Cómo Amazon, WhatsApp y Glovo han acabado con nuestra paciencia (y con nuestra salud mental)

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

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Los expertos ponen el foco en el contexto actual y no en las decisiones individuales: «Olvidarlo es dejar atrás el 80 % de la realidad»

03 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El lunes se vivió un hecho histórico con el apagón. Pero sorprendentemente, reinó la calma. Aunque la DGT recomendaba no coger el coche porque los semáforos dejaron de funcionar, en las calles reinaba la amabilidad y el entendimiento: peatones y conductores poniéndose de acuerdo en quién pasaba antes (dejando a un lado grandes cruces donde, obviamente, hizo falta la actuación de cuerpos policiales). Gente leyendo, paseando, reunida en una terraza o alrededor de una radio. Los dispositivos móviles cayeron en el olvido y volvimos a socializar como cuando estos no gobernaban nuestras vidas. Volvíamos a tener paciencia. Aunque solo fuese durante unas horas. 

El envío de Amazon en un día, el pedido de Glovo en minutos y el mensaje de WhatsApp a los segundos. Son algunos de los numerosos ejemplos, más o menos instaurados en nuestro día a día, que están acabando con nuestra capacidad de paciencia. Porque esta se cultiva, pero también se pierde si no la cuidamos. «Los ritmos diarios que nos marca esta sociedad implican que todos vayamos rápido, que estemos a mil cosas y que no tengamos, aparentemente, tiempo para nada», sostiene Ana Isabel Martínez Arranz, psicóloga miembro del Colexio Oficial de Psicología de Galicia. «Además, cuanto más acelere tengamos en nuestro día cotidiano, más difícil es tener paciencia en cosas pequeñas».

Tal vez tengan pequeños cerca. En ellos, la calma y tolerancia todavía se está desarrollando. Pero su forma de ser puede llegar a ser un reflejo de nosotros mismos. Pedro Altungy, psicólogo, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y colaborador del Colegio Oficial de Psicólogos de España (COP), proporciona un ejemplo de situación que puede darse con un niño: «Nos pide un helado y le explicamos que tiene que esperar, que es mejor comerlo después de comer». La paradoja es que, aunque se intenta educarlos en cultivar esa tranquilidad y tolerancia, «después los adultos hacemos todo lo contrario, porque si te has quedado sin helado en casa y son las diez de la noche, no puedes esperar y lo pides por Glovo».

¿Hemos perdido la paciencia o nos han hecho perderla?

Fast fashion, comida a domicilio para no cocinar o un match en aplicaciones para ligar. «A día de hoy nos cuesta hasta ir a hacer la compra al supermercado», dice Altungy. Sin embargo, considera que no es una capacidad que hayamos perdido. «Puede que sea un poco crítico con esta visión, pero diría que no hemos perdido la paciencia, nos han hecho perderla. El mundo se está construyendo para que todo sea inmediato». Defiende que es una cuestión estructural y social, sistemática. «De la otra forma, parece que estamos diciendo que el problema lo tenemos nosotros, que no tenemos el control, y sí, no dudo que tengamos nuestra parte de responsabilidad, pero olvidar el contexto es dejar atrás el 80 % de la realidad».

A nivel social, también somos más irascibles y el fiel reflejo de la inmediatez son los mensajes de WhatsApp. «Existe esa obligatoriedad y presión constante a responder de manera inmediata. De hecho, hasta parece una falta de educación, en ciertas situaciones, que no se haga», explica el psicólogo. «Si tienes una conversación pendiente con alguien, puede que te escriba: ‘‘¿Por qué has contestado por el grupo y no a mí? ¿Qué estás haciendo que no contestas a mi mensaje?’’. Otro ejemplo, te propongo un plan para el fin de semana. No me contestas antes de tres horas y ya te estoy preguntando por qué no lo haces. Fijémonos en las dinámicas que se dan».

Martínez, que concuerda con Altungy, amplía: «También es más fácil que no tengamos paciencia con otras personas, incluso de nuestro entorno cercano, o que nos cueste ponernos en su lugar, porque cada uno de nosotros tiene unos ritmos y unos procesos. A veces llegamos a perder la empatía. Dejamos de ponernos en el lugar de la otra persona, simplemente la juzgamos».

