Cómo afrontar una enfermedad avanzada: «A mi madre ya no le hacía efecto la medicación, la única opción era que la psicóloga la tranquilizase»

OURENSE

Rosa González y su madre recibieron apoyo emocional de Cruz Roja Ourense después de un diagnóstico repentino: «Se quedó sorda de un día para otro y fue deteriorándose»
19 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Afrontar una enfermedad crónica o con mal pronóstico nunca es fácil. Ni si es propia ni si es de una persona cercana, cuando a uno le toca pasar a ser cuidador casi de la noche a la mañana. La atención sanitaria no alcanza a cubrir las necesidades emocionales o psicológicas de pacientes o familiares, por eso Cruz Roja de Ourense y el Sergas desarrollan el programa de Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de Fundación La Caixa. Rosa González es una de las usuarias. Aunque primero lo fue su madre, fallecida en el mes de enero. «Sabíamos el desenlace, pero no sabíamos cuándo. Estar preparada para pasar algo así por primera vez no te quita la pena pero te da la tranquilidad», defiende agradecida.
El programa atiende a personas con enfermedades crónicas con mal pronóstico y se puso en marcha en el 2024. El equipo de Cruz Roja está conformado por dos psicólogos, Jesús Carballo y Raquel Casas, y una trabajadora social, María José Míguez, y colaboran con los sanitarios de atención primaria. Son una línea media antes de la utilización de los servicios especializados de salud mental, que no consiguen asumir la alta demanda. El año pasado atendieron a 178 enfermos y 289 familiares. El perfil mayoritario de pacientes fueron mujeres de más de 80 años y, en el 84,8 % de los casos, eran enfermedades no oncológicas.
Son los médicos de atención primaria los que derivan a los pacientes hasta Cruz Roja. Esa fue la decisión de la facultativa de la madre de Rosa después de que su vida cambiase de repente: «Ingresó un 6 de junio y el 13 se quedó completamente sorda, se acostó y se levantó así, sin oír nada». Aunque el problema auditivo fue lo primero, la causa primaria era una dolencia cardíaca que le provocó un deterioro progresivo. De ser una persona independiente y autónoma, pasó a necesitar ayuda para todo y Rosa se volcó en cuidarla. «En una consulta, la médica mandó un correo para ingresar en el programa y en menos de una semana estaba hablando con Raquel (la psicóloga). Mi madre era reacia a venir pero no había otra opción, había que hacerlo», relata.
La primera semana, la madre de Rosa, propio de una persona con mucho carácter, dijo que no repetiría. La segunda vez, pasó a un «tenemos que volver». Lo que más le afectó de su dolencia, pese a que no era lo más grave, era la pérdida auditiva. «El punto de comunicación era muy complicado, estaba en el hospital, en un espacio que no conocía, le estaban hablando y no escuchaba, muchas veces los médicos con la rapidez no se paraban con ella», explica Raquel Casas, la psicóloga. La terapia fue esencial para que pudiera seguir comunicándose con la máxima normalidad posible. Necesitaba sistemas alternativos. Y también su propio espacio. «Yo soy la hija, la cuidadora, pero ella hablaba cosas con la psicóloga que a mí no me decía para que no me disgustara o me cabreara», cuenta Rosa.
Las sesiones eran cada dos semanas en la sede de Cruz Roja. Notar lo mínimo posible la pérdida de autonomía es esencial. Por eso levantarse, prepararse, vestirse e ir hasta un lugar es casi parte de la terapia. Siempre salía con deberes y los hacía con dedicación. «No le importaba hablar de que iba a la psicóloga y venía súper a gusto, cuando ingresaba en el hospital siempre preguntaba cuándo tenía la cita con ella. Era una parte importante», asegura Rosa entre elogios a Raquel. La psicóloga también acudía al hospital: «Ya no le hacía efecto la medicación, la única opción era que la pudiera tranquilizar».
«Empecé a ver que realmente primero que tenía que cuidarme yo para poder cuidar a mi madre»
En los meses que padeció los problemas de salud parecía que solo su madre necesitaba atención pero Rosa se dio cuenta de que ella misma sufría esa falta de apoyo emocional. Vivieron muchísimo ingresos hospitalarios —a partir del once perdieron la cuenta— y en uno de ellos la madre sufrió un infarto de miocardio y más episodios graves. «Me encontré a Raquel por la calle, me vio la cara y me dijo que si necesitaba ayuda que fuera yo también a Cruz Roja», relata.
Rosa primero acudió a terapia con la idea de aprender a cuidar a su madre, pero se dio cuenta de que necesitaba estar bien ella para poder atenderla. «Mi madre nunca supo que yo venía», asume. Aunque tiene el apoyo de amigos y familiares, resalta que se requiere la ayuda de un profesional para afrontar una nueva realidad así. Se levantaba y se acostaba preguntándose el por qué y sufriendo los daños colaterales que había provocado la situación. «Raquel me ayudó a poder sobrellevarlo, a día de hoy todavía no entiendo muchas cosas pero aprendí a gestionarlo», confiesa.
Aunque pasó momentos muy duros y la pena y el vacío por la falta de su madre siguen adheridos a ella, Rosa confiesa con alegría que ha mejorado muchísimo y que se puede salir de situaciones así. Pudo afrontar el inevitable desenlace con más fuerza. «Estuve allí cuando falleció, tuvimos un velatorio y un entierro muy bonito, estuve tranquila», cuenta. El programa sigue acompañando en los pacientes en el proceso de duelo hasta que ambos consideren que pueden convivir con la pérdida con normalidad. Por ese camino avanza Rosa, que confiesa que ya no concibe hablar de su madre sin hablar de su psicóloga, Raquel.