
Son los Block una de las familias más conocidas de Alemania. Y también uno de los clanes más acaudalados del norte del país. Lo son porque poseen una cadena de restaurantes, Block House, especializada en carne, con 54 establecimientos en Europa —algunos en Andalucía y Baleares—, que sirven diariamente unos seis millones de platos. Y otra de hoteles de cinco estrellas. Y lo son también, y sobre todo, porque son habituales de la prensa del corazón. Discretos, lo que se dice discretos, no son.
El foco lo acapara desde hace algunos meses Christina Block (Hamburgo, 1973), una de las herederas y la cara visible del negocio familiar, del que el patriarca se retiró en el 2017, tras repartir el pastel (el grupo tiene 2.000 empleados y factura unos 20.000 millones al año) entre sus tres hijos (30 % para cada uno) y su fundación (10 %).
Y lo hace no precisamente por un motivo agradable. A saber: está acusada de haber orquestado el secuestro de sus dos hijos pequeños —Klara, de 13 años; y Theodor, de 10— en medio de la despiadada guerra que libra con su exmarido por la custodia de los niños. Y esta, además,no es la primera vez que los niños desaparecen.
Pero, vayamos por partes, que no es fácil de explicar y, menos, de digerir. Empecemos por el principio. Christina y Stephan Hensel contrajeron matrimonio en el verano del 2005. Diez años y cuatro hijos les duró el amor. Y no ha sido el suyo un divorcio civilizado. Ni mucho menos. En el medio, los hijos, como tantas otras veces.
Las dos hijas mayores del matrimonio, Johanna (17 años) y Greta (15) ya decidieron en su día con quién querían vivir. La primera, con su padre en Dinamarca; y la segunda, con la madre en Alemania.
Así que la pelea se centra en los dos pequeños. Ya en el verano del 2021, el padre se negó a devolver a los niños a su madre tras una de sus visitas a Dinamarca. Alegó que los maltrataba. Y empezó el lío en los tribunales. Los de Dinamarca le dieron la razón a Hensel y le otorgaron la custodia. Ella recurrió, y la Justicia germana se puso de su parte. Pero, como el nórdico es el único país de la UE que no reconoce las resoluciones de tribunales de otros Estados miembros en materia de custodia, las cosas se quedaron como estaban.
Casi dos años después de aquel verano, ella lo acusó a él de mantener secuestrados a los retoños. No logró Christina lo que quería. Los tribunales no apreciaron que los tuviese retenidos por la fuerza, ni a base de engaños o amenazas, y rechazaron la petición de que fueran devueltos al hogar maternal.
Y así, hasta la pasada Nochevieja. Estaban los pequeños disfrutando con su padre del espectáculo de fuegos artificiales cercano al restaurante donde habían cenado, cuando fueron secuestrados por varios desconocidos. Las matrículas de los coches en los que huyeron: alemanas.
Autoridades danesas y germanas iniciaron la búsqueda de manera inmediata. Y fue la Policía de Hamburgo la que los encontró. Curiosamente, en casa de la madre, que dijo no saber nada de cómo habían llegado hasta allí. Terminada la investigación, Christina se enfrenta ahora a la acusación de haber orquestado ella misma el secuestro de sus dos hijos. Ver para creer.
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