mes antes de Eurovisión, el presidente le pidió al director general de la UER abrir un debate interno en el seno de la organización sobre la participación de Israel. El ente europeo no se movió ni un centímetro en su discurso, alegando la naturaleza «apolítica» de certamen.
Pero esta ya no era la RTVE de antes. Ahora, José Pablo López estaba comprometido con hacer oír la repulsa de España a la situación.
En la segunda semifinal, donde Yuval Raphael, una de las víctimas de los atentados de Hamás del 7 de octubre, defendía su paso a la final con New day will rise, las palabras de Tony Aguilar y Julia Varela en el vídeo de presentación de Israel ya no fueron tibias. «Las víctimas de los ataques israelíes en Gaza superan ya las 50.000 y, entre ellas, más de 15.000 niños y niñas, según Naciones Unidas», explicó el comentarista, «esta no es una petición contra ningún país. Es un llamamiento por la paz, la justicia y el respeto de los derechos humanos acorde con la vocación integradora y pacífica del festival de Eurovisión».
Una declaración contundente, que por supuesto tuvo su reprimenda por parte de la Unión Europea de Radiodifusión. En una carta firmada por el presidente del Grupo de Referencia de Eurovisión, el suizo Bakel Walden, y el supervisor ejecutivo del festival, Martin Osterdahl, dirigida a Ana María Bordás, le recordaron que las normas de Eurovisión «prohíben las declaraciones políticas que puedan comprometer la neutralidad del concurso» e insinuaron posibles sanciones.
José Pablo López tomó nota. De cara a la final, y retorciendo la literalidad de las normas, plantó un categórico rótulo en los minutos inmediatamente anteriores a la retransmisión. «Frente a los derechos humanos, el silencio no es una opción. Paz y Justicia para Palestina», se leía en español e inglés sobre un fondo negro.
Una semana después, el 11 de mayo, Pedro Sánchez pidió por primera vez expulsar a Israel de Eurovisión y de competiciones internacionales. El 29 de mayo, el presidente de RTVE anunciaba que, tras la polémica del abultado televoto a Israel, la UER se había abierto a iniciar un proceso de reflexión conjunta sobre la participación israelí. López reclamó entonces que el Gobierno hebreo no puede utilizar el certamen para plantear «su guerra genocida y aparentar que aquí no pasa nada». «El entretenimiento no es una ocasión para la irresponsabilidad y para la indiferencia», dijo como resumen de la postura defendida por RTVE y que, según él, había producido por primera vez un movimiento de la corporación europea.
Meses después, la UER, asediada por ambas partes por aliados o críticos con Israel, anunció que ampliaría el plazo para que los países pudiesen abandonar el certamen sin castigo hasta después de que se tomase la decisión sobre la participación —o no— de la candidatura de Tel Aviv.
Los bandos se habían ido estableciendo a lo largo de esos meses. Alemania e Italia amenazaban con irse si se vetaba a Israel. Otros países prometían hacer lo contrario: los entes de radiodifusión de Eslovenia, Islandia, Irlanda y Países Bajos fueron los primeros en adoptar esta posición formal.
El debate llevaba ya años activo en la sociedad española, pero los acontecimientos se aceleraron con los últimos coletazos del verano. Las manifestaciones propalestinas fueron en aumento, y la participación del equipo Israel Premier Tech en La Vuelta Ciclista a España fue lo que colmó el vaso de muchos ciudadanos.
En ese clima de tensión en cada etapa de la competición ciclista, que culminó con la cancelación de la última etapa y el podio final de Madrid, varios miembros del Gobierno movieron ficha. Sánchez reclamó explícitamente sacar a Israel de las competiciones internacionales, como se había hecho con Rusia; el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, de Sumar, pidió a RTVE seguir la senda de Países Bajos o Irlanda con respecto a Eurovisión. Y apenas unas horas después, José Pablo López anunciaba, por fin, que se tomaría la esperada decisión.
El proceso, que empezó de forma tibia por parte del RTVE, y se elevó con las manifestaciones cada vez más claras en las retransmisiones en directo, culmina de este modo con la amenaza de retirada, y de la destacable financiación económica por parte de España, al festival de la canción europea.