Ortigueira ya respira festival: «¿Qué más puedes vivir? Es la mejor playa, sueño con ella»

ana f. cuba ORTIGUEIRA / LA VOZ

FERROL

Hay quien ya acampó en Morouzos desde el viernes
Hay quien ya acampó en Morouzos desde el viernes I. F.

Los «folkies» aterrizan en el pinar, a pie, en taxi o en patinete eléctrico, y ya hay colas en algunos bares y supermercados

08 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En el despacho de Miguel Giz no queda ni una barra de pan; en la empanadería Cantón llevan días ya preguntando por las pizzas (un clásico de las noches del festival); en los supermercados y las tiendas pequeñas empiezan las colas, mientras se afanan en llenar los lineales y acopiar cajas de cervezas y agua; en A Cabana do Fos el trajín es casi continuo; las terrazas de los bares bullen; los taxis se mueven sin parar y el tráfico por las aceras se intensifica. Ortigueira ya respira festival, que este año se adelanta al miércoles. La organización acordó, con el resto de integrantes de la junta de seguridad local, adelantar el cierre de los accesos (en coche) a Morouzos el día 2, para controlar qué entra al pinar y evitar los excesos (raves y bombonas para cocinar, entre otros) del año pasado.

Aviso de sanciones

Esta edición del Festival Internacional do Mundo Celta es la del 50 aniversario de la Escola de Gaitas de Ortigueira, la fundadora, y la de las sanciones, de las que se advierte en un cartel enorme, en la entrada a Morouzos: de 500 a 3.000 euros por circular en vehículos fuera de las vías habilitadas, el uso de megafonía y aparatos que «perturben o descanso e á fauna», tirar basura fuera de los contenedores, encender hogueras, instalar señales o marcas permanentes en el terreno, transitar por el cordón dunar, erosionar o alterar el suelo, o tener animales sueltos. Tampoco se permite acceder en vehículos no autorizados, la venta ambulante o la distribución de comida o bebida en puestos no legalizados, o introducir en la zona generadores, planchas de cocina, neveras, cocinas o bombonas de gas, aparatos de música, cuchillos de gran tamaño, hachas, sierras o similares.

Pocos se detienen ante el cartel. Que nada pervierta «el ambiente y la libertad que se respira», apunta una joven que llegó el viernes con un amigo también madrileño y con Nuire, vitoriana que vive en Francia. Cautivados por «la naturaleza, la música, la gente» y «por una dinámica social muy diferente a la de Madrid», en su tercera aventura celta. Nuire es artista: «Aquí se puede disfrutar sin necesidad de gastar mucho, es bonito que pueda venir todo el mundo. En transporte se van unos cien euros y el resto, unos quince al día».

De camino al arenal hay quien vende gorras y quien prepara churrasco o creps, y expende limoncello o cerveza. Azahar, cordobesa, acaba de llegar desde Granada con su amiga Clara Oscure. Es su primer año en el Festival de Ortigueira. Viajaron en un coche atestado de bártulos, que tardan en descargar del taxi. Azahar trae sus piezas de cerámica y Clara Oscure, sus ilustraciones. Hay folkies que han optado por el patinete eléctrico, al menos mientras no entre en funcionamiento el servicio de bus desde los aparcamientos. Ayer ya se estaba llenando el primero, en la recta de A Venta. Desde allí caminan en hilera al pie de la AC-862, empujando carros con neveras y portando mochilas y tiendas de campaña. Van sin prisa, pero con ganas de recalar en Morouzos, la tierra prometida.

El logotipo tatuado

«¿Qué más puedes vivir? Es la mejor playa de España, sueño con ella en Madrid», repite una folkie que suma ya seis festivales y se ha tatuado el dragón del logo del Mundo Celta en una pierna, como varios amigos. Su pandilla es de las que se notan, unas treinta personas y un campamento montado en el centro del pinar. «Son nuestras vacaciones, las cogemos todos ahora para coincidir (varios trabajan en Barcelona, Bilbao, Sevilla...). Nos gusta mucho esto... el fresquito, el entorno, que es inmejorable (sales de Madrid, donde todo es estrés y horarios), es especial, Galicia es Galicia...», remarca.

«Esto es maravilloso», comparte otra festivalera pisando arena. Ortigueira parece otra y aún faltan unas horas para el arranque oficial del Mundo Celta de 2025.

Tres de los cinco británicos de Cornualles que debutan en el festival
Tres de los cinco británicos de Cornualles que debutan en el festival I. F.

De Cornualles a la playa de Morouzos, pasando por Portugal

En el pinar de Morouzos se mezclan lenguas y acentos. Los Panquequeirxs, cinco británicos de Cornualles, preparan y sirven tortas, café o té. Debutan en Ortigueira. «Venimos de Portugal. Muchos amigos nos han dicho que esto está muy bien, nos gusta la música celta [una de las integrantes del grupo toca] y en Cornualles compartimos esta cultura», explican tumbados al sol junto a su perro.

A pocos metros, una joven practica yoga y ofrece masajes; y un poco más allá, Mauro, uruguayo, y Jimena, mexicana, decoran dos mesas con enredadera para colocar su artesanía y la de otros amigos de Chile y Brasil. «Hacemos joyería en alambre, plata, hilo (macramé)...», cuentan. Son ocho y también se estrenan. «No han dicho que es muy lindo, y es verdad».