
Desde que está jubilado se ha quitado el estrés y se ríe más, ahora cuenta su vida y la experiencia de medio siglo de profesión en «Cuando ya nada es urgente»
05 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En la cafetería cercana al parque del Retiro donde hacemos la entrevista, una señora de edad provecta se acerca a Pedro Piqueras y con toda educación le dice «te he visto entrar y no he podido resistirme. Te admiro, eres un encanto». En este momento a la mujer se le saltan las lágrimas. «Te he seguido todos estos años en los informativos de la cinco y te echo de menos». Piqueras se emociona con ella y hasta se ruboriza. No se esperaba semejante muestra de cariño. Abraza a la admiradora, le estampa dos besos y le da las gracias. La mujer se marcha feliz.
Como testigo del lance, uno tiene la sensación de que Piqueras (Albacete, 69 años) es un hombre que cae bien, alguien a quien dejarías las llaves de casa sabiendo que no te la va a liar, un tipo de fiar, vaya. De ese periodismo que genera confianza, de su trayectoria de medio siglo en Pueblo, RNE, TVE, Antena 3 y finalmente Telecinco, y de cómo el hijo de Perico, el dueño de una tienda de alpargatas de Albacete, ha llegado a ser uno de los profesionales de la comunicación más premiados de este país va Cuando ya nada es urgente (Harper Collins), el libro en el que Pedro Piqueras se sumerge en un relato en primera persona tras su retirada de los informativos, «que no del periodismo».
—¿Es consciente de que cae bien?
—Pues no era consciente de ello porque antes apenas salía. Ahora que con la jubilación salgo más siento estas muestras de afecto y las agradezco profundamente.
—¿Por qué se fue?
—Porque llega un momento en que llevas 50 años trabajando, haciendo informativos durante los últimos 34 años y te das cuenta de que hay muchas cosas que no has vivido. La televisión no me hacía tan feliz como en otros tiempos. Tenía que parar y analizar lo que había dejado de hacer como persona. Ser más empático conmigo mismo e intentar disfrutar de las cosas que no he disfrutado. El 21 de diciembre de 2023 fue mi último informativo y ahí cerré todo. No voy a volver nunca a hacer informativos.
—Y dice que ahora se ríe más…
—Sí, me río más y ya no me llevo los problemas a casa, ni me paso el día leyéndome todos los periódicos, todos los editoriales. Sigo enganchado a la actualidad, pero ya no es el estrés de antes. Aunque reconozco que Trump me quita el sueño…
—A usted y a todo el mundo…
—Es que su carácter no es el de un demócrata. Le gusta la imposición. Un tipo que falta al respeto a un presidente como Zelenski y lo trata de esa forma despótica, agresiva e irrespetuosa no es un líder democrático. Y ahora esta guerra comercial que ha puesto todo patas arriba.
—Volviendo al libro… se lo dedica a su padre, Perico, al que nunca pudo compensar «su bondad y su amor absoluto».
—Me quería muchísimo, pero yo vivía en Madrid y tenía mucho trabajo y mi padre se merecía más. Este libro le habría gustado, sonreiría y estaría en paz.
—Su padre tenía una tienda de alpargatas y zapatillas en Albacete… ¿Le ha ayudado sus orígenes a tener los pies en el suelo?
—Me ha ayudado a saber cuáles son mis orígenes y a no defraudarlos. Yo nunca he ido de nada ni he hecho vida de famoso. He conocido a gente estupenda, dentro y fuera de la fama, pero mi amigo íntimo sigue siendo Juanito, al que conozco desde los cuatro años.
—Su padre deseaba que usted fuera botones del Hispanoamericano, pero acabó siendo periodista… y gracias a Santiago Bernabéu…
—Mi padre conocía a Santiago Bernabéu y le pidió que me echara una mano en unas oposiciones a botones del banco. No me apetecía nada ser botones. Hice un examen horrible y ganó quien tenía que ganar. Y Bernabéu le envió una nota manuscrita a mi padre que decía: «Perico, lo siento, tu hijo no ha dado ni una». Nunca la olvidaré. Seguramente si hubiera entrado en el banco no habría sido periodista.
