Lee Lima, asesora de familias: «Desde el amor, muchas veces, se tiende a la permisividad»

LA TRIBU

La divulgadora de crianza positiva describe las claves para tener una comunicación no violenta con los más pequeños de la familia
09 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Lee Lima, fundadora de la Escuela Babytribu, dice que la llegada de un hijo a la vida de una familia primeriza «es como un examen sorpresa de lo que significa ser persona». Una prueba que reta todas las habilidades, emociones y capacidades, puestas al servicio de otro, «y aunque pienses que estabas razonablemente preparado, descubrirás que no es así». Esta asesora de familias en crianza positiva comenzó su andadura en esta filosofía cuando se dio cuenta de que había muchas cosas de la crianza tradicional con las que no estaba de acuerdo. «No entendía por qué me decían que dejase llorar a mi hija cuando me sentía mal o por qué no debería cogerla en brazos», recuerda. Ahora, publica Hijos educados en la crianza positiva (RBA, 2025), un libro con el que pretende ayudar a las familias a la hora de acompañar a los niños de tres a nueve años.
—¿Qué es la crianza positiva y qué no es?
—La crianza positiva, cuyo nombre apropiado es crianza democrática, se basa en la amabilidad y la firmeza a partes iguales. Partiendo de ese punto, podríamos decir que el objetivo es educar para la vida. Sabemos que la vida tiene sus luces y sombras, por eso trabajamos con los límites. No es una crianza permisiva, que es la gran confusión que suele haber, que te dicen: «Sí, esa que está de moda, que dejan que los niños hagan lo que les da la gana. No». Eso no es una crianza positiva. Realmente, busca un equilibrio por respeto al niño, pero también por respeto al adulto que acompaña.
—¿Puede decirse que pasan de una crianza vertical, donde el adulto quedaba por encima, a una horizontal, donde se igualan?
—Sí, pero hay que matizar en esto de que se igualan. Es verdad que el estilo de crianza tradicional, en el mundo occidental, ha sido un estilo autoritario. Era el que se conocía hace unas décadas; yo, que tengo 46 años, fui educada de otra manera. Aunque es cierto que muchas familias empezaron con la crianza positiva hará unos 20 años. En el autoritario y tradicional hay una jerarquía, es lo que llamamos relaciones verticales. El padre manda y el niño obedece. Y, a veces, si el pequeño pregunta por qué, se le dice que es así y listo. En el estilo de crianza positiva, se le pregunta al niño. Queremos saber su opinión, porque muchas veces es más fácil entender desde dónde se mueve el niño para comprender por qué se está comportando mal, si se está comportando mal realmente, si tiene frustraciones o miedos, desde dónde vienen esos terrores. Nos adentramos un poquito más. Ahora bien, en esta crianza, los padres somos líderes emocionales y decidimos muchas cosas como los temas relacionados con la seguridad y la salud. El niño puede estar de acuerdo o no, pero nosotros, por sentido común, sabemos lo que tenemos que hacer.
—¿Por qué nos convertimos en padres permisivos?
—Tenemos que ser muy compasivos. Muchos padres que han sido educados cuando fueron hijos con un estilo autoritario y deciden que no quieren repetirlo o que quieren mejorar, tienen que aplicar cosas nuevas. En ese probar algo nuevo, en ese intentar enseñar desde el amor, a los padres nos cuesta mucho ver a los hijos frustrados y poner límites. Nos entran dudas: ¿será que me estoy pasando?, ¿será que estoy volviendo a aquello que quería evitar? En esta confusión y desde el amor se tiende a la permisividad muchísimas veces. Soy asesora de familia desde hace más de catorce años,y a día de hoy me toca ajustar mucho más que hace diez años una crianza permisiva hacia una positiva. A los padres en ese querer hacer se les ha ido un poquito de las manos y tienen niños tiranos en casa.
—¿Qué otros errores se cometen en la crianza? Habla de educar a niños tiranos.
—Todos los padres y madres cometeremos errores. Se aplique el estilo de crianza que se aplique. En el libro pongo mucho énfasis en esto porque queremos hacerlo lo mejor posible, sobre todo los padres y madres que estamos intentando aplicar el estilo de crianza positiva. Y, de repente, viene el niño y te responde mal y tú piensas: «¿Qué ha pasado aquí?». Uno de los errores que es muy común es que cuando se aplica el estilo de crianza positiva es no esperarnos cosas propias de la etapa de desarrollo. Si un niño tiene tres años y llega a la etapa de las rabietas, por mucho que tú estés aplicando crianza positiva, van a suceder y eso está bien. Lo que sí es diferente es la forma de acompañar aquello que viene. Igual que cuando tienes hijos adolescentes; yo tengo dos ya, y no por el hecho de haberlas criado con este estilo, voy a pensar que no van a comportarse como adolescentes, claro que van a serlo y eso está bien, que sean adolescentes.
