Es perturbadora, incómoda y escuece. Pero Ángela, la serie que ahora mismo tiene más tirón en Netflix, nos pone contra las cuerdas. Porque aún hay mucha parte edulcorada de los malos tratos, porque son muchas todavía las mujeres perdidas en esa espiral que es el matrimonio. Es difuso aún discernir si una mala cara, un gesto imperativo, un agarrón, un empujón o un grito está dentro de los límites de la aceptabilidad de toda una vida juntos. La teoría nos la sabemos, cada vez hay más información de los abusos, los reconocemos en los demás en la distancia del desapego y, sin embargo, en la práctica son muchas las Ángelas que están enredadas en la maraña construida alrededor de los vicios de una pareja. De ahí que sea importante, como recoge esta ficción interpretada por Verónica Sánchez, que no nos atemos al tópico, al estereotipo de pensar que los malos tratos les tocan siempre a los vecinos y a creer que es una lacra que afecta a aquellos que no tienen formación. Los secretos y miserias de los matrimonios de apariencia impecable, de cochazos y vacaciones en el Caribe, rebosan la misma angustia y desesperación para las mujeres. Precisamente por el miedo a perder por la borda lo que va en ese lujazo de barco. Hay muchas Ángelas aún en esa zozobra de no saberse siquiera víctimas de sus maridos. Todavía hay mujeres maltratadas que no saben que lo son.