Los hombres se sienten solos, pero no lo dicen: «En el bar o en el fútbol no es posible la vulnerabilidad»

SALUD MENTAL

Para poder salir de estas dinámicas grupales tóxicas, es necesario «deconstruir ciertas ideas preconcebidas sobre cómo debe ser un hombre», señalan los expertos
27 abr 2025 . Actualizado a las 16:59 h.Cerca del 20 % de los hombres en España sufren de soledad no deseada, según datos del Barómetro de la Soledad. Aunque las cifras reportadas por mujeres son similares, ellos experimentan dificultades a la hora de socializar que están marcadas por los roles de género masculinos. En palabras de los expertos, existen barreras culturales que dejan a los hombres en una situación de vulnerabilidad con respecto a esta soledad percibida, dificultando su acceso a herramientas y recursos que les permitan superarla.
Los modelos tradicionales de masculinidad han limitado la capacidad de los hombres para construir vínculos afectivos profundos, promoviendo la autosuficiencia y reprimiendo la expresión emocional. Los psicólogos señalan que esta desconexión emocional y social puede derivar en patologías como depresión o ansiedad, que se asocian a un aumento del riesgo de suicidio. Mientras tanto, la sociedad ha acuñado un término para hablar de esta problemática. En redes sociales y espacios de internet frecuentados por hombres se hace referencia a una «epidemia de soledad masculina» a la que, sostienen, es necesario responder. Analizamos el panorama con la ayuda de expertos.
Jóvenes aislados
En una sociedad en la que predomina la exigencia del éxito, de los logros visibles y grandiosos, los lazos sociales se han debilitado. La psicóloga Rosa Cerqueiro, del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, explica que «estamos avanzando hacia un aislamiento social, lo que parece una paradoja, porque vivimos más interconectados, pero las familias han 'adelgazado' y hay más personas que viven solas».
Estos factores son transversales a hombres y mujeres, pero tienen un impacto especialmente grande en los jóvenes, que padecen una mayor soledad percibida con respecto a generaciones anteriores. «A esto hay que sumar el factor de cómo somos educados en función de estereotipos de género. Aunque ha habido grandes cambios en las últimas décadas en este sentido, sigue predominando una educación en la que las características que se presuponen masculinas son unas y las que se presuponen femeninas son otras», señala Cerqueiro.
En este sentido, la masculinidad rígida impacta en la salud mental porque limita la capacidad de los chicos y los hombres para construir lazos sociales profundos y robustos. «Un hombre tiene que ser fuerte, un hombre tiene que ser el apoyo de su red. Tiene que mostrar siempre un bienestar emocional claro e invulnerable. Esto le lleva a no visibilizar el sufrimiento que es inherente al ser humano. No hablan tanto de sus problemas, no los verbalizan, porque está mal visto hacerlo», explica la psicóloga.
Esta masculinidad tradicional reprime las emociones, permitiendo expresarlas únicamente a través del enfado. «Esto sucede porque en el rol tradicional del hombre se valoran características como el no reaccionar desde las emociones, sino desde la lógica, y también existe una gran competitividad con otros hombres, por lo que mostrase vulnerables y débiles muchas veces no es una opción», observa la psicóloga Paula Delgado.
Tras años de avances en temas de género, la tendencia está empezando a cambiar y la balanza comienza a inclinarse hacia el otro lado. «Lo que experimentamos a nivel individual está muy conectado con lo que pasa en el mundo. Hoy es fácil abrir una red social y encontrarse vídeos del estoicismo mal entendido, de superación personal, de personajes como Llados. Hay un mensaje que va calando poco a poco, sobre todo en jóvenes que se ven un poco desarraigados, quizás carentes de referentes, de que tienen que adoptar el individualismo, el poder con todo solos. Esto está muy vinculado con la ola reaccionaria que está apareciendo frente a los feminismos», observa el psicólogo Jacobo Blanco Rojo, del centro Dyadis.
Lo que callan los hombres
Si observamos datos como los del Barómetro de la Soledad, una de las investigaciones más importantes sobre el tema en España, podemos ver que las cifras de la soledad en hombres son relativamente similares a las reportadas por las mujeres. Pero esto no necesariamente es una foto exacta de la realidad.
