
La catalana ofreció un concierto soberbio en A Coruña, fundiendo un repertorio notable con un sentido de la estética que embelesó al público
22 jun 2025 . Actualizado a las 08:56 h.Si Jesucrista Superstar de Rigoberta Bandini es uno de los mejores discos del pop nacional del 2025 la gira del mismo lo potencia totalmente con uno de los conciertos más fascinantes que se pueden ver ahora en España. Así lo demostró en su pase en el Coliseum de A Coruña del sábado, en donde sublimó esa tragicomedia musical en una suerte de teatro pop maravilloso. Estéticamente impecable —entre el rosa que acogía a Marylyn de Los caballeros las prefieren rubias y los escenarios de los minimusicales de Un, dos tres—, esa Rigoberta rematadamente icónica —por momentos, parecía la muñeca que gira en la caja de música— enamoró al público desde el inicio. Y hasta el final, sin un solo segundo de desconexión en el flujo de ese amor que ella se encargó de recalcar.
La catalana tiene, ante todo, unos temazos que no siempre se valoran. Hila perfectamente el desastre vital femenino y lo maneja con hachazos de humor y explosiones de emoción. Y posee un sentido plástico tan depurado de su propuesta que hace que su producto sea 200 % pop y se coma con los ojos. En el escenario demostró que en ella hay algo de la Paloma San Basilio de Juntos trasladado al siglo XXI. También, del trazo pulcro de las baladas de Perales o Cecilia. Y mucho, muchísimo, de aquellos Mecano que aún hoy le siguen inyectando su espíritu a parte de las mejores melodías que se hacen en la actualidad.
Todas estas referencias añejas hacen que su música trascienda al momento, el mensaje coyuntural o la polémica de turno. Cuando martillea sílabas en Pamela Anderson el público levita. Cuando decide pulsar el botón electro-pop de La pulga en el sofá, extiende un calambre por todo el recinto. Y cuando rescata Perra (y los pone a ellos a cuatro patas a ladrar), la fiesta parece no poder ir más arriba.
Mientras tanto, se pasea de lado a lado, como la vedete de una sala de fiestas que ve a la audiencia embelesada disparándole corazones rojos como el Mickey Mouse. Y prepara una traca con Too Manny Drugs, la inevitable Ay mama entre el delirio total y ese Busco un centro de gravedad permanente que cerró una actuación soberbia. Difícilmente, alguien habrá salido defraudado de allí.