
Israel sigue manteniendo su brutal ofensiva sobre la Franja de Gaza, en la que ha causado ya la muerte de más de 50.000 palestinos. Algo que sucede en el 77.º aniversario de la Nakba (catástrofe en árabe), cuando más de 750.000 palestinos fueron expulsados de sus tierras después de la guerra árabe-israelí de 1948. Los actuales ataques de Israel se centran en la ciudad de Gaza, en el norte, y en las regiones sureñas de Jan Janis y Rafah. Unos ataques que no parecen dirigidos contra objetivos militares, pero que sí buscan la destrucción del tejido social de la Franja de Gaza. Algo que ha merecido la reprobación internacional.
¿Teme Israel quedarse en un segundo plano en el nuevo Oriente Próximo? De momento, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha amenazado con atacar Irán tras el misil lanzado por los hutíes de Yemen y que impactó en las inmediaciones del aeropuerto de Tel Aviv. Los hutíes de Yemen reivindicaron el ataque afirmando que atacaron el aeropuerto de Ben Gurión (en Tel Aviv) con un misil hipersónico que impactó «con éxito» en el objetivo.
Israel ha llamado a filas a «decenas de miles» de reservistas para expandir su ofensiva en la Franja de Gaza, donde sigue la devastación programada. Que es la historia que ha seguido al propio hecho de que el 7 de octubre del 2023 terroristas de Hamás atacaran por sorpresa el territorio de Israel, con un alto balance de víctimas. A partir de entonces se generalizaron los ataques israelíes.
La realidad actual es que Israel parece temer la posibilidad de quedarse en un segundo plano en el nuevo Oriente Próximo, donde el presidente Trump ha establecido buenas relaciones con Arabia Saudí, Catar y Emiratos Árabes Unidos (EAU), algo que Trump considera también «muy bueno para Israel».
La realidad, no obstante, es que Tel Aviv no tiene mucho que aportarle a Washington, donde el presidente Trump parece priorizar la vía diplomática con Teherán, alineándose con el mensaje de Riad y Doha de poner fin a la guerra de Gaza. Algo que está condicionando a Israel.