Un alcalde de Liverpool entre cantigas

Carlos Portolés
Carlos Portolés A CORUÑA

A CORUÑA

En 1933 y 1934 el Lord Mayor de la ciudad británica visitó A Coruña y se fue con la promesa de promover la llegada de más buques turísticos

06 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El año era 1933 y el mes agosto. Hacía buen tiempo y la gente salía pasear por los Cantones, se bañaba en Riazor y aprovechaba para visitar la torre de Hércules. El turismo, en el sentido moderno de la palabra, comenzaba a ponerse de moda. Lo atestiguaban los grandes buques-mamotreto atracados en el puerto. De sus fauces salían corrillos y más corrillos de visitantes extranjeros. Muchos de ellos bajaban del barco ubicando vagamente España en un mapa, pero sin tener ni la más mínima noción de qué era o dónde estaba A Coruña. Tanto monta, pensarían. España es España la cojas por el costado que la cojas.

Así, algo desubicados como estaban, deambulaban cuadrillas generalmente amistosas de británicos por el callejero de la ciudad, buscando satisfacer sus algo estereotípicas apetencias. Toros y fútbol, sobre todo. De las dos cosas había una escena incipiente en A Coruña. Lo contaba una crónica de La Voz de Galicia del 10 de mayo de 1932 titulada 800 turistas ingleses. «Los turistas daban a las calles una nota de color, animadas ya por los miles de forasteros llegados de toda Galicia para presenciar el partido del Dépor. No pocos de estos turistas fueron a Riazor. Dicho está que lo hubieran hecho todos si se tratase de una corrida de toros. Así lo decían ellos».

Pero el episodio que hoy aquí relatamos, decía, sitúa los calendarios en 1933. En uno de estos cruceros, el Adriatic, llegaba George Alfred Strong, flamante alcalde de Liverpool —o Lord Mayor, como ellos mismos se denominan para mayor empaque y solemnidad—.

El extranjero regidor, hombre al parecer bastante culto que incluso chapurreaba el español con cierto desparpajo, se mimetizó con la cultura local mejor que la mayoría de sus compatriotas. Poco le falto para arrancarse con unos arreglos de gaita. En su breve escala, de apenas dos días, aprovechó para hacer sendas excursiones a Santiago y a Betanzos. Y en la jornada final, él y su mujer fueron invitados por Manuel Iglesias Corral, alcalde coruñés, a «una cena íntima en el hotel Atlantic». Aunque tan tan íntima no resultó ser. Autoridades grandes medianas y pequeñas se quisieron sentar a la mesa del Lord Mayor para hacer gala de cosmopolitismo y hospitalidad. Hasta la esposa de un ministro se dejó caer, como quien no quiere la cosa, por el banquete. «Concurrieron invitados el lord alcalde de Liverpool y alcaldesa, el comandante del buque, el alcalde de La Coruña y señora, el señor Rodríguez Pastor y esposa, la esposa del ministro de la Gobernación, el gobernador y señora, director del crucero, secretario de la Corporación municipal y otros». Divertido quizás. Pero íntimo, desde luego, no suena.

El colofón final, y aquí es donde llega la nota de galleguismo, fue una actuación en el Sporting Club Casino del coro Cantigas da Terra. El ilustre Strong salió encantado de aquel despliegue folklórico y marcho prometiendo hacer de oficioso pero afanoso embajador coruñés en su país natal. «A las once de la noche, visitaron el Sporting Club de donde salieron encantados, prometiendo el director del crucero y el lord alcalde de Liverpool hacer gestiones para aumentar los cruceros de turismo a nuestro puerto, por las grandes facilidades encontradas y la hospitalidad característica de La Coruña».

Cumplió míster Strong, por cierto, su palabra. Al año siguiente retornaba a nuestras costas acompañado de una delegación de congresistas y lores del Partido Conservador. Pero esta breve historia de fraternidad se vería refrenada, precisamente, por un fratricidio. El de la Guerra Civil. Y nunca más volvieron a saber los coruñeses de su querido míster Strong.