«Ciudad de cadáveres», narrar el trauma de la bomba atómica de Hiroshima

H. J. P. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Ota Yoko (1903-1963); a la derecha, detalle de la portada de la edición española de la novela publicada con esmero por el sello gijonés.
Ota Yoko (1903-1963); a la derecha, detalle de la portada de la edición española de la novela publicada con esmero por el sello gijonés. Satori Ediciones

La autora japonesa Ota Yoko escribió esta novela de carácter documental y testimonial apenas cuatro meses después de la masacre

01 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Mucho antes de que Adorno advirtiese en 1949 sobre la imposibilidad de hacer poesía después de Auschwitz, la escritora japonesa Ota Yoko (1903-1963) escribió el primer artículo conocido sobre la experiencia como víctima de la bomba atómica que el 6 de agosto de 1945 explotó en el cielo a 500 metros sobre Hiroshima. Apareció en un periódico el 30 de agosto, solo quince días después de la rendición incondicional proclamada por el emperador tras el asedio militar enemigo y apenas 72 horas antes de que las Fuerzas Aliadas interviniesen los medios de comunicación. Oficialmente, 80.000 personas murieron en un instante y el Código de Prensa impuesto perseguía que no se difundiese la brutalidad de la masacre. Esta rígida tutela impidió que viese la luz el manuscrito de la novela Ciudad de cadáveres, listo cuatro meses más tarde. No fue hasta 1948 cuando fue editada en una versión autocensurada, y solo en 1950 el público accedió a su factura definitiva. La vigilancia se había relajado porque la Unión Soviética ultimaba sus propias armas nucleares, y EE.UU., al frente del Gobierno de ocupación, pensaba que la información sobre lo ocurrido valía como poderosa amenaza. Lo explica Patricia Hiramatsu (experta en cultura japonesa y con familia en Asturias, donde tiene su sede el sello Satori) en el sustancioso prólogo que abre la edición española de Ciudad de cadáveres. Aunque en su época no fue bien entendida ni por su tema —Yoko fue acusada de oportunista y de comerciar con la tragedia; la gente quería olvidar— ni por su forma —fragmentaria, irregular, documental, íntima, poética—, la novela resulta perfectamente actual en el planteamiento estético y necesaria en el carácter testimonial, sin olvidar su altura literaria. Nadie duda hoy de la audacia de Yoko, que introduce otras voces con un criterio periodístico y narra en directo los hechos, su terrible impacto físico y emocional, y el difícil proceso de superación del trauma. Imprescindible.