Un panadero acusado de abusar de una empleada reconoce que la despidió porque iba a cogerse una baja

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

LÓPEZ PENIDE

El fiscal mantuvo su petición inicial de cinco años de prisión

22 may 2025 . Actualizado a las 19:00 h.

«Eu non fixen esas cousas». El panadero de Lalín para quien el fiscal solicita cinco años de prisión por supuestamente abusar sexualmente de una empleada negó en la Audiencia de Pontevedra estas imputaciones. De hecho, y a preguntas de su abogada, señaló que nunca tuvo intención de realizar tocamientos de índole sexual o mantener relaciones con la denunciante.

Tras precisar que alguna pudo haberle tocado la cara porque la vio llorando, insistió en que «no tempo que estivemos porteime ben (...). Dicían que era bo xefe».

Esta afirmación, de alguna manera, contrasta con el hecho, reconocido por el acusado, de que no les abonó en tiempo y forma algunos salarios o que terminase despidiendo a la denunciante porque le comunicó su intención de cogerse una baja como consecuencia de la situación que estaba viviendo. Posteriormente, tuvo que cerrar la panadería y, en la actualidad, es el propio acusado quien esta de baja, según señaló, como consecuencia del procedimiento penal que lo sentó en la Audiencia.

En su comparecencia, en la que se acogió a su derecho a no responder a las preguntas del fiscal, negó haberle regalado flores o bombones a su empleada, y precisó que si le pedía que lo llevara en coche hasta Carballiño, donde tenía la gestoría, fue porque él carecía de carné.

Una versión diametralmente opuesta expuso la víctima en la sala de vistas, quien precisó que los primeros quince días de trabajo fueron normales. Sin embargo, todo cambió como consecuencia de la llegada de una segunda empleada, momento en el que «as cousas empezaron a cambiar». Así, aseguró que el acusado la invitaba a ir a la discoteca donde tendría todo pagado, le ponía la mano sobre la suya cuando accionaba el cambio de marchas, le tocaba el rostro o el pelo sin su consentimiento o «notaba que me miraba».

«Sempre buscando o momento no que estaba soa», sostuvo dejando claro que si aguantó lo que aguantó fue «porque necesitaba os cartos, necesitaba traballar».

«Non podía durmir»

Esta situación comenzó a pasarle factura hasta el punto de que «non podía durmir, non comía e tíñalle medo». De hecho, relató cómo llegó a pedirle a una compañera que los siguiera en su coche particular por temor a que el acusado intentase algo con ella.

De igual modo, rememoró cómo, a finales de mayo del 2024, el acusado supuestamente se le acercó por su espalda «e tocoume o cu», por lo que «chameille a atención». No sirvió de mucho, toda vez que, apenas unos minutos más tarde, «volveu outra vez e foi a máis», ya que «tocoume o cu, abrazoume e quixo subir máis arriba».

Todo terminó cuando ella y una compañera se plantaron y le exigieron el pago de los salarios adeudados. «Foi pagarnos e despediunos», acotó.

A la vista de esta declaración y de la de los testigos, el fiscal mantuvo su imputación inicial de un delito continuado de agresión sexual con prevalimiento de relación de superioridad por el que solicitó, al margen de la pena de cárcel, cinco años de libertad vigilada, diez años de inhabilitación especial, y seis años de alejamiento y prohibición de comunicación con la víctima.