Por qué tus contactos de redes sociales no son tus amigos: «Estamos reduciendo el valor de la amistad»

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El número de relaciones que se pueden sostener es limitado porque exige esfuerzo y tiempo, pero las redes sociales permiten mantener interacciones rápidas y superficiales. Por eso la lista de seguidores puede ser infinita
15 sep 2025 . Actualizado a las 18:33 h.¿Cuántos amigos se pueden tener? Las redes sociales prometían ampliar esa cifra hasta el infinito pero ha sido a costa de ensanchar también el concepto de amistad. O quizá de hacer pasar una cosa por otra. La pregunta es ¿son realmente amigos quienes aparecen en nuestro feed?
«Todos sabemos que la amistad es algo muy gratificante, pero exige compromiso, reciprocidad, a veces es duro estar a la altura de las expectativas y hay que dedicarle tiempo», dice Ferran Lalueza, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. Ese esfuerzo y esa energía necesaria para mantener la relación lleva a que no se pueda tener un número ilimitado de amistades. Hasta la irrupción de las redes sociales.
«Llamamos amigos, así con muchas comillas, a personas con las que conectamos a través de estas plataformas, siendo el nivel de exigencia muy inferior, porque no nos compromete a nada», dice el profesor de la UOC. Esas personas no esperan que si tienen un problema grave corramos a socorrerlas y animarlas. Al no haber expectativas, «el precio de la amistad baja significativamente». Así que es posible elevar el número de los llamados amigos en las redes sociales muy por encima de los amigos reales.
Según The Guardian, el usuario medio acumula 121 amigos en línea, pero solo 55 en la vida real. «La idea de amistad ha ido evolucionando por el impacto de las redes sociales. Ahora podemos contactar con un mayor número de personas y el tipo de relación que se establece con ellas evoluciona, avanza, se modifica y se adapta», explica Sílvia Martínez, directora del máster universitario de Social Media: Gestión y Estrategia de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Tener muchos contactos en las redes sociales no es malo de por sí, pero pueden darse situaciones problemáticas. La primera es, desde luego, que se desdibujen los límites y confundir una conexión online con la auténtica amistad, que puede conducir a graves decepciones. «La base de ese error es que aunque no tengamos una relación sólida con esa persona, acabamos teniendo muchísima información sobre ella».
En las redes sociales es posible saber cómo le va la vida a un compañero (o varios) de universidad que no vemos desde la facultad, saber qué han hecho los contactos durante las vacaciones, si se mudan, si han adoptado un perro, cuáles son los restaurantes que le gustan y con quién se relacionan. «Eso crea una falsa sensación de proximidad que nos puede llevar a confundir esa relación con la auténtica amistad».
Sumar amigos es además un baremo de éxito social y un chute de autoestima. «Como lo que más nos estimula es recibir signos de aprobación, como puedan ser los likes, es lógico pensar que cuantos más contactos tengamos, más se incrementa la probabilidad de acabar consiguiendo esos likes», advierte Lalueza.
Los seres humanos, como animales sociales, buscan la aprobación del resto. «Hasta que llegaron las redes sociales la aprobación eran esas palabras de aliento de un familiar o un amigo, el éxito profesional, obtención de premios o cualquier otro tipo de reconocimiento. Pero son cosas que no se consiguen todos los días y alguno igual no las conseguiremos jamás», dice el profesor de la UOC.
Las redes sociales funcionan como un sustituto a ese reconocimiento. Y además mucho más sencillo de obtener. «A las personas que nos lo dan no les cuesta nada y lo pueden dar de manera generosa y sin limitación, pero de algún modo simboliza que lo que estoy contando, en definitiva mi propia vida, es una aprobación social». Una vida que tiene aceptación, aunque sea pasada por numerosos filtros y espectacularizada al máximo.
Los biólogos afirman que la sensación física que se genera con los likes es parecida a la que crean las sustancias adictivas. Así que es posible volverse adicto a los likes y buscar permanentemente ese símbolo de aprobación social. «Esa es una de las causas por las que nos puede llegar a interesar maximizar el número de contactos en las redes sociales». Es, al fin y al cabo, contar con masa crítica para maximizar los símbolos de aprobación.
