¿Es A Coruña una ciudad racista?: cinco extranjeros ponen a los coruñeses frente al espejo

A CORUÑA CIUDAD

De izquierda a derecha: Claudia (Venezuela), Óscar (Colombia), Melisa (Cuba), Yudit (Perú) y Vincenzo (Italia)
De izquierda a derecha: Claudia (Venezuela), Óscar (Colombia), Melisa (Cuba), Yudit (Perú) y Vincenzo (Italia)

A Coruña tiene 15.000 extranjeros más que hace diez años. Residentes de las nacionalidades con más presencia relatan su experiencia como inmigrantes. El «spoiler»: todos pretenden que su etapa en Galicia dure mucho tiempo

23 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

De los 195 países que hay reconocidos en el mundo, 140 tienen presencia en A Coruña. La ciudad cuenta hoy con 25.905 extranjeros empadronados, un 41 % más que en el 2015, cuando la llegada masiva de refugiados a Europa recrudeció los discursos antiinmigración en las calles y parlamentos de países como Francia, Dinamarca, Austria o Hungría. Diez años después, el clima de tensión se ha vuelto asfixiante también en España. Así lo reflejaron, hace unos días, los disturbios xenófobos de Torre Pacheco, que obligan a plantear una cuestión vergonzante: ¿vivimos en un país racista?

Empadronados en A Coruña que proceden de las cinco nacionalidades con más presencia en esta urbe —Venezuela, Colombia, Perú, Cuba e Italia—, relatan su experiencia tras años, a veces lustros, fuera de la tierra que los vio crecer. Es imposible homogeneizar sus relatos y esbozar un único sentir; sobre todo, porque la vivencia de un calabrés que dejó el país transalpino por amor a una mujer y a la gastronomía no se puede comparar con la necesidad de huir de quien ha convivido con el miedo y el desamparo.

Melisa Pérez y Yudit Caballero llegaron a A Coruña con dos días de diferencia. La primera de ellas salió de Cuba justo antes de graduarse en Nutrición, cuando le aprobaron la visa. Define la sensación que le produjo su primer día en A Coruña como «rara», una mezcla de emociones que «solo puede entender un emigrante». A Pérez le han bastado dos años para tener las cosas muy claras: «Mi experiencia está siendo tan buena que siempre digo que de aquí no me voy; es más, yo quiero que me entierren en Galicia».

Con 26 años y madre de un bebé, esta cubana está feliz trabajando en la cafetería de un cuartel de la Guardia Civil, y tan solo expresa una preocupación: «Sé que hay gente que le va a decir a mi hijo que no es español aunque haya nacido aquí, solo por ser de padres cubanos. Eso me disgusta, porque algunos siguen haciendo distinciones».

Yudit también dejó su vida en Lima atrás cuando su puesto de verduras se fue al traste tras la pandemia. «Además, vivía en una zona muy insegura de Perú, y me preocupaba el futuro de mis dos hijas», cuenta. Le ayudó a decidirse por este país el hecho de que el Estado de bienestar español «garantice la sanidad y la educación pública y gratuita», añade.

El camino hasta aquí no ha sido fácil para Yudit: se quedó viuda, enfermó y reprogramó su vida con 50 años. «Me ha merecido la pena, llevo un tiempo cotizando como auxiliar de ayuda a domicilio y me siento muy segura. Solo pido que nos dejen contribuir a mejorar este país, no queremos otra cosa».

Vincenzo Amadeo no ha perdido su acento italiano pese a llevar doce años en A Coruña. De origen veneciano pero criado en Calabria, se ha hecho un nombre en la urbe gracias a su restaurante, Ama, y a ese don de gentes tan propio entre los nacidos en el país transalpino. «Tardé una semana exacta en encontrar trabajo, y desde entonces no he parado. Siempre me he sentido muy cómodo en esta ciudad, pero ahora más que nunca». Se refiere, aclara, a que las políticas de extrema derecha aplicadas por el Gobierno de Giorgia Meloni le generan tal rechazo que ni se plantea volver a Italia. «Son mis raíces, pero están acabando con los derechos civiles y tomando medidas muy drásticas antiinmigración; me siento mejor en España».

Comparte este estado de plenitud Claudia Núñez, una venezolana afincada en A Coruña desde hace diez años. Su caso es particular en este reportaje por los lazos que unen al país caribeño con Galicia. «Mi experiencia emigrando ha sido fantástica, pero a nosotros casi nadie nos ve como extraños». Esta profesora de yoga de 57 años, que regenta el centro Om Yoga en Oleiros, no tiene previsto volver a su Venezuela natal.

«El orden público estaba mal, empecé a sentir el peligro», cuenta el colombiano Óscar Carreño sobre la razón que le llevó a juntarse con su hermana en A Coruña, que ya llevaba 23 años en la urbe. Tras dos años viviendo en España, reconoce que gracias a un curso de Cáritas para ser albañil consiguió un empleo rápidamente. «Es un trabajo duro, pero no me quejo». De hecho, como los demás, pretende establecerse en Galicia definitivamente. «A veces te encuentras gente que no te recibe bien, pero me he creado una coraza. Estoy feliz aquí, esto es una maravilla».