Hemos hecho el curso de felicidad más famoso del mundo y esto es lo que se aprende: «Tenemos que invertir más en experiencias y menos en cosas materiales»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

El Estudio harvard, iniciado en 1938 y aún vigente, es la investigación longitudinal más extensa, profunda y rica que se ha desarrollado sobre la felicidad humana.
El Estudio harvard, iniciado en 1938 y aún vigente, es la investigación longitudinal más extensa, profunda y rica que se ha desarrollado sobre la felicidad humana.

El curso «La ciencia del bienestar», impartido por la psicóloga Laurie Santos, se basa en la idea de que ser feliz no depende de las circunstancias, sino de hábitos mentales y emocionales que todos podemos aprender

20 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La felicidad, ese estado etéreo al que aspiramos y que tendemos a idealizar, destilado a su esencia, no es otra cosa que una habilidad y, como tal, se puede aprender. Esta es la premisa de la que parte el curso La ciencia del bienestar, impartido por la Universidad de Yale, uno de los establecimientos educativos más prestigiosos del mundo. A lo largo de diez módulos, con ejercicios, deberes y evaluaciones, la profesora Laurie Santos, doctora en Psicología Cognitiva, directora del Laboratorio de Cognición de Yale y autora del pódcast The happiness lab, explora qué es, según la evidencia científica, lo que verdaderamente hace felices a las personas, más allá de las presiones externas y las convenciones sociales. Laurie es una de las mayores expertas a nivel mundial en la ciencia de la felicidad y las disonancias cognitivas que nos alejan de ella y ha sido galardonada con numerosos premios a su labor científica y pedagógica.

El curso, que está disponible de manera gratuita a través de la plataforma digital Coursera, se lanzó en el 2018 y rápidamente se convirtió en el más popular de la institución en sus tres siglos de historia. En ese año, casi un cuarto de todo el alumnado de Yale se matriculó en esta asignatura que ofrece herramientas prácticas para incrementar nuestros niveles de felicidad en el día a día. Hoy, más de cuatro millones de personas de todo el mundo se han graduado de esta clase en su modalidad virtual. 

En La Voz de la Salud nos hemos propuesto realizar este curso de nueve semanas. Lo que se descubre, a medida que se avanza en las clases, es que, una vez satisfechas nuestras necesidades básicas, los seres humanos tenemos la capacidad de ser felices con muy poco esfuerzo, si conseguimos sobreponernos a las trampas que pone en el camino nuestro cerebro.

Qué es la felicidad

Al comienzo del curso, la doctora Santos nos invita a replantearnos nuestro concepto de felicidad. Si la definimos como satisfacción vital, debemos preguntarnos qué factores influyen en esta satisfacción. «Por ejemplo, tendemos a sobrestimar cuánta felicidad nos podría dar el dinero. Sí, es cierto que el bienestar emocional aumenta a la par de nuestros ingresos, pero solo hasta un cierto punto. Una vez que el dinero deja de ser una preocupación, también deja de ser una fuente de felicidad», observa la experta.

Lo mismo sucede con la felicidad en pareja. «Según las investigaciones, la satisfacción media con la vida tiende a aumentar en los años previos a que una persona se case, y luego desciende al nivel basal en los dos años siguientes a la boda», detalla. Estos ejemplos ilustran el hecho de que, como señala Santos, solo un 10 % de nuestra felicidad puede atribuirse a nuestras circunstancias vitales. Por el contrario, este estado emocional depende más de nuestras actitudes, pensamientos y acciones.

Adaptación hedónica

Imaginemos que nos han entrevistado para nuestro puesto laboral soñado. Es el trabajo que siempre quisimos hacer, en una organización en la que creemos y que respetamos, con una remuneración acorde. Seguramente pensemos que si nos llaman para decirnos que finalmente no hemos sido seleccionados, la decepción será enorme. Sin embargo, los estudios científicos muestran que no es así. Diversas investigaciones han concluido que las personas no experimentamos una disminución en nuestro nivel real de felicidad al recibir este tipo de noticias.

Lo mismo sucede en sentido contrario. De obtener nuestro puesto soñado, nuestra felicidad experimentaría un pico, sí. Pero el bienestar siempre acaba por estabilizarse, de modo tal que volvemos a nuestro nivel de base. Esto se debe a la adaptación hedónica, un concepto del campo de la psicología que hace referencia a la tendencia de los seres humanos de adaptarse a circunstancias cambiantes. En otras palabras, la capacidad de acostumbrarnos a todo tipo de situaciones, una gran ventaja evolutiva para nuestra especie y un pilar de nuestra resiliencia, nos juega en contra a la hora de aumentar nuestra felicidad, ya que también, más pronto que tarde, nos acostumbramos a ella.

Sin embargo, Santos sugiere que podemos utilizar esta facilidad de adaptación a nuestro favor. «Muchas veces perdemos de vista lo resilientes que somos y eso hace que tengamos una mayor aversión al riesgo. Pensamos que si arriesgamos y sale mal, vamos a sufrir. Pero es preferible eso a no arriesgar, porque al final nos adaptaremos a la pérdida. Si no arriesgamos, desperdiciamos nuestro potencial», asegura.

