Kasabian, una bomba que rugió sin llegar a estallar en O Son Do Camiño

Javier Becerra
Javier Becerra RETROALIMENTACIÓN

CULTURA

Sergio Pizzorno, líder de Kasabian, durante la actuación.
Sergio Pizzorno, líder de Kasabian, durante la actuación. Sandra Alonso

Los británicos celebraron una fiesta «britroquera» en la segunda jornada del festival revisando su repertorio clásico

14 jun 2025 . Actualizado a las 15:03 h.

Sergio Pizzorno, el actual cantante y puntual guitarrista de Kasabian, es un front-man por accidente. Nunca ha engañado a nadie y siempre ha puesto las cartas sobre la mesa sobre ello. Apartado Tom Meighan de la banda en el 2020, le ha tocado el complicado papel de suplir la voz rolliza tan característica de este. También, su presencia. Y ayer, en su primer concierto en Galicia dentro de O Son do Camiño, dejó claro cómo lo ha resuelto. Vocalmente cumple y mantiene, a su manera, ese chorreo british entre Liam Gallagher y Bobby Gillespie. Escénicamente, cambia la cosa: opta por el modo saltimbanqui, enfundado en un mono estampado con noticias de periódicos. No es lo mismo, claro. Pero no importaba, porque la gente acudía advertida a la fiesta britroquera con ganas de vaciarse. Todo a medio camino entre el hincha de fútbol, al clubber talludito ascendencia roquera y aquel que usó gorro cubo en Benicassim hace un par de décadas y lo rescató para este día.

Cuando, después de invocar a The Beatles y su Hey Jude de arranque, sonó Club Foot y empezaron a volar vasos, provocando una lluvia de cerveza, quedó claro. ¡Volvamos a los 20 años! Todo ese espíritu se fundía en una pieza frenética mezclada tan a tope de graves que saturaba, al menos en las primeras filas. Pero los fans, como quien desea meter la cabeza dentro del altavoz para empaparse en el sonido, seguían el plan previsto. Que no era sino un repaso por un repertorio plagado de hits especialmente diseñados para quienes se hicieron mayores de edad viendo Trainspotting.

Pizzorno usó todos los trucos del manual de líder festivalero. Bajó al foso en los primeros temas, se coló entre el público a mitad de bolo, instó a que todo el mundo se agachase para saltar a la de tres y, por supuesto, se encaró al público para hacerlo bailar, lográndolo pero sin llegar a provocar la estampida definitiva. El sonido, que buscaba el meneo sísmico de manera excesiva, tapó a veces las cualidades de los temas. Pese a todo, Shoot the Runner sacó su brillo. Re-Wired agitó al personal. Y Coming Back to Me Good aportó luminosidad popera.

En la segunda mitad, opté por irme más atrás. Allí mejoró la cosa sonoramente. En la recta final, emergió la melodía de Bless This Acid House, el latigazo ecléctico de Empire y un L.S.F. que dejó a los fieles coreando por la vuelta del grupo. Este retornó y concluyó el concierto con un Fire de rugido controlado que podría definir un poco toda la actuación: una bomba, sí, pero que no llegó a explotar del todo.  Este retornó y concluyó el concierto con un Fire de rugido controlado que podría definir un poco toda la actuación: una bomba, sí, pero que no llegó a explotar del todo.