El amor compartido por el arte que tardó en brotar pero brilla

Javier Benito
javier benito LALÍN / LA VOZ

DEZA

Cedida

Ana Brea hereda de su padre una pasión que le llevó a dejar la farmacia y exponer

01 jun 2025 . Actualizado a las 16:53 h.

Desde niña habitó entre pinceles y lápices, entre cuadernos y lienzos. La casa familiar estaba impregnada por los aromas del óleo, donde los juegos infantiles convivían con la pasión artística paterna. Vivencias que calaban, entretejiéndose en recuerdos de esa etapa siempre feliz. Un amor por el arte que terminó en brotar, pero la herencia recibida incluso cobró tanto peso que decidió dejar su profesión para dedicarse con plenitud a plasmar con pasión sus sentimientos y sensaciones, su observación de la realidad que nos circunda para embellecerla a través del grafito, del pastel, del óleo,...

Hablamos de Ana Brea Gago. Y, hablamos, en esta ocasión un poco menos para dar protagonismo a su hija, de José Brea Colmeiro. Una licenciada en Farmacia que un buen día y no hace tanto tiempo dejó recetas y blísteres para canalizar todos sus esfuerzos en el arte. En poco tiempo con éxito, ya con varias exposiciones individuales y colectivas, además de obra seleccionada en concursos. Una pintora que transita por el realismo, como su padre, pero en ocasiones con una cierta abstracción de tintes impresionistas, en series como la dedicada a la calle Alcalá de Madrid, y con paisajes rebosantes de luz y color de líneas difuminadas.

La pintora nacida en Salamanca, donde discurrió gran parte de la labor docente del silledense José Brea y su lugar de residencia, expone en estos momentos en la capital madrileña. Hasta el 19 de junio puede verse una amplia selección de sus dibujos, principalmente retratos, así como óleos y pasteles en el Espacio de Igualdad Elena Arnedo. Llega poco tiempo después de otra en Vallecas, en la librería Muge.

Entre sus series sin duda podemos destacar las dedicadas al mar, donde empastan con perfección los colores. Una paleta que irradia luminosidad a la vez que despierta en el espectador una visión onírica del mar y sus orillas. Un camino donde seguro surgirán dudas y altibajos pero que transita Ana Brea con ilusión plena y brillantez, solo después de dos años de encauzar su vida a través solo del arte.

José Brea, padre orgulloso y admirador de su obra, recuerda con emoción en la voz que en su momento a Ana le gustaba dibujar pero casi como entretenimiento, en esa versión lúdica que casi todos los niños encuentran al trazar líneas y volúmenes sobre un papel. Ese ambiente casero entre cuadros y dibujos de Brea Colmeiro no cuajó en una vocación temprana, aunque sí como una afición más o menos esporádica en función de su etapa vital.

A sus propias creaciones, la artista con raíces en la Silleda paterna suma múltiples encargos, en especial de retratos. Sabe captar esa esencia, ese hálito que nos define, en una interpretación psicológica a la par que artística de los rasgos. Sus creaciones fueron seleccionadas en varias ocasiones a nivel nacional y extranjero, presentándose a diversos concursos donde están teniendo gran aceptación. Todo un acicate para perseverar, junto al aliento de su progenitor y el resto de la familia.

Dicen que de tal palo, tal astilla. Resultaría demasiado prolijo enumerar los hitos que jalonan la trayectoria de Brea Colmeiro, con reconocimientos ya contados en estas páginas. Queda esperar que lleguen y muchos para Ana. Y, porqué no, una exposición conjunta de dos artistas que profesan fe ciega por la pintura.

El pupilaje en caso necesario del gran Antonio López

Brea Colmeiro mantiene una férrea amistad desde sus tiempos de estudiantes con el mejor pintor realista español del siglo XX y lo que llevamos del XIX. Antonio López fue su profesor y quien le otorgó matrícula de honor en su asignatura. Esos lazos que resurgen cada cierto tiempo llevaron en los últimos tiempos al pintor silledense a visitar el estudio de López, en alguna ocasión acompañado de su hija. Y el retratista por excelencia de Madrid se ofreció a resolver dudas, a tutelar en cierta forma ese camino por andar, como en su día el de su padre.