Y Bosé encerró con llave a Miguel

CULTURA

El artista defendió con mucha dignidad la plaza en su reencuentro con el público en A Coruña

12 jul 2025 . Actualizado a las 14:10 h.

Ya lo dijo él mismo en varias ocasiones: hay dos personas que conviven en la del hijo del torero que se hizo artista contra todo pronóstico: Miguel y Bosé. Y aunque en los últimos tiempos el primero se haya tragado al segundo, por motivos menos musicales, y su voz se haya rasgado con una afonía crónica que empaña la sensualidad del pasado; este viernes Bosé se subió al escenario en A Coruña y dejó en casa encerrado con llave a Miguel.

Y no le dejó salir en ningún momento, porque Bosé flotó sobre el escenario con su elegante presencia intacta —a pesar de que la edad no perdone, como saben muy bien quienes estaban bailando entre las butacas— más al estilo de aquel artista rompedor que allá por los 80 puso de moda la falda.

De papito a casi abuelito, este nuevo Bosé renacido defendió con mucha dignidad la plaza con una impresionante puesta en escena y una inteligente fusión de voces con un coro de chulapos que sostuvieron su voz sin enturbiarla.

Su voz, esa era la gran incógnita. Difícil de resolver para el público, porque todas las teorías que le acusan de hacer playback se desmoronaban al escucharle entonar los acordes de Olvídame tú, Si tú no vuelves, Sevilla o Morenamía. Era su voz, algo desgastada por el tiempo pero con esa profundidad que todos necesitábamos escuchar de nuevo. Si era real o no, la verdad, importaba poco.

La nostalgia fue el motor que movió a los miles de espectadores que se acercaron al Coliseo, un horno más parecido al infierno que muchos estaban dispuestos a soportar solo por escuchar otra vez Linda, aunque al final no la cantara. Y Bosé les sorprendió a todos en este reencuentro, donde no hubo ni polémicas negacionistas ni teorías conspiranoicas, solo música y un espectáculo que mereció la pena.

Se entregó, Bosé, con toda su alma, y el público le devolvió la entrega. Una declaración de intenciones que se selló con una bella versión de Te amaré que dedicó a la ciudad. Una delicia de recuerdo que, aunque se lo diga a todas, todo el mundo asumió como bueno.

«Es el mejor concierto de Bosé de todos los que he visto en mi vida», se escuchaba a la salida. Y no hay que obviar que el colofón fue para muy cafeteros: un Don diablo revisitado en el que solo había que cerrar los ojos para sentirle allí con su camiseta de tirantes, las mallas que ya no nos ponemos por dignidad y la melenita que muchos, desgraciadamente, hace tiempo que ya no ven en el espejo.