
A Santiago Abascal no le ha sentado nada bien que la Conferencia Episcopal Española saliera en defensa de la comunidad musulmana de Jumilla (Murcia). El líder de Vox nunca ha ocultado sus discrepancias con la posición de la Iglesia ante la inmigración, es cierto. En un podcast de la derecha radical titulado Bipartidismo stream arremetió cual miura contra los obispos españoles. Lo hizo en un tono desabrido, tabernario, adentrándose en el terreno de las insinuaciones (los obispos hablan así por los ingresos percibidos como consecuencia del sistema de ayuda a la inmigración). Abascal se declaró entristecido y perplejo.
Lo que ha demostrado, una vez más, es su absoluta ignorancia de la doctrina católica. Parece olvidar la huida a Egipto de la Sagrada Familia porque su vida peligraba en su tierra de origen. Y, desde luego, no ha visto los documentos del Concilio Vaticano II ni por el forro. Tampoco conoce el documento vaticano La caridad de Cristo hacia los emigrantes, del año 2004, y el de los obispos españoles del 2007, La Iglesia en España y los inmigrantes, actualizado el año pasado.
Desde sus inicios, el cristianismo ha predicado —con mayor o menor coherencia, todo hay que decirlo— la hospitalidad hacia el extranjero, no es una modernidad. Por eso, entristecido y perplejo me siento al ver a quien se autocalifica como católico proferir semejantes palabras. Cuatro verbos articulan la respuesta de la Iglesia hacia los inmigrantes y refugiados: acoger, proteger, promover e integrar. Y quien no quiera conjugarlos, no es católico: así de claro.