—Como presentador de informativos nos ha contado la guerra de Irak, el 11M, el fin de ETA, la pandemia... Pero le marcó el atentado de Irene Villa en 1991…
—Sí, aquellas imágenes eran tan duras... Yo mantuve la posición de emitirlas y creo que hicimos bien en darlas. María Antonia Iglesias, entonces mi jefa en TVE, era reticente, no era partidaria de enseñar ese shock a los televidentes a la hora de comer… He visto recientemente ese informativo y me paso casi un minuto advirtiendo a la gente de que iban a ver algo muy duro para que, quien quisiera, tuviera tiempo de apagar la tele. Darlas fue muy positivo porque vimos por primera vez cómo era el terrorismo realmente, no con una manta cubriendo un cadáver o un coche fúnebre que se va. Vimos a una madre que intentaba ver cómo estaba su hija cuando las dos habían sido mutiladas.
—¿Ha hablado de ello con Irene?
—Sí, me llevo muy bien con ella y está muy agradecida porque a partir de aquellas imágenes empezó a cambiar algo… Hoy hay gente joven que no ha vivido los tiempos del terrorismo y dice que ETA está viva y en el poder. Y son incapaces de recordar que durante largos años muchos periodistas, muchos políticos y mucha gente tenía que mirar debajo del coche por si había una bomba lapa; que cuando yo iba al País Vasco tenía que ser escoltado por la Guardia Civil; que por la calle te llamaban perro o txakurra. Ahora se puede ir al País Vasco y la vida ha cambiado, pero hay gente que no lo quiere ver y prefiere sacar renta política hasta de la mentira.
El ego en la televisión
—En los presentadores se corre el riesgo de que el personaje se coma a la persona…
—El ego que produce la televisión es tan fuerte que mucha gente cree que es el personaje el que sale en la tele y no quien es realmente. En televisión se suele decir, jugando con las siglas, que es más fácil gestionar el E-G-M que el E-G-O. ¿Que en algún momento he tenido mi ego? No lo dudo, pero viendo los egos que circulan por ahí, estoy lejos de eso.
—A la cámara no se le puede engañar… enseguida te descubre si eres sincero o no.
—Eso lo decía Pilar Miró y es verdad. Estás tan expuesto que te hace una radiografía. Te capta la mirada, el gesto, todo… aunque ser sincero no quiere decir que digas la verdad siempre. Porque muchas veces nos han colado noticias que no eran ciertas…
—Como el caso Arny en 1995...
—Soy consciente de las cosas que he hecho mal y lo más notorio para mí fue el caso Arny. Entramos al trapo de un juego que todavía a estas alturas no sé a qué se debía, pero que perjudicó a mucha gente y manchó su imagen durante años. Fue una canallada. Quien lo hizo era por perseguir a famosos homosexuales relacionándolos con abusos a menores. Fue una vendetta de alguien y sin embargo no se hablaba de otra cosa. Cuando yo veo a algunos de los que fueron acusados (el presentador Jesús Vázquez, el humorista Jorge Cadaval…) siento que les debo esta explicación. Todavía tengo cargo de conciencia.
—Ha acumulado estrés «como para llenar una piscina olímpica», ¿cómo tiene el corazón?
—Estoy operado de alguna ablación de aurícula, pero el último análisis dice que tengo un corazón para largo tiempo.
—¿Ha aguantado presiones?
—No. He vivido ambientes con un poco de presión política. Los políticos quieren salir en los medios lo mejor posible. Y si no lo logran se enfadan contigo. Siempre que las presiones sean a posteriori no me importan. Si son a priori me parecen deleznables.
—¿Alguna vez se le vio el plumero ideológico?
