
Hemos retrocedido un siglo de la mano de la polarización de la sociedad, con la guerra de aranceles. Parece que solo vale el enfrentamiento en estos tiempos encendidos. El zumo que nos tomamos por las mañana es de odio. O estás conmigo o contra mí. El voto se elige con las tripas. Los políticos se han hecho expertos en dividirnos. Agitan todo lo que nos distancia, sin importarles los resultados. Así, en España, Sánchez se ha tirado hacia la izquierda comiéndose a Sumar, a Podemos y a todo lo que haga falta. Así, Feijoo no sabe qué hacer. Si seguir los consejos de los que le dicen que dé más caña, como hace Ayuso, para intentar comerse la ficha de Vox, o si ejercer de moderado. Está optando por ser moderado los lunes, miércoles y viernes; y, a veces, un pelín radical los martes y jueves. Eso tampoco funciona en la pira de la actualidad. El centro ha dejado de existir. Parece que el sentido común haya muerto y, de la mano de ese fallecimiento, también hayamos perdido otros de los sentidos más importantes: el sentido del humor. No hay sonrisa en la política. Ni risas. No hay debate, no hay intercambio de ideas. El intercambio es únicamente de fuego; ojo, de fuego enemigo y de fuego amigo. Que no se sabe cuál de los dos es más peligroso. Pregunten a los de Sumar y Podemos.
Solo valen las ideologías que nos llevaron a dos guerras mundiales. Como si jamás nos hubiésemos leído un libro de historia. Como si jamás hubiésemos escuchado a nuestros abuelos y padres. Nos alejamos del estudio de las humanidades, que es el que nos puede salvar de tanta amnesia colectiva. Los líderes mundiales que se llevan están sacados de shows de televisión. Da igual. Nos asomamos al horror sin darnos cuenta. Leo sobre estos asuntos en una entrevista al escritor Nicola Lagioia y así lo certifica con Italia como ejemplo perfecto. Italia es su país. Pero en esa inversión de cien años no le falta razón a Nicola en que son los partidos los que se empeñan en resucitar la radicalidad, cuando los problemas de entonces nada tienen que ver con los de ahora. Dice Lagioia, un autor que bordó la no ficción con su libro La ciudad de los vivos, sobre un crimen en Roma: «Tanto la derecha como la izquierda tienen recetas viejas para un mundo completamente nuevo. En el año 2025 el mundo es muy distinto al de 1925. Ahora tenemos problemas como el cambio climático, la inteligencia artificial o la inmigración, una serie de cuestiones que las recetas del siglo pasado no pueden solucionar. Además, creo que la Unión Europea, tal y como se ha gobernado hasta ahora, es una especie de criatura burocrática rara que no puede fascinar al elector». Los ultras, reflexiona, tocan emociones profundas, porque jugar con esas emociones es la mejor manera de agitar el miedo. Y, sin querer, al hablar de la que fue su primera novela y que llegó como segunda obra a España, La ferocidad, también sobre un crimen, nos dice: «No sabría por qué, pero nuestra sociedad está yendo hacia una dimensión en la que el instinto de prevaricación y de violencia está tomando de nuevo cada vez más poder».