Ser conscientes de que somos esclavos de la inmediatez tampoco es tarea sencilla. «Darnos cuenta de cómo estamos es la principal dificultad que solemos tener. Pero si te irritas con facilidad en las pequeñas cosas que se pueden dar en el día a día, eso también pueden ser señales que te hagan pensar», expresa la psicóloga.

El problema no es la pérdida de paciencia, sino todo lo que acarrea

La poca tolerancia va más allá. No solo nos repercute en nuestra vida diaria, también acaba haciendo mella en nuestra salud mental. «Implica que nos vamos tensando más», avanza Martínez, que lo relaciona con nuestro manejo de la frustración. «Nos genera irritabilidad, enfado o ira. Nos cabreamos más con cosas que forman parte de nuestro día a día como un atasco, un imprevisto o un pequeño roce con un familiar o un compañero de trabajo». Todo se magnifica. «No contar con las condiciones para ser pacientes tiene consecuencias, como un aumento cada vez mayor de la incidencia y prevalencia de problemas relacionados con el estrés y la ansiedad», sostiene Altungy. El psicólogo pone el foco sobre esta última: «La ansiedad, al final, es la emoción ante lo inmediato. Cuando es algo puntual, no pasa nada, pero cuando es sostenido en el tiempo, ahí viene el problema».

Los últimos datos sobre salud mental avalan sus declaraciones. La prevalencia de los trastornos de ansiedad en la población general es del 12,6 %, con mayor proporción entre las mujeres (16,5 %) que entre los hombres (8,7 %), según la Caracterización de los problemas de salud no transmisibles a partir de los registros clínicos de atención primaria, un documento publicado por el Ministerio de Sanidad. Asimismo, nuestro país es el país líder en consumo de ansiolíticos a nivel europeo y además, el número de bajas relacionadas con la salud mental no ha dejado de crecer desde la irrupción del covid-19. Con todo, no podemos señalar una única causa, sino un conjunto de factores que desencadenan esta situación. «Me preocupa mucho, en este contexto, el mensaje de: ‘‘Si quieres, puedes’’. No, a lo mejor no estoy pudiendo. ¿Entonces el problema lo tengo yo, la culpa es mía y lo estoy haciendo mal? Creo que debemos tener cuidado con eso», dice el profesor de la Universidad Complutense de Madrid.

Consejos de expertos para cultivar la paciencia 

«La paciencia se cultiva en cosas que van pasando en nuestro día a día que no podemos cambiar», sostiene Martínez. «Esta nos da tranquilidad, calma para tomar las cosas tal y como son, nos permite tomar mejores decisiones, conectar mejor con las personas, manejar contrariedades y procesos internos que tenemos que aceptar, porque a veces, las cosas son como son. Bajar el ritmo, desacelerar y tomar decisiones», añade.

Altungy aconseja generarnos un entorno que nos facilite tener más paciencia, en la medida de lo posible. «Quizás hoy en día el móvil es el principal instrumento a través del cual la impaciencia se cuela en nuestra vida». Por lo tanto, apagar el móvil y guardarlo en un cajón para alejarlo de nuestra atención puede llegar a ser un primer paso para poder dedicarnos a otras actividades, como leer un libro o ver una serie. «Dejamos de mirar redes sociales, no leemos tan pronto como nos llegan los wasaps, se aleja la tentación de pedir un Glovo o por Amazon, etcétera. De una sentada, estamos trabajando o facilitándonos muchas áreas en ese sentido».

Dedicar tiempo a actividades que nos gustan, como una afición, sin distracciones, también puede ayudarnos a cultivar la paciencia. Al igual que practicar mindfulness, que ayuda a conectar con el presente. Todo esto, entendiendo que nuestra pérdida de paciencia no es nuestra culpa. «Creo que eso es lo más importante. Ser conscientes de que estamos dentro de esta dinámica, pero no porque lo hayamos elegido. Y si todo a mi alrededor está diseñado para llevarme al lado de la impaciencia, pues ni soy borrego ni soy tonto, soy humano», concluye el psicólogo.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.