Reaprender a comer también es posible: así es un comedor terapéutico

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez A CORUÑA / LA VOZ

SALUD MENTAL

A la izquierda, Fátima Pérez, directora de ABAC. En el centro, María Blanco, psicóloga experta en trastornos de la conducta alimentaria (TCA), y al lado, su compañera Mariana Pla, también psicóloga.
A la izquierda, Fátima Pérez, directora de ABAC. En el centro, María Blanco, psicóloga experta en trastornos de la conducta alimentaria (TCA), y al lado, su compañera Mariana Pla, también psicóloga. ANGEL MANSO

Visitamos este espacio de la Asociación de Bulimia y Anorexia de A Coruña, al que acceden pacientes que desean recuperarse de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA)

15 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Nada más entrar en el comedor terapéutico de la Asociación de Bulimia y Anorexia de A Coruña (ABAC) se pueden leer unas normas escritas en una pizarra. «Ir al baño antes», «pan a la mitad», «no desmenuzar» y «comer todo», son algunas de las frases escritas en tiza. La sala se divide en dos espacios: uno donde se come, con mesas alargadas y varias sillas, y otro, de descanso, con sofás. Como en cualquier hogar. Sus usuarias (porque la mayoría son chicas), lo han hecho suyo pintando murales en las paredes y con manualidades que se exponen en sus muebles. Este es el lugar donde comen, de lunes a viernes, 25 personas. «Algunas, solo unos días a la semana; otras, todos, dependiendo de la indicación terapéutica», indica Fátima Pérez, directora de ABAC.

El comedor tiene un horario de 12.30 a 18.30 horas. «Intentamos asegurar un número de ingestas al día, aunque nos adaptamos a cada paciente. Las hay que necesitan venir la jornada completa y otras mantienen su actividad diaria, ya sea la universidad, el instituto o el trabajo», indica Mariana Pla, psicóloga experta en trastornos de la conducta alimentaria (TCA) de ABAC. Así, existen tres comidas. Un tentempié que realizan antes de la ingesta principal, un almuerzo que consta de dos platos, un trozo de pan y postre, y por último, la merienda. «Trabajamos con un cátering que se adecúa a nuestras necesidades y todo lo relacionado con la pauta alimentaria lo lleva a cabo una nutricionista, Carmen. Ella planifica, supervisa y coordina, con el servicio de cocina, las comidas».

Todas las personas que acuden comen lo mismo, excepto si existe si existe algún tipo de enfermedad, como una diabetes o una alergia, que ahí se adapta el menú. «En general, es la misma comida para todas, en cantidades normales, y es comida como la que pueden tomar en casa. Nada de productos ‘‘desnatados'' u otro tipo de etiquetas. El objetivo es que exista una relación de normalidad con la comida», añade su compañera María Blanco, también psicóloga experta en conducta alimentaria. Otra norma: los móviles se quedan en una cesta que está a la derecha de la puerta. Antes, durante y después de comer. «Y ahora, también los smartwatches, porque detectábamos que recurrían a ellos para contestar mensajes», amplía Pla.

Los rituales

«Cuánto más se aproxima la hora de la comida, más nerviosas se ponen las pacientes. Puede aparecer la ansiedad e incluso situaciones extremas como un ataque de ira», confiesa Pla. A diferencia de lo que pueda pasar cuando comen en su propia casa, en el comedor terapéutico están supervisadas por terapeutas y «si hay que intervenir con técnicas de regulación de la ansiedad, se hace; antes, durante y después de cada ingesta».

Las pacientes nunca están solas. En el momento de la comida es donde más se interviene porque se deben hacer muchas correcciones. «Vienen con manías, con una manera un tanto patológica de comer. Ahí es cuando tenemos que estar a pie de cañón y ayudarles a corregir esas conductas», comenta Pla. Uno de los rituales más instaurados es desmenuzar la comida, pero no el único. «También comen disociadas: primero una cosa, después otra.

El tema del pan también suele ser muy conflictivo, les ayudamos a ingerirlo de una forma determinada: partiéndolo a la mitad». Otra problemática es el dulce: «Le tienen miedo. Y a las grasas también. Muchas de estas conductas están influidas por el boca a boca, pero para tener una buena salud, hay que comer de todo, tener una relación natural con la comida». Un comportamiento que puede estar muy instaurado es beber agua. «Hay los dos extremos, quien toma mucha o muy poca». Es otra de las normas que se puede leer en la pizarra: en la comida, dos vasos máximo y en la merienda, uno. 

Comer con compañeras que también padecen un trastorno de la conducta alimentaria las ayuda a identificar comportamientos. «Ese punto también es muy importante: la conexión. Y si vemos que se está dando el efecto contrario, lo corregimos. Estamos atentas a cualquier señal durante las comidas», añade Blanco. 

