María Agúndez, autora de «Casas limpias»: «Hoy está mal visto que te guste cuidar a tu bebé, y no hablo del extremo de las 'trad wife'»

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Agúndez presenta una novela que, a través del humor, retrata el conflicto ético que afrontan algunos al tratar con el servicio doméstico
06 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Los complejos, los dilemas morales, las dobleces… Esos melones que resulta tan complicado abrir. Esas realidades que muchas veces no queremos ver por la incomodidad que generan hasta en las mentalidades aparentemente más abiertas. Esa es la esencia que guarda Casas Limpias, la nueva novela de María Agúndez (Zaragoza, 1990), una introspección —siempre a través de la llave del humor— a la disyuntiva moral que a muchos provoca en la actualidad eso de contar con servicio doméstico. La escritora presenta los conflictos éticos a través de Sol, una joven obsesionada con la limpieza y estrenándose en la maternidad que recibe en su casa con pudor a Diana y a Emily, dos asistentas a las que ha contratado para que le echen una mano con las tareas del hogar. Pero Sol se enfrenta a unos ideales aparentemente modernos que, a sus ojos, le impiden tener servicio doméstico.
—«Casas Limpias» es una novela incómoda, pero en el mejor sentido de la palabra. Obliga al lector a mirarse en un espejo que preferiría evitar. ¿Qué te empujó a escribir sobre las empleadas del hogar y la relación que se establece con ellas?
—Por la observación de mi entorno. Hace unos años estaba en una cena de amigos, éramos cuatro parejas y de repente surgió el tema. Y ellos presumían de no tener el número de teléfono de las asistentas con un orgullo de macho. Eso generó un debate y me quedó muy grabado. Después, en otra ocasión, me encontré con el amigo de un amigo y, sin conocerme de nada, me empezó a hablar de su asistenta, que también iba a casa de su madre, y a contarme lo vaga que era y cómo le ponían trampas para ver si había limpiado o no…
—¿Este es un tema que preocupa menos a los hombres que a las mujeres?
—Totalmente. Ojalá que leyeran la novela muchos hombres. Aunque no tengo mucha fe en ello, porque hay quien cree que, al ver la portada rosa, es un libro feminista. Y yo me quiero tirar por la ventana.
—Sol es un personaje contradictorio. ¿Hasta qué punto decidiste llevar tan lejos su incomodidad?
—Sol se mueve entre dos formas de ver la vida y de enfrentarse al problema. Ella arrastra ese prejuicio de la izquierda de tener que intelectualizar tanto todo. La desigualdad es latente y eso no te hace mejor ni peor que nadie. La realidad es que mucha gente se va de su casa cuando les vienen a limpiar porque no quieren verlo con sus ojos. Porque es incómodo estar en el salón levantando las piernas cuando pasan el aspirador por debajo. Me cansa mucho hablar de izquierdas y derechas, pero siento que la novela no habría sido tan interesante si Sol no hubiera estado tan marcada por esa moralidad progre que lo complica todo un poco. Y eso es lo que precisamente hace al libro incómodo, porque muchos nos vemos reflejados en esos clichés de no saber cómo tratar determinados temas porque los estás viendo desde un aura de superioridad o de paternalismo.
—El libro se publica en un momento en el que mucha gente cuestiona la inmigración, en el que se sigue hablando de los trabajos precarizados...
—Precario también puede ser trabajar por el salario mínimo en una galería de arte. Y tú puedes creerte superior y la realidad es que estás supermal pagado y sin cumplir tu jornada laboral. Pero te crees guay cuando en realidad lo que subyace ahí es una hipocresía tremenda. Volvemos otra vez a esa hipocresía de mirar desde determinadas posiciones a otros pensando que tú estás mejor cuando en realidad no lo estás.
—¿En el caso de Sol, ser madre agudiza esa sensación de conflicto entre sus ideales y sus necesidades?
—Sí, claro. Ser madre, cuidar, cocinar, limpiar… no está considerado feminista. Hoy en día está mal visto que te guste cuidar de tu bebé. Y eso es fuerte. Creo que de ahí también nacen un montón de culpas. Ojo, no estoy hablando del extremo este de las trad wife. Eso no me interesa. Pero es que maternar a día de hoy es complicado. Tengo amigas que quieren ser madres y, por lo que sea, ahora mismo no pueden y se encuentran con otras amigas que les dicen que en realidad ellas no quieren ser madres, que lo que subyace ahí es que la sociedad te está imponiendo que seas madre. Me revienta eso. No podemos quitar ese deseo a las que lo tienen. Porque es muy perverso.
—¿Ha habido alguna crítica o alguna interpretación que te haya sorprendido?
—Estamos muy al inicio, pero que se catalogue de novela feminista me da pereza. Porque es mucho más. Es que además creo que precisamente sería muy interesante que la leyera alguien que se identifica como no feminista. Cuando estaba escribiendo el libro, un amigo editor me dijo que debía de dejar ir leyendo algunos capítulos a gente de mi entorno. Y cuando llevaba 100 páginas se lo mandé al padre de una amiga. Un señor de 65 años, que me conoce desde que soy pequeña y que es votante declarado del PP. Y me dijo que estaba fascinado y que le había encantado porque le había parecido superinteresante.