Hay vidas que tienen mucho más interés y que están más llenas de historias que las que ahora se han puesto de moda bajo la etiqueta del documental. Cualquiera de nosotros, a poco que rasquemos, hemos vivido en una familia con más guion de telenovela que lo que nos ofrece hoy la actualidad. Conozco a gente que, si contara públicamente sus amores y desamores, llenaría horas y horas de televisión con más contenido jugoso que ver a María Pombo, Vicky Martín Berrocal, Tamara Falcó o Sergio Ramos. Pero vamos a docu por semana en una tendencia que va a acabar por agotar al espectador. Cuando Rocío Carrasco contó su vida fue un bombazo porque desveló una verdad que cambiaba el relato de su vida y la de su alrededor con un fin muy distinto al que observamos en las plataformas de hoy. El famoso se tunea junto a su familia, expone a la abuela, al cuñado, al primo... buscando sacar tajada de una saga que vaya creciendo para hacer estrellas a todos los miembros del clan. Pasó con las Pombo, que ya han terminado por convertir en personajes que hacen bolos y firman en El Corte Inglés a los maridos de las hermanas. Los cuñados Pombo ya son una marca, como ahora la abuela Berrocal. El auge del documental celebrity, más allá de darle trabajo a una generación del medio audiovisual (de lo cual me alegro mucho) no vale ni para mojar pan. Aburren a un santo.