Tambores de guerra en el Líbano

José Chaín Pérez

OPINIÓN

María Pedreda

28 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin necesidad de remontarnos a los fenicios, que por cierto eran de la zona, los tambores de guerra en el conflicto árabe-israelí toman connotaciones parecidas al día de la marmota y que con su dilación en el tiempo hace que, dependiendo en qué período, lo interpretemos de distinta manera asignando roles de culpables o víctimas a unos u otros, o a los dos.

La última guerra del Líbano (Guerra de Julio o Segunda Guerra) que ocupó 34 días del verano del 2006, fue un ataque de castigo de Israel sobre posiciones de Hezbolá en el sur del Líbano en respuesta a un atentado terrorista y secuestro de soldados israelíes en la frontera norte de Israel. Fue un conflicto que afectó a la totalidad del país, al norte de Israel y a los Altos del Golán.

Un bloqueo naval y aéreo acompañado por ataques por aire y bombardeos de artillería contra, además de los objetivos militares de Hezbolá, infraestructuras civiles, incluido su aeropuerto en la capital, Beirut, envolvieron una invasión terrestre de los terrenos controlados por Hezbolá en el sur del Líbano. La contrarreacción de Hezbolá, fue el lanzamiento de numerosos cohetes sobre objetivos en el norte de Israel y resistir la ofensiva sobre sus baluartes con su guerrilla.

El balance final tras aceptar la resolución de Naciones Unidas, que ordenaba el cese de las hostilidades, fue de más de 1.200 libaneses y 120 israelíes muertos, graves daños en las infraestructuras libanesas y un elevado número de desplazados temporales de ambas partes. Israel levantó el bloqueo y se replegó a sus fronteras; en el sur del Líbano se reforzó la presencia de las fuerzas internacionales y del ejército libanés, quedando pendiente por ambos el desarme de Hezbolá. Este resultado trajo frustración a Israel y una sensación de victoria en Hezbolá, dejando una cuenta pendiente o lo que es lo mismo, un conflicto latente en el escenario: sur del Líbano?norte de Israel.

Esta vez en Gaza, Israel ha intentado por todos los medios eliminar la capacidad militar de Hamás, algo que no consiguió en el Líbano con Hezbolá en el 2006. Esta milicia se ha reforzado con el apoyo de Irán y no ha dejado de amenazar y tantear las defensas israelíes, por lo que la escalada hacia una respuesta contundente está servida. Israel ha ampliado con otros 50.000 los 300.000 efectivos aprobados para Gaza en sus fuerzas armadas (IDF), sus aviones de combate intimidan rompiendo la barrera del sonido sobre Beirut, y en el sur aumentan los bombardeos aéreos y artilleros sobre los feudos de Hezbolá. Netanyahu, en visita de apoyo a las tropas desplegadas en la frontera con el Líbano, ha afirmado que ya están preparados para llevar a cabo una operación «fuerte y poderosa» contra la milicia chií en territorio libanés, para lo que se evacuaron más de 70.000 ciudadanos israelíes de la frontera y localidades próximas; suponiendo una carga adicional económica para el Gobierno y de seguridad para las IDF (fuerzas de defensa de Israel), presionadas por la vuelta de los colonos.

El intento de alejar la milicia chií libanesa más allá del rio Litani, con el ataque a un puesto de mando, matando a su comandante Taleb Abdallah (Abu Taleb), ha hecho que Hezbolá responda por primera vez tanteando el escudo antimisiles Cúpula de Hierro lanzando más de 200 cohetes y misiles, muestra del gran arsenal que Irán le ha proveído. Se supone que acumula varios cientos de miles que, aunque sin gran alcance o precisión, son suficientes para colapsar el sistema antiaéreo israelí y que, por mera probabilidad, alguno podría superar las defensas alcanzando y soliviantando aún más a una población contra sus gobernantes, demostrando de nuevo que no pueden garantizar completamente su seguridad y sometiéndoles a una elevada presión tanto interna como externa.

Ante este hipotético escenario y sin ver un final favorable en el frente de Gaza, Netanyahu debe decidir si abre un nuevo frente bélico para impedir que Hezbolá siga reforzándose y crezca la amenaza en el norte de Israel y Altos del Golán, con la posibilidad del apoyo iraní, los huzíes yemeníes o las milicias sirias e iraquíes.

Por su parte Hezbolá (y sus socios), a sabiendas de que tendría las de perder en un combate abierto y frontal contra Israel, prefiere por ahora mantener la rentabilidad incrementando y administrando la tensión sobre un Gobierno fraccionado en el que una parte ya pide a gritos arrasar de nuevo al Líbano.

En este baile privado, no parece que los de fuera y sus esfuerzos diplomáticos estén invitados a obtener grandes resultados y como decía: los tambores de guerra ya están sonando en el territorio; solamente falta saber quién empezará este baile, ¿será Netanyahu o será Hasán Nasrallah, el que tome la iniciativa?