—No. Hay quien me vio plumero ideológico de forma injusta una vez porque yo había sido director de Radio Nacional con el primer gobierno de Zapatero y dijo que estaba manchado políticamente. Si quieres hacer una información equilibrada no puedes hacer una información ideológica.
—¿Le molestó que le colgaran el sambenito de que metía muchos sucesos en Telecinco?
—Empecé haciendo un informativo en Telecinco muy basado en la política y en la información internacional y entonces sí que recibí algún recado de «Oye, macho, ábrete a otras cosas». Entonces decidí hacer un informativo más abierto, con temas sociales y sucesos. Pero no fueron más sucesos que en otros sitios, ¿eh?
—Y aquellas bromas sobre que no dejaba de decir «dantesco», «apocalíptico»… ¿Le dolieron?
—Todo esto empezó por una tira cómica que se hizo en una televisión catalana en la que me habían cogido una vez diciendo «dantesco» y otra vez diciendo «apocalíptico». Me empezaron a imitar Carlos Latre y Raúl Pérez. Me prometí no volver a pronunciar nunca esas palabras, pero dio lo mismo porque todavía hoy, 20 años después, los cómicos lo siguen utilizando. Ahora yo también me río.
—En sus entrevistas era firme, educado, pero no agresivo…
—Ese ha sido mi librillo. Nunca he ido a asustar al entrevistado ni a quedar por encima. He querido saber y para saber hay que crear el mejor ambiente posible. Siempre con educación, no he cogido a nadie de las solapas. No es mi estilo.
—¿Cómo empezaría una entrevista al rey emérito?
—No empezaría preguntándole cuánto dinero se ha llevado a Oriente. Porque entonces se acabó la entrevista. En esto hay que ser más listo. Le preguntaría por cómo le va la vida, si echa de menos el país… para ir entrando poco a poco en el dinero. Muchos sienten la obligación de machacar al entrevistado antes de que empiece a hablar. Yo no.
—¿Y al Rey Felipe?
—Sí que me gustaría entrevistarle. El padre se lo ha puesto muy difícil y sin embargo está navegando bien, a veces con el viento en contra, pero sabe cómo utilizar la vela para seguir adelante. Y Letizia está colaborando para que las cosas vayan bien, acercando la monarquía a los ciudadanos.
—Crece el odio al inmigrante, se cuestiona el cambio climático y las vacunas, cada vez más jóvenes prefieren el autoritarismo antes que un sistema democrático… Con este panorama, ¿qué debe hacer un periodista?
—Contarlo. Pero algo hemos hecho mal para que ahora resurja todo este proceso de blanqueamiento de Hitler, de Mussolini y de Franco aquí. Se ha hecho poca campaña de que la democracia es el mejor de los sistemas. Echo de menos que los periodistas de opinión entren más de lleno en estas cosas, de lo bueno que ha sido el proceso de unificación europea. Creo que necesitamos más voces que digan esto en las tertulias y en los artículos de opinión.
—¿Qué papel otorga al periodismo tradicional en este contexto de intoxicación informativa?
—Es más necesario que nunca. Defender hoy el periodismo es defender la democracia.
—¿Y el periodismo de trinchera?
—Lo hay en algunos ámbitos. Hay periodistas que en sus redes sociales trasladan una crispación a veces artificial. Esa marabunta de mensajes tan negativos, ideológicos y extremistas se llevan por delante la verdad, por eso digo que la mentira se iguala a la verdad en algunos casos.
—¿Habría leído el libro de Bretón?
—Leerlo sí, escribirlo no creo.
—Una exclusiva que le habría gustado dar.
—Por hacer una gracia diría que se encuentre petróleo en Albacete y que fuera en terreno público.
—¿Tiene alguna espinita clavada tras medio siglo de profesión?
—No haber sido corresponsal en Moscú o Washington.
—Ahora que para usted ya nada es urgente, ¿qué haría el último día de su vida?
—Fíjate que yo no soy muy creyente, pero a veces pienso que me confesaría… por si acaso.