Invertir en experiencias

Santos propone varias estrategias para vencer el proceso de adaptación. La primera de ellas es comprar menos cosas. «A lo que más rápido nos acostumbramos es a nuestros bienes materiales, porque los objetos de consumo no son dinámicos en cómo los experimentamos. Nos hacen felices solo al principio. Hay que replantearnos nuestra relación con los objetos e invertir, mejor, en experiencias. Aunque sea contraintuitivo porque son limitadas en el tiempo, la felicidad que proporcionan es más duradera», sostiene.

En palabras de la experta, «la anticipación de una experiencia agradable como unas vacaciones o un concierto en el momento de comprar los billetes o las entradas ya nos hace felices. Además, hacer una compra vinculada a una experiencia nos vuelve más pacientes, porque esperar a que llegue ese momento no es tedioso, sino estimulante».

Por otro lado, las experiencias nos ayudan más que los objetos a conectar con los demás. «Todo el mundo quiere que le cuentes anécdotas de tus vacaciones, pero a nadie le interesa que le hables del coche que te has comprado. Hablar de nuestras experiencias mejora la percepción social de los demás sobre nosotros», asegura Santos.

Saboreo y gratitud

El saboreo es una práctica que consiste en prestar atención plena a los momentos placenteros para amplificar y prolongar sus efectos positivos. En lugar de dejar que lo bueno pase desapercibido, saborear implica detenerse, apreciar y sentir intensamente lo que está ocurriendo, ya sea un café caliente, una risa compartida o un atardecer. «Saborear una experiencia puede ser, por ejemplo, contársela a otra persona o escribir sobre ella en un diario», propone Santos.

Esta herramienta, respaldada por la psicología, nos entrena para estar más presentes y a disfrutar con consciencia, lo que contribuye a contrarrestar la tendencia natural del cerebro a enfocarse en lo negativo. Cultivar el saboreo en el día a día puede aumentar significativamente nuestro bienestar y hacernos más receptivos a la felicidad en lo cotidiano. Es una práctica vinculada a la gratitud, un pilar del bienestar.

Comparaciones odiosas

Uno de los rasgos característicos de nuestra mente es que no es capaz de pensar en términos absolutos, sino que siempre lo hace con respecto a puntos de referencia. El problema es que estos puntos de referencia, a su vez, tampoco son absolutos, sino que varían según nuestras circunstancias. Una vez que nos hemos adaptado a estas circunstancias, empezamos a tomarlas como referencia y las damos por sentadas. «Esto generalmente nos hace sentir insatisfechos», señala Santos. Para ilustrar esta idea, la experta menciona un estudio del año 1999 que determinó que por cada dólar que aumentaba el salario de los participantes, su salario deseado subía en 1,40 dólares.

Muchas veces, nuestro punto de referencia son las personas de las que nos rodeamos. Esto lleva a hacer comparaciones sociales que impactan en nuestro nivel de satisfacción con nuestra propia vida, porque tendemos a darle demasiada importancia a nuestra posición relativa con respecto a las de los demás. Para evitar estas comparaciones y su interferencia con nuestra felicidad, Santos aconseja minimizar el tiempo que pasamos en redes sociales y consumiendo contenidos de influencers o programas de televisión de formato reality, que alteran nuestras percepciones de cómo debería ser nuestra vida.

Mentalidad de crecimiento

El trabajo es una de las actividades a las que más horas dedicamos a lo largo de nuestra vida. Por eso, la satisfacción laboral es una pieza crucial en el puzzle de la felicidad. En este sentido, Santos explica que es clave adoptar una mentalidad de crecimiento en los ámbitos académico y profesional.

«La mentalidad de crecimiento implica creer que nuestras habilidades tienen la capacidad de aumentar y crecer si nos esforzamos. En cambio, si tenemos una mentalidad fija con respecto a nuestros conocimientos, tendemos a pensar que nuestras capacidades son estáticas y que se nace con o sin ellas», detalla la psicóloga de Yale. Los estudios han demostrado que sostener una mentalidad fija con respecto a nuestras habilidades tiene consecuencias negativas y desincentiva nuestros esfuerzos, reduciendo la motivación.

«Si piensas que las habilidades son innatas, no te vas a esforzar en aprenderlas. Verás la incomodidad del esfuerzo como la prueba de que algo no se te da bien y que, por tanto, no podrás mejorar. Si tienes una mentalidad fija con respecto a tus conocimientos, vas a aprender menos y vas a tender a intentar esconder tus errores, en lugar de intentar capitalizarlos aprendiendo de ellos», señala Santos.

Actos de bondad

Las buenas acciones aumentan nuestra felicidad. Tanto realizarlas como beneficiarnos de las buenas acciones de otras personas o, incluso, leer noticias sobre este tipo de actos o pensar en ellos, son acciones que se han asociado a un incremento en nuestro bienestar.

Estos actos fortalecen nuestros vínculos con los demás y nos hacen sentir que somos parte de una comunidad con la que podemos contar. Desde dar un cumplido hasta ayudar a un vecino con alguna reparación del hogar o participar como voluntario en una organización, todas estas intervenciones se consideran actos de bondad.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.