—¿Es posible «introducirse demasiado tarde» en la crianza positiva?
—Siempre digo que nunca es demasiado pronto y nunca es demasiado tarde. Pero a veces llegan familias que, cuando los niños ya son muy mayores, han tomado decisiones propias y los hábitos están creados, hay que aplicarlo con matices. Por eso es cierto que cuanto antes se empiece, mejor.
—En el libro también habla de una crianza presente, ¿qué implica?
—Cuando yo hablo de crianza positiva, hablo de crianza positiva y realista. No hablo de un ideal que nadie puede llevar a cabo en su casa. Los niños, sobre todo en edades tempranas, necesitan mucho de la presencia de los padres y de las madres. Cierto es que a veces el sistema en sí mismo no permite que esto se lleve a cabo de esta manera. Por eso, lo que yo defiendo como crianza presente es que aquellos momentos que tengamos con nuestros hijos sean de calidad. Por ejemplo, no es lo mismo que tú tengas al día dos horas para estar con tu hijo o con tu hija, y ahí estés con el teléfono o con el móvil. Aquellos no son las crianzas presentes, para nada. Si tengo poco tiempo, tengo que evitar estar con el teléfono, o tengo que evitar estar todo el rato dándole órdenes. Que sea un rato de calidad, en el que me pueda contar cómo le fue, nos podamos reír un rato o hasta jugar. Eso es la crianza presente.
—Estilo permisivo, autoritario, sobreprotector. ¿Qué diferencia a cada término?
—El autoritario se define más como una relación o jerarquía. Hay más control, hay más autoridad por parte de los padres. En el estilo de crianza permisivo, digamos que el niño toma más decisiones de las que le corresponden. En el estilo sobreprotector, y aquí también me llegan muchos casos de este estilo, se junta lo que es el control y el exceso de amor. Lógicamente, casi todo el mundo tiene un exceso de amor hacia su hijo; pero si yo, que deseo que todo salga bien, controlo todo lo que hace, todas las variantes del niño, no es positivo. Esto es sobreprotección. Necesitan flexibilidad para experimentar sus propias frustraciones y tomar algunas decisiones que no van a salir bien.
—En el libro habla de la comunicación no violenta. Lógicamente, es algo que todo el mundo intenta. Sin embargo, cuando uno está en plena rabieta interminable, quizás es más difícil de poner en práctica.
—La comunicación no violenta es compleja. En primer lugar, yo no recomendaría empezar a aplicarla en un momento de zona roja, como digo yo. En ese punto, el niño y los padres están frustrados. El momento para empezar está en lo cotidiano. Cuando necesito que recoja unos juguetes, que me traiga algo o cuando le digo cómo me siento. Un consejo que daría a los padres es que hablasen de ellos mismos. Muchas veces ponemos el foco en el niño y lo que ha dicho. Ahora bien, invito a que se pregunten: ¿qué me sucede a mí cuando tú haces eso? Cuando nosotros empezamos a hablar desde nosotros mismos, abro una puerta de comunicación porque también quiero saber qué sientes y qué necesitas tú, pero empiezo por mí. Eso sería como un consejo para empezar a aplicarlo, incluso en momentos de conflicto.
—En el estilo de crianza positiva no se usan ni premios ni castigos.
—Así es. Siempre explico a las familias que los premios y los castigos son dos caras de la misma moneda. Cuando ponemos estas dos medidas encima de la mesa nos enfocamos en una mirada conductiva. Es decir, ¿la conducta se va a modificar o va a estar relacionada con algo? Pongo un ejemplo. Si de repente tú no haces los deberes, entonces no vas a jugar con la consola, o no vas al partido de fútbol. Aquí, el niño acabará los deberes porque quiere ir al fútbol y no porque haya entendido que sea parte de su trabajo. Lo mismo con los premios. El premio no genera una motivación propia de hacer las cosas, sino que lo hago por lo que voy a tener a cambio.
—¿Nos equivocamos al poner etiquetas? Por ejemplo, la del hijo perfecto o la del mal estudiante.
—Sí. Estamos socialmente muy acostumbrados a las etiquetas y esto puede ser muy duro. De hecho, yo hablo en el libro de las etiquetas positivas y negativas, porque normalmente cuando se nombran las etiquetas, se pone el foco en las segundas, pero ambas pueden ser dañinas porque tienen igual carga. Yo sé que es difícil no etiquetar, pero creo que podemos abrir la gama de grises entre el blanco y el negro, y dar la oportunidad de describir las cosas. En lugar de decir qué buen chico, podemos destacar cuánto se ha esforzado. Es más, al niño que le dicen todo el tiempo que se porta mal, acaba haciéndolo porque piensa que es lo que se espera de él.