
El equipo de Flick dio un paso más en la épica final de Sevilla y se conjura para cerrar con matrícula de honor una temporada histórica
27 abr 2025 . Actualizado a las 19:05 h.El Barcelona ganó la Copa del Rey en una final épica, pero hizo algo más. El conjunto que dirige Hansi Flick se llenó de moral de cara al tramo decisivo de una temporada que, ahora sí, puede ser histórica. Los azulgrana ya tienen en el zurrón la Supercopa de España y la Copa del Rey, ambas conseguidas frente al Real Madrid, y apuntan también a un sueño que cada vez parece más real. El triplete está a la vuelta de la esquina y los culés se han llenado de argumentos para creer que es posible. Es el despertar de un equipo sobrado de autoestima y que tiene al alcance de la mano escribir su nombre con letras de oro.
Y es que el Barça ha tenido zigzagueos esta temporada en varias ocasiones, pero se ha mantenido fiel a su estilo y ha llegado al momento clave del curso con todos los automatismos creados por Flick al máximo nivel. Solo así se explica la autoridad con la que los culés jugaron en una primera mitad de absoluto dominio, la reacción ante la adversidad y, especialmente, la fe de Jules Koundé en el minuto 116 para presionar en área rival y robar un balón decisivo a un centrocampista contrario. Su aparición, su gol con un disparo cruzado ante el que poco pudo hacer Courtois, desequilibró la balanza y le llena al Barça de confianza y reminiscencias.
No es de extrañar que el gol de Koundé llevará al aficionado azulgrana a otros goles históricos de defensas que han cambiado la historia del club. Lo hizo Koeman en la primera Champions en 1992, lo logró Belleti con su internada en 2006 y también Yaya Touré con una galopada que sirvió de pistoletazo de salida para lograr un sextete al que hoy apela el aficionado azulgrana. Y es que existen coincidencias que ayudan a creer en el triplete. Quizá la similitud de la camiseta con la del Pep Team, quizá la aparición interestelar de un joven de La Masia dispuesto a romper todas las barreras y erigirse como el mejor futbolista del planeta o quizá también la decisión de un técnico que no negocia su método. Guardiola no dudó tras un inicio errático y tampoco lo hizo Flick después de un mes de noviembre que apuntaba a destruir todo lo bueno que se había construido en el inicio de curso.
El Barça sobrevivió, maduró su juego y ahora está en la pole para lograrlo todo, como aquel Barça de Luis Enrique que amagó con un motín en San Sebastián y finalmente cerró filas para ganar el triplete de la mano de la MSN. Hoy el tridente lo componen Raphinha, Lamine Yamal y Lewandowski, pero los de Flick son mucho más. El Barça cree en la triple corona y tiene argumentos porque no hay ningún otro equipo en el planeta que logre condicionar tanto el juego de los rivales como el de Flick. Se pudo ver en una primera mitad de la final de Copa en la que el Real Madrid salió replegado y dispuesto a sufrir hasta que pasara el vendaval. El Barça somete y se juega, normalmente, a lo que Flick quiere que se juegue.
Calidad y cabeza
El fútbol es el principal argumento para creer, pero el otro es la cabeza. El Barça demostró una personalidad en la final de Copa a prueba de huracanes. Se vio por detrás en el marcador ante un buen Real Madrid y supo rehacerse para igualar primero la contienda y después darle la vuelta gracias al gol épico de Koundé. No es de extrañar que Flick destacara la personalidad de una plantilla en la que, además, hay jugadores de 18 años como Cubarsí o Lamine Yamal, Pedri de 22, Gerard Martín de 23 o Fermín López de 21 y Gavi de 20 años. «Cuando vi la celebración fue increíble. Me siento feliz por la victoria, por todos ellos. El espíritu positivo con el que trabajamos nos ha ayudado, ha sido una noche perfecta. Solo puedo agradecer a mis jugadores la gran actuación que han desempeñado, nunca se rinden», reconoció Flick.
Ese espíritu positivo se ha impregnado en un grupo que celebró el gol de Koundé con una piña en la que estaban desde los más habituales hasta otros que han tenido menos minutos. Todos suman y son parte de uno de los vestuarios más sanos que ha tenido el Barcelona en los últimos tiempos. Y es que la maquinaria que ha logrado engrasar Flick tiene mucho de disciplina, pero también de libertad. «Estoy para crear un ambiente en el club y en el vestuario para que disfruten del fútbol», reseñó el alemán. De momento lo ha conseguido y ha mantenido intacto el hambre de un grupo de futbolistas que juega con la experiencia de los De Jong, Iñigo Martínez o Lewandowski y con la inconsciencia de imberbes como Cubarsí, Pedri y Lamine Yamal. La mezcla es perfecta y permite al Barça soñar con un triplete que cada vez tiene más adeptos.