Alfredo Martín, cosechero de plátanos en La Palma: «Nos tienen abandonados, y eso que soy un privilegiado, ya con ayudas»

AGRICULTURA
Este agricultor logró en enero la primera producción sobre la lava del volcán
03 jun 2025 . Actualizado a las 19:44 h.En la Península ya se han comido plátanos que nacieron sobre la lava del volcán de La Palma. Muy pocos aún (de haber anunciado esa serie limitada e identificada seguro que habrían tenido éxito), y cada vez serán más. En enero de este año se recogían 195 piñas de plátanos que, como dijo entonces la organización de productores Europlátano, «son un símbolo de la resiliencia de los agricultores palmeros que han hecho un enorme esfuerzo para recuperar la capacidad productiva de la isla».

Mucho esfuerzo, gasto y algunos disgustos también. El productor que logró sacar esa primera cosecha fue Alfredo Martín Armas, en la zona de Las Hoyas, entre Tazacorte y Puerto Naos. Casi sobre el mar, sobre otro inmenso mar (este, de lava), de negro radiante y muchos metros de espesor. Ahí abrió su finca donde antes ya tenía otra. Las retroexcavadoras tuvieron que retirar miles y miles de rocas de lava solidificada. Están al lado, como una montaña. Fue necesario abrir caminos, llevar el agua, trasladar la tierra desde El Paso, llenar de nutrientes (un estiércol suave), sembrar en abril del 2024 y esperar. Y en enero de este año salieron esas grandes piñas. Cuando uno se adentra en la plantación parece increíble, por lo frondosa, que sea tan reciente. Desde lo alto, es como una mota verde en medio de un negro intenso. Fue todo un acontecimiento en La Palma, una señal de que si se quiere, se puede. Alfredo quiso y está con dos fincas más, aún creciendo, pero este año también darán sus frutos, esos que forman parte de su vida desde niño.
Alfredo no solo perdió, como tantos, sus plátanos. También su casa, en la zona de Todoque, y las de su familia. Un desastre. Pero ya no se lamenta: «Lo que hay que hacer es tirar adelante. Y que te dejen trabajar». Junto a la finca en la que lo cuenta ya hay más que están activas o en proceso, pero muchas ya no se recuperarán. «En esta zona podíamos ser 50 o 60 dueños, con parcelas pequeñas», dice mirando en 360 grados. De momento, solo un pequeño grupo se ha puesto manos a la obra.

Es crítico: «Nos tienen abandonados. Y eso que yo soy un privilegiado, que ya he cobrado las ayudas. Pero otros aún no. Y no se abren caminos, este lo abrí yo solo, llevé el agua... Si no se pusieran tantas trabas, hasta sería bonito volver a construir. Pero es que hay gente que aún no sabe cuánto le van a dar por su terreno». Solo en el pago de las retroexcavadoras, con lo que ha subido el precio por hora y los días que necesitan para retirar los restos de las coladas, la inversión es altísima. «He gastado mucho, también debo mucho, pero al menos tengo lo que tenía antes del volcán. Y mi cabeza está tranquila. Lo de uno es de uno, no se puede proteger todo como querían algunos. Hay que producir, esta es la mejor tierra para el plátano de Canarias. Al menos la Administración de ahora [se refiere al Cabildo] deja trabajar. Y yo lo que les pido es eso, que nos dejen seguir, recuperar, que no molesten y no hagan daño».
A pocos metros de la primera finca está la gran fajana de las dos que surgieron al caer la lava al mar. Es un buen lugar para ver como ahora cae sobre ella el sol en los atardeceres.
El cementerio de Las Manchas vuelve a la vida: las cenizas lo salvaron en parte
De los muchos lugares simbólicos que se escogieron como tristes iconos de la destrucción (iglesia, colegio, plaza...) el cementerio de Las Manchas, en la parte del municipio de Los Llanos, fue uno de ellos. Quedó en medio de una de las caídas de las coladas, que se llevaron por delante muchos panteones y se cubrieron más (y bastantes se salvaron también). En algunos puntos, la lava incluso bajó lentamente por la escalera central. Si no fuera por eso, los ojos se posarían en el lugar al que, en pendiente, miran los nichos: el mar. Las vistas son excepcionales, y recuerdan a las planteadas por César Portela para el cementerio de Fisterra. Pero aquí la mirada escapa hacia las tumbas, a las enormes rocas negras que aún cubren buena parte del recinto. Aunque eso no es nada en comparación con lo que hubo: en estos años se ha llevado a cabo un ingente trabajo de pico y pala con tacto de orfebre para minimizar los daños en las lápidas. Hay espacios que son absolutamente irrecuperables, sobre todo los enterramientos del suelo, y en otros nichos del panteón el volcán arrasó con todo. Durante un tiempo, los familiares dejaban las flores sobre la lava. Pero sorprende la labor tan meticulosa, ayudada en parte por la ceniza previa que había caído antes de la colada: fue una especie de colchón que resistió unos metros por debajo, minimizando los daños. El que fuera tanatorio y crematorio aparece ahora como un monolito abandonado, casi como un triste homenaje.

En la visita al cementerio acompaña el operario de mantenimiento, que depende del Ayuntamiento. Es municipal, y da servicio a una gran extensión. Recuerda cuando acudía a limpiar los techos de ceniza para evitar los desplomes, «para salvar lo que fuera». En algunos casos ha habido que trasladar restos hasta dos veces. Pero hay vida de nuevo en este campo de muertos.

«Aquí se ha hecho un trabajo espectacular de recuperación, ya que estaba prácticamente sepultado en una gran superficie, ahora vas a verlo y parece que con todo lo que han picado durante meses está un poco igual que antes», dice Javier Llamas, alcalde de Los Llanos. Le ha dedicado «mucho tiempo y cariño», y hay un amplio proyecto de ampliación.