Como explica Blanco, «hay un componente de expresión que tiene que ver con el propio reconocimiento del problema. Para que alguien dé, en un estudio así, una respuesta afirmativa a la pregunta de si usted se siente solo, primero debe reconocer internamente ese problema. Aquí encontramos un sesgo de género en el que a los varones, generalmente, les resulta mucho más difícil identificar sus propias emociones y todavía más, a veces, expresarlas, reconocerlas hacia afuera».
Aunque la soledad es frecuente en la población femenina, esto puede deberse a vivencias como la viudez, que ellas experimentan en mayor medida. En el caso de los hombres, «hay una parte que no queda reflejada en las estadísticas, por este sesgo», observa Blanco. «La experiencia clínica permite ver de manera muy directa que sí hay bastantes experiencias de soledad no deseada vividas en hombres, pero que no están identificadas en el momento de ir a consulta, sino que surgen en el propio proceso terapéutico», señala.
Para Blanco, el problema está en la necesidad no cubierta de espacios en los que los varones puedan sentir y expresar esa vulnerabilidad. «Esto significa poder mostrarse frágil, imperfecto o con defectos delante de un otro. Si no tenemos ningún lugar donde poder hacer esto en nuestra comunidad, nos vamos a sentir más solos y menos seguros», explica Blanco.
Esta fachada de fortaleza y autosuficiencia «se consigue a base de reprimirse emocionalmente y dejar sus necesidades a un lado, lo que acaba conllevando a que esas necesidades de cariño y atención exploten en forma de conductas desadaptativas de evitación a través de las adicciones o, en algunos casos, conductas agresivas para conseguir aquello que creen que merecen», observa Delgado.
Rodeados de amigos, pero solos
La experiencia de la soledad «es frecuente en hombres heterosexuales de mediana edad y es algo que tiene que ver con la dificultad de mostrarse vulnerables con otros hombres, pero también con que sus redes de apoyo están muy focalizadas en su pareja, mientras que tienen relaciones más superficiales con sus amistades, por lo que cuando no tienen pareja o se dan problemas en la relación, se agrava la sensación de soledad», observa Delgado en este sentido.
Si queremos romper con la soledad de los hombres, los expertos coinciden en que hay que empezar por transformar sus espacios de socialización. «Muchas veces, los espacios de encuentro de manera arquetípica suelen estar muy circunscritos a determinados clichés, como puede ser el fútbol, el bar, o bien otros espacios en los que no es posible la vulnerabilidad», señala Blanco.
Aunque las nuevas generaciones han cambiado, en cierta medida, la manera de relacionarse entre iguales, «aún no están exentos de ese modo de mostrarse hacia afuera y con los compañeros, con las amistades, sobre todo masculinas, en las que no hablan de cómo se sienten, no exponen su propia fragilidad», explica Cerqueiro.
Estas dinámicas están más presentes a nivel grupal, pero no tanto en las amistades individuales. «Muchas veces vemos que en un grupo las dinámicas son de reafirmación de la hombría, de la virilidad, de la fortaleza, son cuadrillas que de alguna manera actúan casi como elemento de presión para replicar ciertos modelos. Pero también encontramos que esos mismos chicos, que cuando están en el grupo se comportan así, son capaces de establecer relaciones uno a uno, quizás con un mejor amigo, y en esas amistades sí hay una mayor facilidad para la vulnerabilidad», observa Blanco.
Aprender a ser vulnerable
Para poder salir de estas dinámicas grupales tóxicas, es necesario «deconstruir ciertas ideas preconcebidas sobre cómo debe ser un hombre», señala Delgado. El primer paso, indican los expertos, es acudir a terapia. Este es un espacio seguro en el que se alienta a expresar esas emociones, de modo tal que la persona pueda, con el tiempo, llegar a hacerlo también con sus amistades.
«Igual que vamos al médico cuando estamos enfermos físicamente, también podemos acudir a especialistas para poder tener ese espacio de hablar, de ordenar las ideas, de buscar soluciones», recomienda Cerqueiro. Porque aunque hablemos de esto usando la palabra «vulnerabilidad», lo que nos pone en riesgo en realidad es «justamente lo contrario, el tapar, ocultar y negar lo que nos pasa», señala.