Procrastinación. Facultad de Medicina en A Coruña o Vigo

Francisco Martelo PRESIDENTE DE LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE GALICIA

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

13 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La ceguera es cómplice del olvido. La pretensión de traer estudios de Medicina a la Ciudad Sanitaria Juan Canalejo (hoy Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña) data de 1985. Se habían recorrido con éxito los primeros años del mir, como sistema de formación de especialistas, y el hospital se había convertido desde 1981 en un centro de trasplantes y tejidos, lo que le había supuesto un enorme impulso, convirtiéndolo en centro de referencia. Empezaron a llegar a los servicios clínicos algunos alumnos del último año de la Facultad de Medicina de Santiago, con la pretensión de acertar en la elección de la especialidad.

La creación de la Universidad de A Coruña y la transferencia de las competencias en materia de sanidad a la Xunta de Galicia condujeron, a principios de los noventa, a la conexión del hospital con la universidad. Esa búsqueda acabó con el acuerdo, de 1994, para la creación del Instituto de Ciencias de la Salud, concertado entre el Sergas y la Universidade da Coruña para estudios de postgrado y doctorado. El presidente Fraga resumía el logro con la frase: «Xa imos indo».

El relato de lo ocurrido durante los siguientes treinta años, en cuanto a la formación de los alumnos de Medicina fuera de Santiago, sería un relato costumbrista por la carga localista y circular, porque acaba donde empieza. Se reduciría a batallas, pero batallas que enmarco en combates de esgrima con florete, sin sentarse, en los períodos de armisticio, a hablar con determinación y generosidad; con la excepción del período de la elaboración del documento que se firmó en el Pazo de Raxoi el 9 de octubre del 2015 y que los políticos reconocieron como el «punto de inflexión» en la formación médica en Galicia. Desgraciadamente, pasados diez años, dadas las discrepancias entre unos y otros y el devaluado resultado final, me imagino que si Fraga Iribarne permaneciese entre nosotros tendría que reducir su frase: «Imos indo».

Lo que ha ocurrido en los últimos treinta años es que el título de graduado en Medicina, prácticamente, solo le sirve, a quien lo obtiene, para presentarse al examen mir, es decir, a la evaluación para acceder a la formación como especialista, elegir la rama médica a la que le gustaría dedicarse y el centro de trabajo: hospital o centro de salud. El alumno tiene en su mente que el aprendizaje profesional empieza tras el mir y que los seis años de carrera deben estar enfocados a conseguir el éxito al finalizar su estancia en la facultad.

El período universitario, pues, para la mayoría de los alumnos no es para formarse, sino para conseguir un diploma. Esto ha permitido que una facultad pueda tener 400 alumnos en un año, sin contar con los recursos adecuados, de infraestructuras y profesionales enseñantes, que además han de rayar la heroicidad, porque tienen que compaginar la actividad clínica, docente e investigadora; publicar y viajar incesantemente, asumiendo una complejidad que hace difícil la toma de decisiones permanente, y todo ello intentando abandonar lo menos posible el kilómetro cero donde se asiente su vida en familia.

Los planes actuales de Medicina no parecen adecuados. En Galicia, ¿una facultad con campus en otras ciudades o una facultad en cada universidad? Necesitamos un plan maestro educativo que planifique a largo plazo cobertura, calidad, infraestructura y tecnología. Tras el plan se podrán tomar decisiones adecuadas. Debemos alejarnos de los políticos, que repiten la frase «vamos a poner en valor lo hecho» y se olvidan de lo que tenemos que hacer, y acercarnos a las ideas de modernización de Alejandro Rodríguez Cadarso, médico y rector de Compostela en tiempos de la Segunda República. Era contrario a la procrastinación, el arte de mantenerse ocupado haciendo nada importante.