
Leo indignado la noticia que publicaba ayer este periódico sobre el aumento de los precios de los billetes de avión en casi cinco veces debido a los cortes de carreteras y de las vías del ferrocarril de Galicia y León. Hay un chiste de Gila que es más o menos así: «Ayer, volviendo a casa, vi a tres tipos que le estaban pegando a otro, y, claro, tuve que intervenir. Menuda paliza le dimos entre los cuatro». Eso hacen las líneas aéreas. Lo mismo que hicieron los desaprensivos que vendían mascarillas durante la pandemia del covid (Medina, Luceño...) y que hacen en tiempo de guerras o de desastres los que ven el mercado negro como forma de enriquecerse con las desgracias de sus vecinos. Pero es el resultado del libre mercado que tanto gusta a los capitalistas de diestra y siniestra que nos vienen gobernando desde que el PSOE renunció al marxismo allá por 1979, cien años después de su fundación. Como resultado, el entonces ministro José Blanco malvendió alegremente —él lo hace todo alegremente— la compañía estatal Iberia a British Airways, y el ministro de ahora, que hace chistes cáusticos, malvende los billetes de sus trenes —cuando funcionan— al mejor postor, en una reñida subasta de internet. Estos días de felicidad para los que brincamos las olas y de infierno para los que pelean con las llamas van quedando al descubierto las miserias que antes tapaba la maleza. Y a uno le entran ganas de secuestrar un avión, aunque eso sea ya cosa —como casi todo—- de otros tiempos.