
En Guitiriz, Casa Gaibor guarda el alma de una taberna familiar y la mirada fresca de una nueva generación. Cocina gallega con memoria, producto y emoción
14 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En Guitiriz, la villa del agua y la piedra, hay una casa que late al ritmo tranquilo del fuego lento y de la memoria familiar. Casa Gaibor es un restaurante con historia, con alma y con una cocina que habla en voz baja pero clara: aquí manda el producto.
Ubicado a medio camino entre Lugo y A Coruña, y a una hora de Santiago de Compostela, este restaurante familiar —reconocido con un Solete de la Guía Repsol— es un refugio donde la tradición se renueva cada día. Entre muros de piedra y techos de madera, el comensal encuentra una cocina simple pero firme, centrada en ingredientes de temporada, de cercanía y en el buen hacer de cuatro generaciones.
Una casa que se hizo restaurante
Todo comenzó en 1950, cuando José y María abrieron una pequeña taberna junto al camino de la feria. Allí se servían bocadillos de sardinas enlatadas y vino del país. Con los años, aquella taberna se transformó en casa de comidas, y la carta fue creciendo: pulpo á feira, callos —que aún hoy se sirven los miércoles—, carne guisada, platos de cuchara. La tradición se fue cocinando sin prisa, a fuego lento.
Esa evolución sigue viva. Pili y Carlos, nieta política y yerno del señor Gaibor, modernizaron el espacio y mantuvieron el pulso del negocio. Hoy, su hijo Antón es quien toma el relevo.
Cocina con raíces y mirada propia
Antón Castro García, de 27 años, creció entre fogones. Estudió en el Centro Superior de Hostelería de Galicia, pero lo aprendido en casa fue igual de importante: «Eu crieme na taberna, cando saia do colexio poñíame a debuxar nunha das mesas onde agora come a xente».
Con él, Casa Gaibor ha refinado su propuesta sin romper con su pasado. Ha eliminado el bar para centrarse solo en el restaurante, ha reformado el local y ha dado una vuelta a la carta, que cambia constantemente, siempre en función del mercado: «É difícil que teñamos un mesmo prato todos os días».
Carta de temporada y sabrosa
La carta de Casa Gaibor nunca está cerrada, pero sí estructurada con mimo. Siempre hay un plato de cuchara, un pescado del día y una carne, además de varios entrantes creativos que beben de la temporada.
Uno de los entrantes estrella de estos días es un plato fresco y lleno de matices: espárragos de Navarra con salsa holandesa, guisantes frescos y trucha ahumada. Este plato resume el estilo de la casa: producto excelente, tratado con respeto y sensibilidad.
En la sección de cuchara, platos más contundentes como las lentejas caviar con oreja de cerdo y foie mi-cuit revelan una cocina que no olvida su origen rural, pero que juega con texturas y equilibrios nuevos.
«Agora no verán teremos opcións máis frescas de culler», apunta Antón, siempre atento al clima y al apetito del comensal.
En carnes, no faltan los grandes clásicos de la casa: carrilleras, jarrete de ternera, jabalí o perdiz en temporada de caza. También hay piezas como la chuleta de ternera, la croca o la picaña, seleccionadas con exigencia y cocinadas a la plancha.
Pero si hay un apartado que brilla especialmente, es el del pescado. Cada día se ofrece una ración y piezas enteras al horno, adaptadas a lo que ofrece el mercado. Ahora que empieza la temporada, el bonito de Burela se sirve con una original salsa de marmitako, elaborada con su propio sofrito y rematada con katsuobushi (bonito seco, fermentado y ahumado).
Antón destaca que en Casa Gaibor: «Respectamos o produto e intentamos tocalo só para potencialo. O protagonista é o produto, non o cociñeiro».

Taberna, bodega y verano a la sombra
En los meses cálidos, la experiencia se amplía con la taberna al aire libre, bajo un gran castaño. Vermú, música y platos más informales acompañan una carta ligera que mantiene el mismo compromiso con el sabor y el origen.
La bodega acompaña con una cuidada selección de vinos gallegos —como el Fulcro A Pedreira, D.O. Rías Baixas—, además de etiquetas nacionales, portuguesas, francesas y alemanas, con precios comedidos y un servicio de sala cercano.
El ticket medio ronda los 40 o 50 euros, y la experiencia es siempre más grande que la suma de sus platos.
Más que un restaurante, una historia
Con ocho personas en plantilla, una cocina activa y un comedor que respira familiaridad, Casa Gaibor no es solo un restaurante. Es una familia que cocina desde hace más de 70 años, que escucha a su clientela —de Guitiriz, de paso, o de quienes vienen solo por el restaurante—, y que sigue escribiendo su historia con cada servicio.
«Desde o meu bisavó ata hoxe, sempre houbo unha mellora continua. Seguimos innovando, pero a esencia está aí», concluye Antón.