Carlos Revuelta, médico jubilado y exdiputado: «En 1984 vinimos a Galicia para un par de años y nos quedamos una vida»

O BARCO DE VALDEORRAS

Disfruta el trato con el paciente y reconoce haber llorado mucho en la consulta
13 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Su abuelo paterno era médico y comenzó su vida laboral en Galicia. Su hermano mayor continuó la saga y también encontró aquí su primer trabajo. Y a Carlos Revuelta le pasó lo mismo cuando remató Medicina en Valladolid, su ciudad natal. Llegó en 1984 siguiendo lo que era casi una tradición familiar. Venía acompañado de su entonces novia. Su primer destino fue A Pobra de Trives, pero un año después se mudaron a A Coruña porque ella consiguió allí plaza tras aprobar la oposición de maestra. En el 86 regresaron a Trives y en el 88 se mudaron a O Barco. Y hasta hoy. «Nos vinimos a Galicia por un par de años y aquí seguimos, nos quedamos una vida», cuenta.
Dice que en Valdeorras formaron su hogar y que aunque sus hijos viven fuera (la mayor reside en Pontevedra y el menor en Madrid), saben que en el oriente ourensano está su casa. «O Barco es un sitio muy bueno para vivir y criar hijos, porque tienes lo básico y es un sitio muy seguro, o lo era», dice en alusión a los robos que se vienen sucediendo en los últimos meses y están generando una gran alarma social. Por eso es rotundo: «Aquí hemos sido muy felices».
Revuelta ejerció su profesión durante más de 41 años, desde 1990 en el centro de salud de O Barco. Y era feliz en su trabajo. «En medicina lo más bonito es el trato con el paciente. Sentirte útil y que puedes ayudar», dice. Y lo matiza: «No es solo curar, sino que a veces es acompañar en el sufrimiento, decirle al paciente que no está solo y explicarle lo que va a pasar». El médico de atención primaria es muchas veces la persona de confianza en el ámbito de la enfermedad. «A veces los pacientes lloran en la consulta y te abrazan. Y yo he llorado mucho con ellos», confiesa. Pero también hay muchas cosas de la profesión que no le gustan. Cita la burocracia, el sentido de impotencia ante las listas de espera, la masificación... «Los últimos años han sido muy duros», asegura. Por eso al cumplir los 65 decidió jubilarse.
Antes de colgar la bata de manera definitiva, también lo hizo de forma temporal. Fue durante los cuatro años que estuvo como diputado en Madrid. «Es una experiencia muy bonita por la gente que conoces y las cosas que puedes hacer», señala. Más seria se le torna la voz cuando recuerda su paso por la política local. «Hubiese preferido no entrar nunca», dice. Llegó al PP tras la marcha de Julio Gurriarán y en un momento en el que el partido estaba dividido. El entonces presidente provincial lo impuso como cabeza de lista. Él quería esperar para lograr consenso, pero no lo hubo y el PP se partió. Surgieron varias candidaturas de derechas y no consiguieron revalidar la mayoría absoluta. Estuvo ocho años en la oposición y después lo dejó.
Está orgulloso de haber impulsado el pacto ambiental de la pizarra y de ser ponente en la ley de las profesiones sanitarias. Lamenta que no salieran adelante iniciativas que cree que hubiesen sido muy útiles, entonces y todavía hoy, como una tarjeta sanitaria y el historial clínico únicos o un calendario de vacunas uniforme en toda España. También puso sobre la mesa (en el 2000) la necesidad de hacer un estudio sobre la falta de facultativos que habría en el futuro (ese futuro que ahora es presente). «No fueron temas importantes porque no salieron pero podrían haberlo sido», dice. No prosperaron pese a la mayoría absoluta de Aznar, porque el entonces presidente del Gobierno descartaba aprobar leyes en solitario. «La izquierda no lo veía necesario y los nacionalistas lo rechazaban porque decían que se invadían competencias de las comunidades», relata. Y de forma tajante dice: «En la comisión de sanidad tiene que haber gente que haya trabajado, que sepa lo que es el día a día de una consulta. Si solo son tecnócratas pasa lo que pasa...».
Ahora disfruta del tiempo libre, aunque no le queda mucho. «Me encanta la fotografía, el deporte, la naturaleza, escribir... No me llegan las horas», dice. También aprovecha para seguir viajando junto a su esposa, sobre todo a ver a la familia. «Los dos hijos y los tres nietos son lo mejor que tenemos en la vida», resume.
Gran aficionado al atletismo, suma 127 maratones en 20 países
Corriendo. Cuando no tenía la bata puesta, era fácil ver a Carlos Revuelta correr. Es una de sus grandes pasiones y aunque ahora está en horas bajas por problemas de salud, reconoce que el deporte le ha dado grandes satisfacciones. Comenzó jugando al rugbi y cuando lo dejó se pasó al atletismo. Con veinte años se apuntó a su primera media maratón y un tiempo después hizo su primera maratón. Suma 127 en su historial por 20 países. Dice que es algo especial, que a paso suave sufren las articulaciones pero no el corazón y que cruzar la línea de meta produce una emoción especial. «Yo en la salida y en la llegada siempre lloro», reconoce.
Presume, además, de que es una afición que ha compartido con las personas más importantes de su vida. «Corría con mi padre, después con mi mujer, también he corrido con mis hijos», relata. Dice que si tiene que quedarse con una maratón elige la de Roma porque pasa por todos los monumentos y la meta junto al Coliseo es espectacular, pero reconoce que guarda especial cariño a muchas otras porque su familia le acompañaba.
DNI
Quién es. Carlos Revuelta Méndez nació en Valladolid en 1960. Allí estudió Medicina.
A qué se dedica. Tras rematar la carrera, con apenas 24 años se vino a trabajar a Galicia. Hace un par de meses de jubiló.
Su rincón. «En O Barco la vida transcurre en torno al Malecón. La pasarela representa la vinculación que los valdeorreses tenemos con el río Sil y sus riberas», asegura.