Todo lo que se aprende en el comedor terapéutico debe ser replicado en sus propios hogares. «Venir o no, no es opcional. Se decide si así lo estimamos los terapeutas y tiene que ver con el apoyo que pueden tener en casa. Puede haber familias en las que se han presentado dificultades y hay un desgaste, y está pautado para aflojar un poco la tensión en casa. Además, es una forma de catalizar el tratamiento, que la persona se recupere antes», explica Blanco. 

La ansiedad después de comer 

Pasada «la parte más dura», la ingesta de comida, toca pasar al otro lado de la pared, al otro espacio, donde se presenta la ansiedad. Ana Castro, educadora social en ABAC, expresa que en «este punto, la cabeza empieza a activarse y se dan un poco de caña». Su objetivo es acompañarlas desde que entran hasta que se van del comedor terapéutico, en los espacios comunes, pero sobre todo, «intentar que estén tranquilas, lo más reguladas posibles, que todo sea más fácil y llevadero».

Ana Castro es educadora social en ABAC.
Ana Castro es educadora social en ABAC. ANGEL MANSO

Aunque Castro se centra en cada una de ellas de forma individual, también a nivel grupal, ya que las pacientes pasan mucho tiempo conviviendo juntas. «Hago un poco de todo, me adapto a los perfiles, sus preferencias y necesidades, qué les gusta y aporta. En función de todo eso, propongo actividades para que la tarde se haga llevadera». Las tardes se complementan con talleres de Martín Fernández, graduado en Ciencias de la Actividad Física e do Deporte, un día a la semana. Y otro, con un programa asistido con perros patrocinado por la Fundación María José Jove. 

«No trabajamos con diagnósticos, sino con síntomas»

Un trastorno de la conducta alimentaria es una alteración mental que tiene grandes consecuencias físicas y psicológicas para la persona, aunque también repercute en el entorno familiar. Toda la sintomatología alimentaria crea un malestar social. «No trabajamos con diagnósticos, sino con síntomas. Una paciente los puede tener de tipo anoréxico, pero conforme avanza el TCA, puede ir más hacia una bulimia», matiza Blanco. Lo que más ven, según sus palabras, es anorexia, bulimia y el trastorno por atracón, pero también remarcan que existen trastornos que, como tal, no existen. «Por ejemplo, la ortorexia. Las redes sociales inventan diagnósticos que no hay», asegura Blanco. 

Los trastornos de la conducta alimentaria no son solo un problema del sexo femenino. «Cada nueve mujeres hay el caso de un hombre. Los trastornos de la salud mental no entienden ni de edad, ni de sexo, ni de raza. En el caso de ellos, quizás lo viven de una forma más oculta o lo viven más en secreto. Tardan más tiempo en pedir ayuda. Quizás se da más una preocupación por la figura y el tono muscular, y no por el peso», explica Pla. Tampoco entienden de edades. «Hemos tenido pacientes de más de 50 y 60 años, lo cual va en contra de lo que se suele pensar de que es solo un problema de jóvenes. Donde más casos existen es de 12 a 24 años, eso sí», desvela Blanco. La conducta de dieta es uno de los factores de que los trastornos de la conducta detonen. «Pero está muy normalizada en nuestra sociedad», lamenta. 

«Cuando una persona cambia sus hábitos alimentarios, aumenta el ejercicio físico, empieza a querer comer solo y pone excusas para eventos sociales, son señales de alarma de que una persona puede estar sufriendo un TCA», subraya Pla. Pueden acompañarse de irritabilidad, ansiedad y cambios bruscos en el estado de ánimo. «Después las hay de tipo físico: mareos, bajadas de tensión, desmayos, amenorrea o quejas de molestias digestivas».

Si estos signos se presentan, ABAC realiza consultas de valoración sin necesidad de existir un diagnóstico previo. «Algunas veces son derivaciones de personal sanitario, pero el 70 % de los casos son personas que detectan algo en su pareja, familiar, amigos, y solicitan una consulta de valoración. Y el 95 % de los que asisten a esa consulta, luego se diagnostica el problema», confirma Pérez.

Uno de los murales pintados por usuarias de ABAC en la sala de estar que está al lado del comedor.
Uno de los murales pintados por usuarias de ABAC en la sala de estar que está al lado del comedor.

ABAC atiende alrededor de 220 pacientes al año. «El objetivo es que ninguno se quede sin tratamiento», subraya la directora del centro. La principal limitación, el espacio. Llevan meses en busca de un local más grande, para poder atender a más personas. Quieren que cumpla una serie de características de accesibilidad o iluminación, para que estén cómodas. Sus paredes serán nuevos lienzos en blanco, «que al igual que las de ahora, también harán suyas con sus murales, por supuesto», concluye Pérez.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.