Ocurre también al contrario, y es que la falta de exigencia en las relaciones lleva a muchas personas a practicar lo que se conoce como ghosting. «Ciertamente estamos reduciendo el valor de la amistad, porque llamamos amigos a personas con las que a lo mejor no nos hemos cruzado nunca en el mundo real», admite Lalueza, que sin embargo cree que en este tipo de prácticas confluyen varios factores.
Con esas amistades en redes sociales no se establecen lazos profundos y eso facilita en un momento dado cerrar la puerta y no volver a mirar atrás. «Es algo que hemos conseguido con facilidad y no nos ha supuesto esfuerzo. Si renunciamos a ella tampoco es un drama». Pero, por otro lado, a veces se intuye una proximidad que no es real, con lo cual pueden crearse relaciones desequilibradas: una parte piensa que sí hay conexión y la otra se la toma como un like más.
Y el profesor de la UOC destaca un factor más, que es que las redes sociales son el lugar perfecto para escenificar. «Eso lo hacen muy bien los famosos», subraya Lalueza. Se hacen noticias cada vez que dos personas conocidas que mantienen una relación dejan de seguirse en redes sociales. «Eso, que sería algo completamente irrelevante, se convierte en un símbolo de que esas personas, que tenían una relación sólida, la rompen de forma radical». Dejar de seguirse en redes manda el mensaje de que ya no cabe reconciliación. Es la ruptura total.
Ocurre también que sumar amigos es muy fácil, pero la situación se complica cuando se quiere eliminar ese contacto. Todo el mundo ha pasado una situación incómoda abandonando un grupo de WhatsApp, sin ir más lejos. «Es así porque mantener ese contacto no te supone ningún esfuerzo, y eliminarlo requiere proactividad y dedicar un tiempo a revisar contactos y poner un poco de orden. Eso ya no todo el mundo lo hace».
E incluso las personas que sí se plantean este ejercicio «saludable» pueden llegar a no hacerlo «por miedo a que eso se acabe convirtiendo en un conflicto». Si el coste de mantenerlo es nulo y eliminar el contacto puede ser fuente de conflicto, muchas personas acaban extendiendo su lista a base de personas con las que no tiene ningún sentido que sigan relacionadas.
Se crea entonces una paradoja. Las redes sociales aumentan las conexiones, pero esas conexiones no son reales ni profundas. Quizá habría que preguntarse si el apellido sociales tiene sentido. «Muchas veces, cuando conocemos offline a un contacto profesional, por ejemplo, el siguiente paso es conectarse en Linkedin. Son vasos comunicantes que están en relación permanente».
Esa expectativa inicial del potencial conectivo de las redes «claramente nos ha decepcionado», afirma Lalueza. Sin embargo, hay circunstancias en las que se convierten en herramientas muy útiles, como personas que están enfermas, tienen la movilidad reducida o están alejadas geográficamente de sus seres queridos. Solo hay que pensar en un referente que impactó a toda la sociedad: la pandemia. «En ese tipo de contextos pueden ser un sustitutivo razonable».
Claro que el profesor de la UOC advierte de otro gran problema: la sensación de que todas las personas que son contactos están al alcance de nuestra mano con mucha facilidad. «Eso hace que las interacciones o no se produzcan o no se produzcan con la calidad suficiente».
A veces se sustituyen unos cafés por un mensaje de WhatsApp o incluso ocurre que cuando alguien que vive fuera llega de visita no hay una sensación acuciante de aprovechar el tiempo como ocurría antes, porque el contacto ha sido sostenido a través de las redes sociales. No hace falta que esa persona cuente qué le ha pasado en los últimos meses porque ha ido apareciendo en el feed con regularidad.
«La red favorece ese impulso voyeur: de espiar, de curiosear, de ser testigos de lo que ocurre en la vida de los demás. Muchas veces es el mismo usuario el que expone su vida, muestra momentos de su día a día e incluso algunos que, en otras ocasiones, no compartiría», señala Martínez.